Amarika X. Inmersiones: dispositivo para atender a las próximas producciones de arte y cultura que quieran darse a conocer.

¡Por fin una buena noticia para el arte local! Quizá una oportunidad. Suena bien. Reapertura de la sala Amarika de Gasteiz, se trazan líneas de actuación, una gran intención, rastrear el tejido artístico, los propios artistas colaboran, diseñan...

Preparados... listos... ¡ya! ¡Katacroch! El buzo, nada más tirarse, se pega contra el fondo. El fondo está mucho menos profundo de lo que se pensaba. La inmersión que se quiere hacer se queda cerca de la superficie. De golpe y decreto sólo se puede hacer visible el arte producido por los pececillos y pececillas que nadan a menos de 35 años de profundiedad. Sólo estos vivarachos pescados sirven para «fomentar el pensamiento crítico y divergente», «crear tejido cultural y artístico» y demás objetivos de la convocatoria.

Los viejos calamares, meros y rapes que olvidados nadan tranquilos en aguas más profundas, verán los anzuelos y los apetitosos cebos, pero no podrán acercarse a ellos. Las redes de arrastre pasarán por encima de sus cabezas sin posibilidad de caer en ellas para que los saquen a la superficie.

Yo, como tímido y viejo atún de 48 años, seguiré en mi remota y profunda cueva investigando con las posibilidades artísticas de las burbujas. Esperaré a que en la siguiente inmersión envíen a algún pescador de quisquillas. Seguro que éstos buscan con mucho más detalle. Esperaré a que algún pescador me encuentre y me saque a la superficie. Mientras, continuaré yendo a clases de delfín, a ver si aprendo a saltar yo solo por la superficie.

Por si acaso el pescador de quisquillas ya está inmerso, tengo como un metro ochenta de longitud, alguna escama se me ha empezado a caer, quizá menos brillo en el exterior... y, sobre todo, que no se despiste, que aunque en estos momentos se me haya quedado cara de besugo, sigo siendo atún.