Crónica
Badiola llena el Velódromo de ruido, pero Aperribai se lleva las nueces
En un año, Iñaki Badiola ha logrado acumular dos peticiones de remoción y un número incontable de adversarios o enemigos que reivindica orgulloso. Pero también aglutina el enorme caudal de frustración que acarreó el descenso. La Junta demostró que la Real necesita una dirección, pero necesita sobre todo pasar por el diván.
Ramón SOLA
El subidón del gol de Ansotegi en el minuto 92 no sirvió de bálsamo. Y tampoco la amplitud del Velódromo, que separaba a los dos bandos enfrentados. Como se temía, la Junta de Accionistas se convirtió más en una especie de catarsis colectiva muy mal enfocada que en el debate sosegado que reclama la situación desesperada del club. Una catarsis que amenaza con desembocar directamente en el harakiri y cuyo clímax fue la bronca monumental con la que los «badiolistas» impidieron a Jokin Aperribai explicitar sus planes. «Aperri-ez», rezaba una pancarta en la tribuna, que fue sin duda el mensaje más suave que recibió el candidato.
El presidente, Iñaki Badiola, no contribuyó precisamente a templar los ánimos. Lo que presentó como «informe de gestión» era en realidad un listado interminable de enemigos de los que se declaró víctima (hubo luego quien le comparó con Jesucrito crucificado). En ese totum revolutum tenían especialmente protagonismo las an- teriores directivas, la Diputación, ``El Diario Vasco'', «tres familias y cuatro partidos» y algo difuso que Badiola define como «la oligarquía». Pero también entraban el ex presidente Larzabal, el gerente Otegi, un accionista importante como Manolo Malvido, algún «mito que se ha bajado del póster», los jugadores que mantienen sus sueldos de Primera -todos menos seis, según dijo-, «el Málaga de la familia Sanz» y hasta el jeltzale Iñaki Anasagasti.
Desde las gradas, algunas voces ampliaron todavía más esta relación, con gritos puntuales como «Mikel Alonso paquete» o «Arconada chaquetero». Aunque lo más coreado fue «Diputación manipulación», «Diario Vasco, qué puto asco», «Que se vayan» y «A por ellos».
Mientras a Aperribai no se le pudo oír, Badiola desgranó titulares a velocidad de vértigo. Ahí van media docena, aunque podrían ser 25 más: «Estamos extirpando el tumor de la corrupción en la Real»; «Me critican por no subir los mismos que nos bajaron», «Estamos destapando la farsa del fútbol español», «Nos encantaría pagar sueldos de Champions, pero hay que ganarlos en el campo», «No hemos venido a tapar los agujeros del queso Gruyere» o «Soy el único presidente de la Real que en estos ocho años no ha engordado, sino que he adelgazado física y económicamente».
Paris Hilton, última traca
Badiola había puesto el ruido, pero faltaba ver quién se llevaba las nueces. A las 22.20 se hizo por fin el silencio, tras un par de intervenciones que animaban a enterrar las hachas de guerra y a unir a todos los sectores. Comenzó el desfile para votar, que se prolongó durante dos horas. Hasta John Benjamin Toshack repartía su flema por los pasillos, aunque aquello sonaba sólo como la calma que precede a la tempestad.
A las 0.40 se escribió el epílogo de la «era Badiola» y parte de la grada volvió a tronar. Aperribai ganó a la chita callando. Pero el mejor final sería que la Junta de ayer quede para la historia de la Real Sociedad sólo como un descorazonador desahogo, como el esperpento con el que se despidió Badiola, posando ante los medios con una camiseta que decía «Fans malintencionados de Paris Hilton» en respuesta a una comparación hecha por su antecesor Juan Larzabal. Y que la votación marque un punto de inflexión para que el club recobre el vuelo.