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La industria, fábirca del paisaje

Destino final para los monumentos de lo no bello

El arquitecto Iñaki Uriarte ofreció una conferencia, organizada por GARA, en la que subrayó la importancia de la industrialización en Euskal Herria y analizó la estética que se esconde tras los diferentes paisajes que esa época ha dejado en multitud de puntos de nuestra geografía. Frente al derribo, apostó por la conservación de esos «monumentos».

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Ruben PASCUAL

No cabe duda de que la industrialización de Euskal Herria durante los últimos siglos alteró el paisaje natural para dejar paso a infinidad de fábricas que, sin buscarlo, se convirtieron en «monumentos industriales». Partiendo de esa idea, el arquitecto Iñaki Uriarte ha evaluado la influencia que tuvo esa fase de desarrollo económico en el ámbito arquitectónico.

La conferencia fue organizada por GARA y tuvo lugar ayer al mediodía en el auditorio del museo Guggenheim, cuyo patio de butacas estaba ocupado casi al completo. Durante su exposición, Uriarte consiguió atrapar al público imprimiendo ritmo a su discurso valerse de distintos elementos -como la proyección de fotografías y dibujos o la audición de piezas musicales- que en todo momento dieron respaldo a sus palabras.

Artes útiles

Iñaki Uriarte subrayó que estos paisajes industriales constituyeron auténticas «obras de las artes útiles» porque, generalmente, se concibieron «sin propósitos artísticos pero de acuerdo a los estilos del momento de su implantación».

Desde su punto de vista, estas construcciones sólo han sido apreciadas hasta el momento por su capacidad productiva, y criticadas por su impacto y por ser opuestas a los conceptos tradicionales de «hermosura». Sin embargo, la decadencia productiva de estas instalaciones, a juicio de Uriarte, creó «un paisaje en declive, una emoción reflexiva rodeada de un áurea de romanticismo que concede una identidad atractiva a estos monumentos laborales».

Con el paso del tiempo, ese declive ha impregnado de expresividad y atractivo ese paisaje industrial tan propio de nuestra tierra. «Actualmente, la variedad y la variación de los ideales artísticos pone en consideración aquello que anteriormente aparecía cono valor negativo o no valor», comentó.

No obstante, aseguró que la admiración por los paisajes industriales no es nuevo y recordó la pareja de fotógrafos alemanes Bernd y Hilla Becher fueron pioneros en la fotografía industrial allá por los años 60 del pasado siglo, aunque anteriormente se habían plasmado escenas similares en otro tipo de disciplinas artísticas, especialmente en la pintura.

Admitió que la industria y las postales creadas por sus fábricas están teñidas de notas negativas (ruido, contaminación...), pero instó a apreciar «las cualidades que nos pueden aportar esos paisajes que se construyeron para ser útiles y no bellos, haciendo así referencia a la estética de lo no bello, la poesía de lo no poético».

Por ello, criticó «el derribo por el derribo» y abogó por conservar esos paisajes reconsiderando su uso para otras funciones y «transformar la dinámica, el ruido y la funcionalidad en estática, silencio y estética».

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