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Las heridas de la guerra en bosnia 16 años después

«Ni en un mes podría contarte lo que viví; entendí el significado de la limpieza étnica»

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Ainara LERTXUNDI | DONOSTIA

«Lo único que nos ayuda es que se aprese a todos los criminales de guerra para mirarles a los ojos y preguntarles `¿por qué has hecho esto?' Para mí, la guerra no ha acabado porque todavía están en libertad», afirma en la entrevista a GARA Bakira Hasecic. Sus manos se entrelazan haciéndose prácticamente una. Las uñas clavándose en la piel y un profundo y continuo suspiro mientras responde a las preguntas denotan el dolor y las heridas dejadas por la guerra. «Heridas que jamás se podrán curar. Las secuelas y traumas siempre quedan. Nos despertamos y dormimos con ellos; vivimos con ellos», señala mientras toma aire. Sentada a su lado, Meliha Merdij prefiere guardar silencio. Su madre estuvo en un centro de violación convertido ahora en un hotel spa. Ella misma fue violada con 13 años y escondida a escasos metros de su casa, escuchó los disparos que acabaron con la vida de su padre y hermano, y las súplicas de su madre, que logró sobrevivir. Ambas forman parte de la asociación. La mirada de Meliha se pierde en la habitación mientras, con un leve gesto, asiente lo que Bakira va diciendo.

En la asociación tienen registradas 25.000 mujeres violadas, la gran mayoría de Bosnia y musulmanas, aunque también las hay croatas y serbias de matrimonios mixtos.

SOS Balkanes trajo a Donostia su testimonio dentro de unas jornadas sobre la guerra.

Visegrad, abril de 1992.

Estuve trabajando 20 años en el Ayuntamiento de Visegrad. La mayoría de mis amigos y compañeros de trabajo eran serbios, porque antes de la guerra no hacíamos distinciones entre bosnios y serbios. Cuando Serbia y Montenegro agredieron a Bosnia-Herzegovina, ambos ejércitos entraron en mi ciudad y la ocuparon. Estaba encerrada en casa con mi marido y mis dos hijas. La primera vez que me cogieron, los serbios me llevaron al cuartel de la Policía de Visegrad. En esa ocasión, me violaron Milan Lukic y otros dos hombres. Lo mismo le ocurrió a mi hija en casa, que está cerca del puente sobre el río Drina. Además, nos robaron todo lo que pudieron. Todos los días veía cómo mataban a la gente en ese puente. Lo que viví en esos momentos no podría contártelo ni aunque estuviera hablando un mes. Es algo horrible. En ese momento comprendí el significado de la limpieza étnica, y que quienes estuvieron planeando la agresión, usaban la violación como el arma más fuerte. Desde ahí encontramos la fuerza para formar esta asociación con el único objetivo de que los criminales de guerra no se queden sin su sentencia.

Fruto de tanta violación, muchas quedaron embarazadas. En la película «Grbavica», Esma oculta su verdadero origen a su hija Sara, que acaba enterándose de las circunstancias que rodearon su nacimiento.

En la asociación tenemos 15 mujeres que tuvieron un hijo tras ser violadas. Algunas los mantuvieron con ellas, pero sin revelarles la verdad, otras los dieron en adopción o los dejaron con quien las habían violado. En la asociación solemos recibir cartas de esos niños, ahora adolescentes, preguntando quiénes fueron sus madres porque quieren contactar con ellas.

Han pasado 16 años, pero las heridas siguen abiertas.

Lo que ha pasado no se puede curar. Las heridas y secuelas siempre quedan. Despertamos y dormimos con ellas; vivimos con ellas. Muchas de las niñas y mujeres no van a poder tener hijos, otras no quieren formar una familia ni tener a los hombres cerca, a muchas las han abandonado los maridos. El objetivo de los cetnik -serbios- era destruir a las familias y lo han conseguido. Casi todas las mujeres tienen problemas de tiroides y de azúcar. En 2006, se juntaron con nosotras los hombres que fueron violados. Ellos también lograron sobrevivir quizás a cosas peores que nosotras. Les violaban con diferentes objetos. Es casi imposible explicar lo que vivieron. A muchos los castraron o les obligaron a tener relaciones sexuales entre ellos. También obligaban a un padre a violar a su hija o al hijo a su madre. Era una barbaridad.

Afirma tajante que la guerra para usted no ha acabado.

No, porque los criminales de guerra siguen libres. Por ellos no podemos volver a nuestras ciudades, por donde se pasean libremente. Es muy difícil regresar a tu pueblo y ver al que te ha violado y matado a tu familia.

Cuando atrapan a un criminal de guerra y vamos al juicio, él tiene puestas las esposas, no tiene armas, pide el perdón de las víctimas y ofrece dinero para que cambiemos nuestros testimonios. Verlo así, con las esposas y saber que no te puede hacer nada, es lo mejor que me puede pasar. Cuando se detenga a todos los criminales de guerra será un alivio. Muchos se han escapado al extranjero y han cambiado de identidad. Aún así, hemos conseguido encontrar a algunos. La información que recabamos la entregamos al Tribunal Penal Internacional de La Haya y de Bosnia. Las víctimas nos hemos convertido en policías; hacemos lo que ellos y los tribunales deberían de hacer.

