DURANGOKO AZOKA
Atxaga, Monzó y Bargalló: aperitivo con pedigrí de una edición muy catalana
La edición de 2009, la número 44 de la Feria del Libro y Disco Vascos, tendrá como literatura invitada a la catalana. El anuncio, poco habitual en la Azoka, que no suele ser dada a realizar estos adelantos, tuvo lugar ayer en el transcurso de un encuentro del escritor Quim Monzó y el director del instituto Ramón Llull, Josep Bargalló, con el público de Durango. La «excusa», una charla en la que Bernardo Atxaga ejerció de maestro de ceremonias.
Amaia EREÑAGA | DURANGO
Muchas cámaras, amigos, curiosos y la sala del Elkartegi llena. El tercer vértice geográfico del triángulo donde se desarrolla gran parte de la la vida social de la Azoka -los otros dos son el edificio de Landako y el kafe antzokia Plateruena- acogió ayer uno de los encuentros más esperados de esta edición. La excusa, una charla titulada «Hizkuntza txikiak, literatura handiak» (Pequeñas lenguas, grandes literaturas), aunque, como era de esperar por sus protagonsitas, el encuentro se convirtió en una prolongación de la conversación que mantuvieron la víspera durante la cena. Es decir, sin un guión fijo y con la complicidad por parte del público, que se dejó llevar entre risas -muchas- por reflexiones, anécdotas y mucha información de primera mano.
Entrelos invitados, un escritor tan conocido como Quim Monzón (Barcelona 1952), un virtuoso de las palabras, un autor traducido a numerosos idiomas... y un antisocial, como ha reconocido en numerosas ocasiones. Incluso ayer, aunque sus actos le desdigan. El autor de «Mil cretinos», su último trabajo, reconoce que evita la vida social porque no va con su carácter huraño y a él lo que, le gusta, en realidad es escribir. «Sin embargo, hay un modelo de escritor al que no le gusta escribir, sino que lo que quiere es ser escritor. Se ha hecho una imagen de trasnochado, excéntrico, y piensa que quizás cuando muera se reconocerá el valor de su obra». Hay otras muchas categorías, por supuesto, como la del escritor triunfante, al estilo Tom Wolfe, o aquella variante de «escritor bajo el franquismo, que en Catalunya dio pie a una literatura a veces abominable, hecha siempre con la misma receta: tres gotas de cuestión social, siete de cuestión obrera y un litro y medio de feminismo».
Tras abogar por «limpiar» la literatura de politizaciones, destacó que es el texto en sí lo que cuenta, y ése es el potencial que tienen las «pequeñas grandes literaturas» como la catalana o la vasca para conseguir interesar a lectores de otros lugares del mundo. Porque de eso se trataba, en realidad, de lo que se hablaba ayer: de llegar a un mercado potencial que no se circunscriba únicamente a la lengua propia. Y la manera de llegar es a través de la traducción. «Lo importante es llegar a los lectores potenciales de todo el mundo, conseguir que puedan leerte en su lengua», apuntó Josep Bargalló. En esta «carrera» de buscar la normalización de la literatura catalana se encuentra embarcado el instituto Ramón Llull, que Bargalló dirige, y que les ha llevado a conseguir que su literatura haya sido la primera de una cultura sin estado en protagonizar la prestigigiosa Feria del Libro de Frankfurt, pese a los varapalos de los defensores de las grandes culturas europeas, como la francesa, española y alemana.
¿Pero y qué medida hace que un país sea grande o pequeño? se preguntaba Quim Monzó. «El complejo que tengas», se repondía. Las pequeñas culturas están lastradas por la falta de un estado que las respalde. Pero «si hay conciencia europea es por la traducción», agregó, mientras que destacaba las posibilidades de «cruce» entre las culturas europeas, en contraposición a otro dato muy esclarecedor: en el mercado anglosajón sólo se traduce un 3 por ciento; por tanto, «su visión del mundo exterior es de un 3 por ciento».
No colocan stands -muy costosos, por cierto-, pero sí mandan comerciales que «venden» la cultura catalana, armados con sus catalálogos, de feria en feria o en los centros editoriales . De 150 contactos, surgen entre veinte y treinta contratos para diez escritores. Nada mal. El instituto Ramón Llull que dirige Josep Bargalló -y que podría tener un paralelismo con el instituto Etxepare que ha fundado Cultura de Lakua- es una institución promovida por administraciones de muy diferente tipo (como un país con estado como Andorra, por ejemplo), cuya finalidad genérica es «impulsar la lengua catalana y la cultura que se exprese en ella». Su labor, por tanto, no se centra únicamente en la literatura, y se extiende a expresiones artísticas de todo tipo. En el caso editorial, por ejemplo, impulsa la traducción de los autores catalanes a otras lenguas, ofreciendo ayudas económicas a las editoriales de fuera que quieran incluir en su catálogo a autores catalanes y facilitándoles, a su vez, a traductores (se está intentado rebajar la falta de traductores al persa y al griego actual, por ejemplo, con seminarios específicos). «Cuando no tienes un estado por detrás, tienes que crear tus propias estructuras», apuntó Bargalló.
«Los complicados somos nosotros, no vosotros -dijo con humor Josep Bargalló-. Aquí se debate entre Euskal Herria y Euskadi, pero nosotros tenemos Catalunya, Andorra, nuestro Iparralde en Catalunya nord, País Valenciá, Illes Balears... y hasta un municipio en Cerdeña».
A Atxaga, en Alemania, una periodista le preguntaba reiteradamente por las pequeñas culturas. El escritor le recordó que, cuando Shakespeare escribía, el inglés era un idioma pequeño (el dominante era el francés, en aquella época). «Me miró como las vacas al tren y dijo «¿no se creerá usted Shakespeare?»