Sarkozy se erige en el paladín de una UE basada en «estados fuertes»
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, arremetió contra los que han criticado su personalista Presidencia de turno de la UE defendiendo una Europa con estados fuertes. Sólo le faltó reivindicar que «Europa soy yo» en su despedida ante el Parlamento de Estrasburgo.
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El presidente francés, Nicolas Sarkozy, arremetió contra los «integristas europeos» y defendió una Europa con «estados fuertes y rostros para hacer avanzar la Unión».
En su despedida ante el Parlamento de Estrasburgo como presidente de turno de la UE, Sarkozy hizo balance de los últimos seis meses, pero sobre todo aprovechó para insistir en su idea de una nueva Unión Europea o, lo que es lo mismo, para defender su método enérgico y voluntarista de presidirla, unas maneras que han provocado rechinar de dientes en las cancillerías europeas y ha hecho tambalearse el eje franco-alemán.
«He intentado hacer que Europa cambie y creo que así ha sido», reconoció el inquilino del Elíseo en referencia a su mandato al frente de los Veintisiete para añadir a continuación que «Europa también me ha cambiado a mí». Subrayó, no obstante, que «es una locura construir Europa contra las naciones y los estados», pues «la peor forma de hacer Europa es obligar a los ciudadanos a elegir entre su país y la UE».
En su repaso a los principales dossieres de los últimos seis meses de presidencia de turno francesa, Sarkozy destacó la «rápida» intervención para frenar la guerra en Georgia y la respuesta común a la crisis financiera y económica.
Respecto a este último punto, reconoció que hubo «dudas, titubeos y malentendidos», pero insistió en que los países de la UE viven situaciones muy distintas y que «no es fácil ofrecer a todos la misma política, más en un momento en el que algunos países van a tener elecciones», dijo, en un recado a algunos de su colegas.
Además, reivindicó la «importancia» del acuerdo unánime alcanzado la pasada semana por la cumbre de la UE para luchar contra el cambio climático a pesar de las diferencias previas y aseguró que los retoques aprobados buscaban satisfacer las demandas de varios gobiernos y que los objetivos medioambientales no provocasen una «explosión social» en esos países.
Escasas críticas
Los principales grupos parlamentarios, el Popular (derecha) y el Socialista (socialdemócrata), coincidieron en dar buena nota a la presidencia de Sarkozy. Las críticas llegaron desde el verde Daniel Cohn-Bendit, que criticó la «gestión de veleta» del presidente francés y arremetió duramente contra sus pretendidos éxitos. Sarkozy le respondió irónico que «he logrado cambiar Europa, pero no al señor Cohn-Bendit». El inquilino del Elíseo confirmó así por partida doble su natural presuntuoso. Europa sigue ahí y el antiguo líder del Mayo del 68 ya hizo su cambio hace tiempo, desde posiciones revolucionarias a los «bailes de salón» europeos.
Más comedido que el alemán y fiel al carácter británico, el jefe del grupo liberal, Graham Watson, invitó a Sarkozy a ser menos omnipresente a partir del 1 de enero y a dejar hacer a la Comisión de Bruselas.
Por ahí no pasa el francés, quien amenazó con nuevas iniciativas, incluida la de presidir una reunión del Eurogrupo. «No sería positivo para Europa que Francia se quede quieta porque haya completado seis meses de Presidencia de la UE».
Liderados por Nicolas Sarkozy, los principales dirigentes de la UE criticaron a Vaclav Klaus, presidente de la República Checa, país que asumirá la Presidencia de la UE, por su euroescepticismo.
El Gobierno checo rechazó las críticas y justificó la negativa de Klaus a izar la bandera de la UE en su palacio presidencial, el castillo de Praga, recordando que es un símbolo del Estado checo y no de Europa.
Los expertos vaticinan que el nuevo Gobierno de Rumanía, liderado de urgencia por el conservador Emil Boc, no podrá cumplir las promesas que realizó al encontrarse el país en plena y voraz crisis económica.
La Comisión de Bruselas y su presidente, Jose Manuel Barroso, salen muy debilitados tras el semestre francés, que ha consagrado el retorno de los gobiernos a primer plano, una tendencia que apunta a perdurar.
En privado, el Elíseo critica con dureza a la Comisión, a la que acusa de «haber ido a rebufo» todos estos meses y de haberse enrocado en las «virtudes» de la autorregulación frente a la crisis financiera.
Junto a París, Berlín y Estocolmo (Suecia) han acusado a Bruselas de dogmatismo en la aplicación de las recetas presupuestarias, más aún en momentos en que tratan de evitar el colapso total de los créditos.
Los analistas coinciden en destacar la pusilanimidad de Barroso -casualmente ratificado en el cargo por un año- aunque le disculpan en parte recordando que Bruselas tiene escaso margen de maniobra cuando un estado fuerte como el francés asume la Presidencia de la UE.
La decisión de la UE de no reducir el número de comisarios en deferencia a Irlanda puede condenar definitivamente a la Comisión al limbo político. GARA