Las consecuencias de la crisis económica global o, más concretamente, la gestión que el Gobierno belga ha hecho de su ración de crisis, es lo que ha llevado en esta ocasión al Gobierno belga a dimitir y al Estado al colapso institucional. Se ha demostrado que el Gobierno presionó a una de la jueces que debía analizar un recurso presentado por accionistas minoritarios contra la venta del banco de seguros Fortis al holding bancario francés BNP-Paribas, operación que había sido promovida por el Ejecutivo. Ante la evidencia, el Gobierno no ha tenido otra opción que dimitir.

Como se ha señalado, la crisis es global, y las medidas que tomó el Gobierno del dimisionario Y ves Leterme son similares a las tomadas por el resto de países europeos. Pero no parece verosímil pensar que, quién y Bélgica, sea el único país donde hayan existido presiones en el contexto de las medidas anti crisis adoptadas por los diferentes gobiernos. Es cierto que en la cultura política de Bélgica, a diferencia de la mayoría de países europeos -y también a diferencia de en algunas «euroregiones»-, cabe la posibilidad de que un gobierno o alguno de sus miembros dimitan a raíz de un escándalo. Pero también es evidente que la inestabilidad institucional que sufre Bélgica no proviene ni se limita al caso Fortis, y que está intrínsecamente ligada al conflicto entre valones y flamencos. Es decir, si bien la crisis económica es global, la crisis institucional que padece Bélgica es particular. Leterme ya sufrió sus consecuencias, e incluso llegó a dimitir por no ser capaz de arreglar el empate técnico y la capacidad de veto de los valones a las necesarias reformas demandadas por los flamencos. Finalmente, ha sido incapaz de desbloquear la situación y es eso lo que ha forzado su dimisión.

En definitiva, la situación de Bélgica expresa claramente la inconsistencia de negar la relevancia de las luchas nacionales en el contexto europeo. Pero también que la naturaleza de los estados determina la manera de tener conflictos y, por ende, de resolverlos.