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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Repetir mil y una veces la trola

No comparto la sentencia atribuida al nazi Goebbels, según la cual «si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad». Si quien miente lo hace de forma reiterada sólo consigue, a ojos de servidora, convertirse en un mentiroso compulsivo y pesado.

Ayer, en «La Razón», Carmen Gurruchaga explicaba la existencia de ETA: «De acuerdo con mi análisis, sigue ahí, a pesar de los pesares, porque encontró un ecosistema psicosocial, económico y político, en el propio País Vasco, que lo ha hecho posible». ¡Vaya análisis!

Escribía del atentado mortal contra Inazio Uria «y la tímida reacción de sus conciudadanos y muy especialmente de sus ¿amigos? de la cotidiana partida de cartas». Ya empieza la repetición de la trola. Lean, lean: «Como ciudadana vasca, a la que le molesta escuchar el calificativo de `cobarde' referido a la sociedad vasca, he de confesar que lo sucedido con la de la partida de tute conocido por todos, me resulta insuperable. Estoy habituada a casi todo pero no puedo compartir ese hecho cuya pretensión era no echar carnaza a los `españolistas' y no cabrear a los etarras; el terrible dilema de los nacionalistas no violentos». Goebbels, sin duda, tiene muchos seguidores en el periodismo.

Y para rematar la faena, Gurruchaga se adentra en el mundo de la sociología: «Casi todos los azpeitiarras coinciden con ETA en sus fines independentistas, aunque un tanto por ciento elevado, repudian sus métodos. Pero el error estriba en que, con frecuencia, estos nacionalistas vascos piensan que pueden valorar los medios con independencia del fin y viceversa. Es decir, creen posible sentir repugnancia ante los medios de los terroristas, a la vez que entusiasmarse con sus objetivos finalistas (...). Si no fuera así, los nacionalistas no violentos habrían abandonado sus objetivos independentistas hasta que ETA abandone sus métodos violentos para conseguir ese mismo fin». De lo que se trata, no nos engañemos, es de lograr la renuncia de los abertzales. Y si para ello hay que mentir, se miente: «Separar medios y fines es una falacia detestable utilizada por muchos nacionalistas para vivir situaciones censurables como el asesinato de Uria, sin remordimientos. Por eso, la partida de cartas no podré superarla nunca». Lo malo es que en España habrá quien que le crea.

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