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Ainara LERTXUNDI Periodista

Una carta de derechos incumplidos


El París de 1948 fue testigo privilegiado de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que el miércoles cumplió 60 años. Si más allá de las buenas intenciones hubiera tenido algún efecto práctico, otra sería la historia.

En sus artículos prohíbe, por ejemplo, la tortura y las detenciones arbitrarias. Justo esta misma semana, dos hechos han vuelto a dejar en evidencia que nada de eso se cumple, ni antes ni ahora.

La Plata, Argentina, diciembre de 2008. De todos es conocido que los militares y sus colaboradores no se anduvieron con chiquitas. Pero en palabras del presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense, «en pocos lugares del mundo» han visto lo que acaban de descubrir en el centro clandestino de detención de Pozo de Arana. Esos 10.000 restos calcinados vienen a apuntalar los testimonios de los sobrevivientes. Curiosamente, uno de ellos, Jorge Julio López desapareció misteriosamente en 2006, en «plena democracia».

Colombia, 2008. Ante las evidencias, al vicepresidente Francisco Santos no le ha quedado más remedio que reconocer la falta de políticas para frenar las desapariciones y los desplazamientos. A diario, entre dos y tres personas desaparecen en el país, que ha alcanzado el récord de desplazados.

El propio ex presidente de EEUU Jimmy Carter ha afirmado que «el mundo se halla hoy en el nivel más bajo de cumplimiento de los derechos humanos desde que se aprobó».

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