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Maite SOROA

¿Quién dijo dimitir?

Los escándalos del Guggenheim y de Balenciaga han salpicado -habría que decir empapado- al Gobierno de Ibarretxe en la persona de su consejera de Cultura y, además, portavoz del Ejecutivo. Hasta ahí, algo relativamente frecuente en todo tipo de gobiernos y administraciones. Lo que no es tan normal es que nadie pague factura política por el chandrío.

En «Deia» tocaban a rebato para tranquilizar a quienes, en tiempo preelectoral, se inquietan por las previsibles consecuencias del aroma a corrupción y arremetían contra quienes la denuncian. Según el editorialista, quienes deben dimitir son... los componentes de las comisiones de investigación, «que no han hecho su trabajo, porque no han investigado y se han limitado a arremeter contra Azkarate por puro interés electoral». Ya asoma la patita.

Para denigrar a los denunciantes no escatimaba esfuerzos el escribiente: «La demagogia y los intereses electoralistas, unidos al mínimo esfuerzo intelectual, toman a veces caminos sencillos pero de escaso recorrido real. Y muy peligrosos. Lo cierto en todo este asunto es que hemos asistido a un linchamiento poco ético y de fundamento estrictamente político contra la consejera de Cultura». Y habrá que pensar que alguna responsabilidad tendrá en que se les cuelen los chorizos hasta la mismísima cúpula directiva de las entidades que dirigen. ¿O no?

La posición del editorialista es, ciertamente, difícil y recurre a las grandes palabras: «No importa que se mancille el nombre de una consejera, o de un gestor brillante de la categoría del director gerente del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, avalado por propios y extraños, incluida la propia Fundación del Museo de Nueva York. No importa tampoco que por el camino se desprestigie una institución como el Guggenheim, ejemplo de eficacia y de unión de la iniciativa pública y privada y que ha puesto a Bilbao y a Euskadi en el mundo». O sea, que denunciar el escándalo del Guggenheim es ir directamente contra la presencia de Euskal Herria en el mundo. A eso se le llama tirar por elevación.

Pero como dice una amiga mía, «si encuentras un culpable, desaparece el problema». Y el de «Deia» ya lo tiene: «la actuación de un `chorizo', como definió Iñaki Azkuna, en una de sus expresiones características, al ex director financiero Roberto Cearsolo». Demasiado sencillo para explicar todo lo sucedido. Y es que, además de las responsabilidades penales, también están las políticas. Claro que a algunos eso les suena a música celestial.

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