Romance épico de ayer al gusto de hoy
«Australia»
Han pasado siete años desde el estreno de «Moulin Rouge», tiempo que Baz Luhrmann ha dedicado a preparar una gran producción épica sobre su país, concebida al modo de los dramas clásicos de Hollywood que acaparaban premios Óscar y encandilaban a las masas. «Australia» no levanta tantas pasiones, en consonancia con su estelar Nicole Kidman.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
«Australia» no va a pasar a la historia del cine, como seguramente no lo hará ninguna de las películas del pretencioso Baz Luhrmann. La fría recepción a la película en el mercado norteamericano se ha convertido en la consumación de un fracaso anunciado, porque este grandioso proyecto épico nunca ha terminado de convencer y se ha visto rodeado de rumores negativos desde su inicio. No hay que olvidar que «Australia» fue pensada para arrasar en los Óscar, como aquellos grandes clásicos de Hollywood que llevaban al público en masa a las salas. Pero ha terminado convirtiéndose en un caro juguete, cuya rentabilidad parece más que dudosa.
El estilo Luhrmann consiste en dar un superficial barniz de modernidad a la estética cinematográfica kitsch, vintage o retro. Y ese es poco bagaje para ponerse al frente de una espectacular filmación y tratar de emular al mismísimo David Lean en «Lawrence de Arabia». Ya han surgido las primeras fracturas entre el cineasta australiano y su actriz predilecta, después de unas declaraciones en las que Nicole Kidman ha dicho que no volverá a trabajar con su compatriota debido a las muchas complicaciones que dicha colaboración viene provocando. La crítica ha sido especialmente dura con el trabajo de la actriz, mientras que ha salvado el de su compañero de reparto Hugh Jackman. Las comparaciones con «La reina de Africa», de John Huston, la han perjudicado mucho, ya que Jackman puede hacer sombra a Bogart, pero ella nunca se acercaría un palmo a la calidad interpretativa de la inalcanzable Katharine Hepburn.
Para mayor bochorno, la Kidman cometió el error de tocar el didgeridoo, el instrumento sagrado de los aborígenes, en un programa de televisión, lo que ha supuesto el rechazo de su propios paisanos.
En la mente de Baz Luhrmann estaba hacer una versión moderna de «Lo que el viento se llevó», en cuanto superproducción cuyo esquema argumental consiste en narrar amores contrariados en tiempos de guerra. El cineasta australiano se dio a conocer internacionalmente con el musical «El amor está en el aire», dentro de una predilección por las canciones horteras que volvería a exhibir en su afamada «Moulin Rouge». En medio hizo una actualización juvenil de «Romeo y Julieta», consagrada a Leonardo DiCaprio, con el quiso continuar trabajando de cara a ese otro proyecto más ambicioso al que siempre había aspirado. En plena etapa parisina convocó a DiCaprio para rodar «Alejandro Magno», pero el proceso de preparación de la película fue tan lento y costoso, a pesar del padrinazgo de Dino De Laurentiis, que se les adelantó Oliver Stone con Colin Farrell. Decepcionado y hundido, Luhrmann regresó a su país natal para intentarlo de nuevo, y así es como surge «Australia». Al principio contaba con el apoyo del actor Russell Crowe, quien se negó a rebajar su sueldo, porque detrás de la película había un gran estudio como la Fox. Tampoco el director le dejaba meter mano a sus diálogos, y prefirió hacer mutis por el foro. En cambio, Nicole Kidman siempre fue la elegida, formando pareja estelar finalmente con Hugh Jackman, al que incluso hay quienes prefieren sobre la opción de Crowe. El problema fue que la Kidman quedó embarazada en pleno rodaje, con la consiguiente dificultad para las escenas en que debía montar a caballo o correr desesperada.