Muchos están trabajando en la Policía en la República Sprska, donde los tratan como a héroes. ¿Os imagináis qué puede sentir la víctima al ver a esa persona que durante la guerra cometió tantos crímenes con uniforme y «cuidando» a la gente en esa ciudad? Muchas de las víctimas cuando los ven bajan la cabeza como si fueran las culpables.

En 2001, un tribunal internacional condenó a Zoran Vukovic, Radomir Kovac y Dragoljub Kunarac por la comisión de crímenes sexuales en Foca. Por primera vez, se consideraban un crimen contra la humanidad.

Así es, fue la primera vez que la violación era definida como crimen de guerra. Cuando la ONU formó el Tibunal Penal Internacional de La Haya, no sabíamos tan siquiera si íbamos a sobrevivir. Nos utilizaron como el arma más fuerte de la guerra, sobre todo a las niñas, que tenían entre 14 y 18 años y que estuvieron en campos de concentración muchos meses e, incluso años. Las trataban como si fueran objetos. Muchos de los comandantes serbios les decían a sus soldados que si hacían tal cosa, les entregarían una niña de 11 años, virgen, y que ellos serían los primeros. Eras como un exclavo, tenías que hacer todo lo que te decían porque si no te mataban, aunque a veces querías que lo hicieran. A pesar de todo, soy feliz por haber sobrevivido y así poder hablar y mirarle a los ojos al criminal de guerra.

La sentencia contra Boban Simsic supuso un jarro de agua fría. Le impusieron cinco años de cárcel por «ayudar» a cometer desapariciones y violaciones.

La condena inicial de 5 años fue ampliada a 15 porque le acusaron de una matanza. Nunca me hubiera imaginado que no lo iban a juzgar por violación. En su caso, 10 mujeres testificaron que las había violado. Lo que más me gustó es que su esposa iba al juicio y escuchaba los testimonios de las mujeres violadas. Pudo ver con quién estaba viviendo, quién era su marido.

«Nunca he querido ni he pedido protección porque ellos tampoco se escondían»

¿Cómo la valora la labor de la Sala de Crímenes de Guerra del Tribunal estatal de Bosnia-Herzegovina?

Radovan Stankovic fue el primer criminal de guerra en ser transferido de La Haya a Bosnia. Inicialmente fue condenado a 16 años de prisión por torturar, violar y esclavizar a mujeres no serbias en Foca en 1992. La pena fue ampliada a 20 años tras la apelación.¡20 años cuando violó sistemáticamente a mujeres y niñas! Y encima le envían a la prisión de Foca, al mismo lugar donde cometió los crímenes de guerra. De esa forma le dejaron salir, aunque luego dijeron que se había escapado. Era un claro mensaje a toda la población no serbia: «No vuelvas porque Stankovic está en libertad». Para nosotros, lo mejor sería que La Haya mandara a sus jueces y abogados a Bosnia. Pedimos al Consejo de Seguridad de la ONU que prolongue el mandato del Tribunal de La Haya, porque Ratko Mladic, uno de los peores criminales de guerra, y otros todavía están sueltos.

La ausencia de programas de protección de testigos es una de las reclamaciones habituales de quienes testifican en procesos de genocidio.

Todo el testimonio se entrega a la defensa, por tanto, él sabe lo que has dicho. No obstante, yo nunca he querido ni he pedido protección porque ellos tampoco se escondían. Cuando fui a testificar, todo Visegrad se enteró y tuve bastantes problemas. Ellos intentan de todas las maneras posibles amenazar y presionar a las víctimas y testigos. Aún así, hemos logrado que las víctimas no tengan miedo a aparecer en el juicio y a testificar frente al criminal de guerra que niega haber estado en ese lugar y momento, que alega que hay otra persona con el mismo nombre y apellido y, al final, dirá que jamás ha nacido.

¿Cómo vivió la detención de Karadzic?

Para mí ese día significó que la justicia va a vencer. En el juicio, la única imagen que tenía era de Karadzic diciendo en Sarajevo que «si hace falta, haremos desaparecer a todos los musulmanes». Varias ONG y yo nos reunimos con el fiscal para pedirle que incluyera en la acusación la violación sistemática y masiva porque ésa era parte de su estrategia de limpieza étnica.

¿Qué le diría a la comunidad internacional?

Que en 1992 no nos ayudaron, pero ahora pueden hacerlo y arreglar lo que no hicieron antes. Lo mejor que pueden hacer es no dejar que Bosnia esté dividida, sino que la dejen como era antes; una Bosnia entera para todos sus ciudadanos. El trabajo lo deben hacer los tribunales para que nuestros hijos y nietos puedan tener una vida normal. Ya es suficiente con 16 años de sufrimiento.

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