Javier Retegui Ayastuy Presidente de Eusko Ikaskuntza - Sociedad de Estudios Vascos
Eusko Ikaskuntza: noventa años y mucho por hacer
El tiempo no justifica por sí solo su existencia. Por ello agrada constatar que en su 90 cumpleaños Eusko Ikaskuntza puede presumir de mucho más que de «canas» Desde nuestro pequeño rincón de la vieja Europa, los vascos también tenemos algo que aportar. Y para eso, son más necesarias que nunca instituciones como Eusko Ikaskuntza
En el Palacio de la Diputación de Gipuzkoa, a las diez y media del día 22 de diciembre de 1918, bajo la presidencia del señor don Julián de Elorza, se reunieron los delegados nombrados por las secciones del Primer Congreso de Estudios Vascos, para formar parte de la Junta Permanente de la Sociedad del mismo nombre». Con estas palabras comienza el acta de constitución de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, institución creada hace ahora 90 años a iniciativa de las Diputaciones Forales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa como instrumento estable y permanente para el desarrollo de la cultura vasca
Durante su primera etapa de vida, Eusko Ikaskuntza organizó Congresos y Asambleas en torno a aspectos relacionados con la enseñanza, las cuestiones económico-sociales y el ordenamiento administrativo. Vivero del que surgió Euskaltzaindia-Academia de la Lengua Vasca, sentó las bases teóricas de las futuras ikastolas y editó los primeros textos escolares en euskera. Del seno de Eusko Ikaskuntza emergieron las iniciativas pioneras para la instauración de una Universidad Vasca, y una brillante y plural nómina de socios redactó en 1931 el primer proyecto autonómico de la historia vasca, que la historiografía denomina «el Estatuto de Estudios Vascos».
Tras la Guerra Civil sus actividades quedaron proscritas en territorio peninsular, pero ello no fue obstáculo para la celebración de sendos Congresos de Estudios Vascos en Biarritz (1948) y Baiona (1954), encuentros históricos por cuanto permitieron el reagrupamiento de las gentes de la cultura dispersas por los cinco continentes.
Desde que en septiembre de 1978, la Asamblea General de socios reunida en Oñati aprobó su revitalización, Eusko Ikaskuntza ha desarrollado de forma ininterrumpida una labor científica y cultural cada vez más amplia en sus contenidos y de mayor alcance geográfico, llevando así a efecto lo que en aquella fecha demandó su Presidente, José Miguel de Barandiarán: «que nuestra Sociedad sea centro de investigaciones y de estudios vascos, centro de unión o convergencia de todos los vascólogos de aquí y de todo el mundo».
Noventa años, ciertamente, es mucho tiempo. Pero el tiempo, bien que otorgue venerabilidad a toda institución, no justifica por sí solo su existencia. Por ello agrada constatar que en su 90 cumpleaños Eusko Ikaskuntza puede presumir de mucho más que de «canas». Porque, siendo una entidad orgullosa de su pasado, no lo vive con nostalgia ni anclada en sus años dorados, sino que esa memoria funciona como acicate para seguir trabajando sobre el presente donde cada día, entre todos, vamos labrando lo que será el futuro, un futuro que quizá nosotros no veamos pero al que no seremos ajenos en la medida que «el pasado y el futuro llegan siempre a interrogarse y a contestarse mutuamente por encima del presente», como afirmara Gonzague de Reynold.
Vivimos un momento de trascendentales mutaciones que nos obligan a repensar en profundidad el modelo de civilización que queremos, el marco de relaciones humanas a escala global y, por encima de todo, los valores que sustentan nuestra acción. En esta compleja coyuntura considero que, desde nuestro pequeño rincón de la vieja Europa, los vascos también tenemos algo que aportar. Y para eso, son más necesarias que nunca instituciones como Eusko Ikaskuntza que, surgiendo del seno de la sociedad civil, trabajan en la articulación de liderazgos compartidos que aúnen fuerzas contra la atomización de las respuestas sociales y tengan sus miras puestas más allá del cortoplacismo y el tacticismo que demasiadas veces determina y constriñe la toma de decisiones que nos afectan a todos.
No obstante, también Eusko Ikaskuntza ha de poner en crisis sus estructuras y paradigmas, romper con las inercias a fin de actualizar su cometido que resumiré en cuatro funciones: realizar una tarea prospectiva, que se anticipe a los retos del futuro; ahondar en la investigación de alto valor social; trabajar por la formación continua, la profesional y la cultural; y, por último, hacer posible que a una etapa de consumismo vacío y alienante suceda otra de consumo constructivo donde la cultura y la cooperación tengan un valor social creciente.
Volver la mirada atrás no es un gesto de autocomplacencia, sino una forma sana y edificante de tomar aliento para afrontar con nuevas energías el empeño en el que estamos comprometidos los más de tres mil hombres y mujeres que conformamos Eusko Ikaskuntza: el empeño de ofrecer una aportación avanzada y eminente, un pensamiento de vanguardia y eficiente que contribuya a la cohesión social, a la promoción cultural y al desarrollo socioeconómico de las comunidades vascas. Para que, así, las generaciones futuras puedan sentir por nosotros el mismo orgullo y el agradecimiento que nosotros sentimos por quienes nos han precedido en estos 90 años de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos.