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Confesiones de un maquiavélico político de misa diaria

«Il divo»

Dentro del resurgir del cine italiano destaca la personalidad renovadora de otro cineasta napolitano, el emergente Paolo Sorrentino, que en el pasado Festival de Cannes se hizo con el Premio del Jurado. En su cuarto largometraje, con el operístico titulo de «Il divo», traza la caricatura de Giulio Andreotti con la complicidad del camaleónico Toni Servillo.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El cine italiano vuelve a ser lo que fue, por más que en el extranjero cueste reconocerlo. Se quiere meter a los nuevos cineastas del país transalpino en el mismo saco de la decadencia política de la era Berlusconi, cuando esta situación sirve por contra de estímulo a quienes no están dispuestos a dejarse nada en el tintero con sus películas.

El triunfo de «Gomorra» en los premios del cine europeo confirma el excelente momento por el que atraviesa la producción italiana, ya que el único que podía hacer frente a Matteo Garrone, a la hora del balance anual en el viejo continente, era su paisano Paolo Sorrentino, otro napolitano que ha mandado en la recta final del 2008, gracias a que el filme «Il divo» se ha convertido en referencia obligada para la crítica internacional, más aún desde que obtuviera en Cannes el Premio del Jurado.

Modestia aparte, Sorrentino es el primero que no se quiere comparar con los maestros clásicos italianos en los que se ha inspirado para realizar «Il divo», especialmente con Elio Petri. Su manera de hacer cine político respondía a las necesidades de su tiempo, y por eso seguía un lenguaje deudor del cine de acción característico de los 70. Los años no han pasado en vano y ahora se impone una mirada más irónica, en la medida en que la denuncia ha sido sustituida por un sentido crítico de la historia más escéptico y desprovisto de los viejos sueños de cambio.

Paolo Sorrentino practica el cine de personajes, aunque en sus tres anteriores largometrajes éstos habían sido inventados. En su cuarta realización se ha sentido preparado para atreverse con una figura real, con nada menos que el mayor monstruo de la política italiana. Para trazar la caricatura de Giulio Andreotti ha confiado en su actor predilecto Toni Servillo, a pesar de que no guarda el más mínimo parecido físico con el senador vitalicio. El intérprete ha tenido que hacer gala de su vena camaleónica para transformarse en un Andreotti cinematográfico, y su creación ha sido comparada con el Nosferatu que Max Schreck hizo para Murnau. Saca lo que de vampiresco hay en el aspecto externo de este anciano encorvado y de manos largas y blanquecinas, a la vez que la cámara lo sigue caminando por el Quirinal con movimientos fantasmagóricos, como una sombra que se desliza por los laberintos del poder. La imagen que la película proyecta de Andreotti es algo terrorífica, en cuanto que emana de la ambigua y compleja naturaleza de este ser maquiavélico, situado por encima del bien y del mal, hasta el punto de reunir en su persona los apelativos contrapuestos de El Divino y Belcebú.

A Andreotti también le llaman «El Incombustible», pues el próximo mes cumplirá los 90 años, tras haber sido el político más influyente en Italia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Otro de los apodos con los que se le conoce es el de «El Equilibrista», porque siempre se ha salvado de la quema con sus manejos y relaciones en las altas esferas, saliendo indemne de cuantas acusaciones han habido contra él.

El líder de la Democracia Cristiana sobrevivió a la muerte de Aldo Moro, pese a ser el mayor interesado en la desaparición de su más directo rival interno. El «caso Tangentópolis» (ciudad de los sobornos) puso en evidencia su capacidad para superar cualquier crisis política y a la caída del gobierno, ya que ni la campaña «Mani Pulite» (manos limpias) pudo con él. La película pone un deliberado énfasis en los dos besos que dicen Andreotti dio al jefe mafioso Totó Riina, pero lo cierto es que el Proceso de Palermo no le supuso ninguna condena por sus tratos en secreto con ese crimen organizado. Los hechos probados de corrupción eran anteriores a 1980, por lo que el tribunal considero que tales delitos habían prescrito.

También con el Vaticano

De las conexiones de Andreotti con la Mafia se sabe por los propios testimonios del arrepentido Tomaso Buscetta, quien esperó a que el senador vitalicio dejara el poder para hacer su definitiva y reveladora declaración. A tenor de tales manifestaciones cabe concluir que sobre la conciencia de Andreotti pesan los asesinatos del periodista Pecorelli, el general Dalla Chiesa y los jueces Falconi y Borsellino. Una larga lista extensible a muchos otros, entre los que hay que incluir el suicidio de Licio Gelli, maestre de la logia secreta Propaganda Due, en relación con el escándalo del Banco Ambrosiano.