La incógnita del desenlace
Si toda la producción de «Australia» ha sido complicada, con un coste total que se ha disparado hasta los 150 millones de dólares muy por encima de los 40 que ponía el Departamento de Turismo australiano, la polémica más encontrada ha sido la habida en la fase de montaje. Los pases de prueba no convencieron y hubo que filmar escenas adicionales, sin que el final elegido para la película se decidiera hasta el último momento. In extremis Luhrmann se ha decantado por un desenlace acomodaticio que le ha costado acusaciones de plegarse a los intereses de la Fox, porque los ejecutivos del estudio no querían que el protagonista masculino muriese y preferían una conclusión más esperanzadora. El cineasta se defiende alegando que había escrito seis posibles finales, rodando tres de ellos para elegir su preferido en la mesa de montaje, y que, sorpresivamente, se ha impuesto el que menos le gustaba a priori. Semejante lío se solucionará probablemente con la edición en DVD del montaje del director, si es que realmente es distinto al que vemos en las salas comerciales. De cualquier forma, lo que no se discute es el metraje total de la película, que se acerca a las tres horas de duración. Resulta demasiado largo, teniendo en cuenta que las únicas secuencias de acción espectacular son la de la estampida de ganado y la del ataque aéreo de la aviación japonesa.
El argumento escrito por Baz Luhrmann para «Australia» es muy típico, pese a que ha sido convenientemente retocado por los prestigiosos guionistas Stuart Beattie y Ronald Harwood, con tal de hacerlo oscarizable. Nicole Kidman es una aristócrata inglesa que hereda una granja y unas tierras de su marido en el norte de Australia. Aunque su intención inicial es vender ese rancho de las Antípodas que ella no sabe cómo sacar adelante, una vez en el lugar se sentirá atraída por el primitivo paisaje y sus gentes.
En su tarea contará con la ayuda del vaquero encarnado por Hugh Jackman y de un niño aborigen llamado Nullah. Esta presencia sirve para introducir de rondón el tema histórico de «la generación perdida», que eran los menores aborígenes que les fueron arrebatados a sus familias por los colonizadores blancos para que se integraran en la nueva sociedad, por lo general siendo explotados como sirvientes. Una lacra que ya ha sido tratada con mayor profundidad por el cine australiano en títulos tales que «Generación robada», del siempre interesante Phillip Noyce.
El desarrollo argumental prefiere centrarse de lleno en la lucha particular de la heroína de la función, esa Lady Sarah Ashley que permite a Nicole Kidman lucir lujosos modelos de época, hasta que le toca irse metiendo en situación y ponerse la ropa de faena para conducir el ganado. Es entonces cuando la película adquiere el tono de un western épico a la australiana, con los consabidos terratenientes que ambicionan la propiedad de la protagonista para forjar un imperio.
La viuda Ashley deberá enfrentarse a los caciques de la zona, con Bryan Brown en el papel del rival más poderoso y encarnizado. Por si no bastara con los enemigos locales, el estallido de la II Guerra Mundial no hace sino empeorar las cosas e interponerse en el romance que comparte la pareja estelar. Y eso que en primera instancia a la remilgada Lady Sarah no le gusta el rudo vaquero al que llaman El Pastor, si bien bastará compartir con él la vida salvaje de las grandes llanuras australianas para empezar a sentir un impulso de conquista, de aventura y de hacer historia.
A primera vista, la elección de Hugh Jackman para presentar la ceremonia de los Óscar puede parecer extraña, porque no se trata del showman al uso, pero el actor australiano tiene una gran experiencia en musicales de Broadway. Sabe bailar y cantar, como ya demostró en las exitosas representaciones de «La bella y la bestia». Además, su parecido físico con el joven Clint Eastwood le hace todavía más adecuado. En el cine le veremos otra vez como Lobezno, aunque esta vez con su propia película al margen del resto de superhéroes de «X Men». Es el que mejor parado ha salido del fiasco de «Australia».
M. INSAUSTI
En un principio se supo que el desaparecido actor Heath Ledger iba a interpretar el papel principal de «Australia», pero su fichaje por «The Dark Knight» interrumpió los planes.
En medio de la promoción, Nicole Kidman tocó un instrumento ceremonial que únicamente tocan los hombres, faltando así a la tradición de su país.