Han tenido que pasar veinticinco años desde que Popo Larre se encontrara cercado por gendarmes franceses para que la República reconozca que no ha desaparecido, sino muerto. Las explicaciones, por inexistentes, señalaban con nitidez la dirección de las responsabilidades en la desaparición y muerte del militante abertzale. Cuando se abran los archivos secretos de París, sabremos qué ocurrió. Con Popo, con Naparra y con Pertur