Con la Iglesia hemos topado, debido a que el tantas veces ministrable mantenía con El Vaticano un vínculo tan estrecho como el que podía tener con la Mafia. Hombre de misa diaria cree en la confesión, así que Paolo Sorrentino no deja pasar la oportunidad de hacer hablar a cámara a Toni Servillo, reafirmándose como alguien a quien los humanos no pueden juzgar, pues para algo ha ejercido de asesor de los distintos Papas, que es tanto como decir que tiene línea directa con Dios.

El ambiguo e impenetrable Andreotti llegó a admitir ser un pecador, pero solamente moderado, en ningún caso como para ser condenado directamente al infierno por estar detrás de acciones criminales. Detrás de su intrincada personalidad se oculta la quintaesencia del poder sibilino, que es el saber aplicar las dotes de mando bajo una apariencia democrática. Es de los que han dirigido los destinos de Italia en la sombra, sin dar la cara o hacer ejercicio de ostentación al modo de los dictadores. Por eso, Sorrentino sabía muy bien que podía atacarle sin miedo a ser denunciado, ya que Andreotti jamás pierde las formas y no va a entrar en pleitos. Es el precio a pagar por mandar en un país entre bambalinas, a cambio de no desgastarse y continuar ligado de todas las maneras posibles a los puestos decisorios.

DECLARACIONES

En declaraciones al diario «La Repubblica», Giulio Andreotti calificó el filme de «maléfico». «Me retrata como a un cínico, y no lo soy», manifestó el ex presidente después de ver la película en un pase privado.

GIULIO ANDREOTTI

El ex presidente italiano fue líder de la Democracia Cristiana durante décadas, 25 veces ministro y siete presidente del Consejo. Fue juzgado por corrupción, sin que finalmente llegase a ser condenado.

Toni Servillo triunfa en los premios del cine europeo

El actor Toni Servillo está de plena actualidad tras haber triunfado en los recientes premios del cine europeo, por sus trabajos interpretativos en «Il divo» y en «Gomorra». El pasado año ya se convirtió en el rostro de moda del cine italiano al protagonizar la película de suspense «La ragazza del lago», que acaparó los David Di Donatello con diez estatuillas, entre ellas la de Mejor Actor. No era la primera vez que Servillo se hacía con ese galardón, pues ya fue a parar a sus vitrinas como fruto de su anterior colaboración con Paolo Sorrentino en «Las consecuencias del amor». Allí encarnaba al misterioso Titta Di Girolamo, un hombre encerrado durante años en un hotel. La dificultad de tan hermético personaje residía en la ausencia de diálogo, habiendo de expresarlo todo de un modo físico a través de sutiles miradas y mínimos gestos reveladores. De ahí que siempre destaque por su capacidad camaleónica, ya que el extraño mafioso de «Las consecuencias del amor» nada tiene que ver con el asesor de la Camorra napolitana que luego ha personificado a las ordenes de Matteo Garrone en «Gomorra», siendo el único profesional de renombre dentro de un reparto completado por figurantes locales.

M. INSAUSTI

Los cuatro largometrajes de Paolo Sorrentino

El joven realizador napolitano Paolo Sorrentino comenzó como guionista escribiendo para Antonio Capuano la película «Polvere di Napoli». Después de dirigir los cortometrajes L'amore non ha confini» y «La notte lunga» debutó en el largo con «Un hombre de pie», historia sobre dos personajes homónimos, un futbolista y un cantante que coinciden a resultas de un concurso televisivo, y que arrastran sendos fracasos vitales en común.

Aunque esta ópera prima fue presentada en el 2001 en la Mostra de Venecia y suponía el inicio de su estrecha colaboración con el actor Toni Servillo, el éxito le llegó con su segundo largometraje «Las consecuencias del amor», que recibió cinco premios David Di Donatello. La película le granjeó fama de cineasta introspectivo y nada convencional, provocando reacciones entusiastas y de rechazo a partes iguales, aumentadas a propósito de su siguiente minoritaria realización «El amigo de la familia», obra surrealista de corte abiertamente felliniano, construida alrededor de la figura de un disparatado usurero. Pero «Il divo» le ha devuelto el reconocimiento crítico.

M. INSAUSTI

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