Bush, el maldito, y el saco de la avaricia
Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
No hay mejor cortina de humo para ocultar las propias miserias que señalar a un enemigo y tratar de concentrar en él todas las iras.
La historia está llena de ejemplos, de cabezas de turco servidas en bandeja para conjurar escenarios de crisis de todo tipo.
Pero, ¿qué ocurre cuando el descalabro es tal que escapa a toda justificación? ¿Qué pasa cuando no hay enemigo externo al que culpar?
Basta con aplicar el mismo esquema pero redirigiendo el punto de mira hacia alguien o algo que está en las propias filas. Siempre habrá políticos más odiosos o torpes o grupos de interés que concentran fácilmente las iras del populacho.
El zapatazo a Bush ha servido para seguir haciendo risas con la personificación del exceso en política que tan bien representa el tejano. Los mismos que aquí te mandan a la cárcel por increpar a un edil justifican allí que el periodista iraquí dedicara además al presidente de EEUU el mayor insulto en el mundo árabe («perro»).
Ya se sabe... sólo se tortura en Guantánamo y el belicismo de EEUU empieza y termina en Irak. ¿Afganistán? Misión humanitaria a tiros.
Pasa algo parecido con la crisis. Los malos-malos son los bancos y aledaños por su excesiva avaricia. El resto de los que medraron, medran y medrarán en un sistema basado precisamente en la avaricia (¿qué es si no el capitalismo?) son todos unos santos varones. Y nosotros, unos desagradecidos.