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La importancia de una reflexión que siente las bases para una nueva fase política

El impasse político creado tras el fracaso del último proceso negociador debería ceder en algún momento. Pero en medio de una sucesión de demostraciones de fuerza por ambas partes a la ciudadanía vasca le resulta difícil entrever salidas. A esos hay que sumarle la creciente falta de credibilidad de una clase política que no está a la altura de los problemas y las prioridades del país y que parece incapaz de generar estrategias políticas que solucionen esos problemas. Estrategias que en lo político no pivoten sobre la retórica de la derrota del enemigo y que en lo socioeconómico no se basen en la resignación de los trabajadores, de los explotados o los de pauperizados por el actuar de esos mismos políticos.

Ayer la izquierda abertzale hizo publico un documento en el que establece algunas de las bases para abrir un nuevo ciclo, junto con una mínima agenda política y un amplio llamamiento a la reflexión de carácter estratégico. Una reflexión a desarrollar entre quienes comparten la convicción de que el actual marco estatutario está agotado, entre quienes desean establecer las bases para la construcción de un Estado vasco en Europa, entre quienes creen que la resolución del conflicto político vasco vendrá de la negociación y el diálogo basados en el reconocimiento de Euskal Herria y el respeto a la voluntad de sus ciudadanos, y entre quienes consideran que la violación sistemática de los derechos civiles y políticos por parte de los Estados requiere mecanismos e iniciativas que condicionen la escalada represiva instaurada por el PP y desarrollada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Es decir, un debate a abrir en una masa social muy importante de la sociedad vasca.

No faltará quien considere que no hay «nada nuevo bajo el sol», quien diga que es un paso en la dirección positiva aunque insuficiente o quien defienda que no merece comentario. La valoración de esas opiniones dependerá de en qué medida quienes las formulan hayan estado o no siempre al sol que más calienta, no estén instalados en el más estático de los inmovilismos o no sean mudos, ciegos y sordos. Quienes pretendan comprender las dinámicas políticas que marcan la realidad vasca deberán atinar más en su análisis.

El diagnóstico: la fuerza de los hechos

Lo diga Agamenón o su porquero, es un hecho empírico que a treinta años de la puesta en vigencia de la Carta Magna española ninguna de las potencialidades que desde un punto de vista nacional vasco podía haber tenido el pacto estatutario y constitucional se ha desarrollado. En eso la izquierda abertzale acertó y el tiempo le ha dado la razón. El mundo se ha «desarrollado», ha «avanzado» y esos cambios, lógicamente, también se han dado en todas las esferas de la sociedad vasca. Pero en términos exclusivamente políticos la nación vasca sigue dividida administrativamente, atada política y económicamente a dos estados retrógrados e inmovilistas, y supeditada a intereses ajenos. No vale por tanto evaluar en qué medida se ha «avanzado», en abstracto, sino en qué medida nuestro avance como pueblo permanece supeditado a los intereses y deseos de otros.

Incluso quienes no acepten la naturaleza fraudulenta del autonomismo constitucional español deberían asumir el fraude en su desarrollo. Hasta quienes sostengan que el Estado de las Autonomías tiene en teoría una lectura federalista deberían aceptar que su desarrollo práctico ha sido absolutamente centralista y ligado a los intereses unionistas.

Así las cosas, a estas alturas resulta inasumible el empecinamiento de los líderes del PNV en reivindicar su posición en los Pactos de la Moncloa. Una de dos, o les engañaron o ellos engañaron a su pueblo. Defender lo contrario podía parecer plausible cuando los golpes represivos de todo grado se centraban en la izquierda abertzale y cuando el discurso de los estados se concentraba en la ilegitimidad de los medios («todo es posible sin violencia»). Pero hoy en día, toda vez que los tribunales españoles han encausado y humillado a varios de sus parlamentarios, una vez que el Tribunal Constitucional ha establecido que los objetivos también son punibles reduciendo el cerco de «la alambrada» hasta las fronteras del vacío -por no entrar a la involución democrática general que nunca pareció preocupar en demasía a los altos cargos jeltzales-, ni los más fieles de la parroquia ven otros caminos que la claudicación defini- tiva o la rebelión.

Parece lógico que ante ese panorama y la inanidad jeltzale se conforme un «polo alternativo» que a partir de una reflexión de calado desbloquee la situación actual.

Objetivo: construir una estrategia eficaz

A nadie escapa la dificultad del camino, ni los obstáculos externos e internos. Pero ningún otro agente político ha hecho propuesta alguna en términos parecidos. Ni siquiera de cara a buscar un «escenario de paz justa, estable y duradera», tal y como afirma el documento.

La izquierda abertzale persevera así en recuperar el patrimonio utópico que atesora el pueblo vasco, en mantener su espíritu crítico y rebelde, en ejercer de contrapoder y construir alternativas políticas y sociales. En definitiva, llama a poner en valor el capital acumulado en estos treinta años de resistencia y lucha política. Quizás en ese sentido sí que no hay nada nuevo bajo el sol.

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