Félix Placer Ugarte profesor en la facultad de teología de Gasteiz
Mitos de Navidad y Año Nuevo
Los mitos son intermediarios de los deseos que expresa la Humanidad; sin embargo, como Félix Placer recuerda, en estas fechas de Navidad, además de los mitos ancestrales conservados por los pueblos, concurren los mitos «diseñados desde los intereses de quienes ven estos días como tiempo y lugar para el consumo y el negocio» Es decir, mitos que remiten a un mundo solidario frente a los que sólo pueden pervivir en un mundo insolidario. Desde una realidad dolorosa, el autor pretende, no obstante, alentar la esperanza para el año venidero de cara a la superación de los conflictos y a las aspiraciones de libertad de los pueblos
Desde sus orígenes, la Humanidad expresa sus más profundos deseos en formas míticas. En estas fechas, en medio de la crisis amenazadora para tantas personas, reviven los mitos de siempre que nos envuelven con sus deseos, con sus luces, con sus sueños y promesas. La sociedad, la gente sigue una vez más esa estela de felicitaciones, se reúne en torno a una mesa compartida, organiza encuentros sociales. Y entre nosotros el mítico Olentzero ha vuelto a bajar de la montaña para anunciar la fiestas de la Navidad con sus regalos.
Junto a estos mitos ancestrales, conservados y revividos en nuestros pueblos, se entremezclan los mitos diseñados desde los intereses de quienes ven estos días como tiempo y lugar para el consumo y el negocio. Las invasión globalizadora intenta deslumbrar con sus ofertas envueltas en luces efímeras que atraen las miradas de los niños y encienden deseos inalcanzables en los mayores.
Navidad, el Año Nuevo acaban presentando una contradicción de mitos enfrentados, antagónicos. Unos remiten a un mundo diferente, renovado, solidario donde a nadie le falte lo necesario y donde nace otra manera de ver y de relacionarse. También nos hablan y nos conectan con las raíces de Euskal Herria, con el sentimiento profundo y escondido de nuestro pueblo, donde resuenan ecos de libertad y se reviven tradiciones identitarias. Otros, por el contrario, construyen un mundo artificial de ofertas y demandas que subsisten unos pocos días, para apagarse luego en la envolvente oscuridad de un sociedad insolidaria. Unos tratan de crear un mundo diferente, un pueblo libre, los otros intentan potenciar el dominio y la dependencia. Y hoy en un mundo donde únicamente parece tener identidad lo que se cuenta y valora con euros o dólares, se derrumban muchos mitos que sostienen un imperio tambaleante, construido sobre las finanzas y transacciones, arrastrando en su caída las ilusiones y proyectos de quienes creyeron en sus promesas.
Pero, convencidos de que la Humanidad no está en venta y que no puede ser objeto de escaparate, o no se compra con euros o con engañosas promesas consumistas, ¿no habrá otra manera de entender y vivir estos días de forma más auténtica y real, es decir, más humana? ¿No podríamos hacer estos días y el nuevo año más solidarios y sensibles ante quienes quedan al margen del consumo porque su sueldo precario de pensionistas no les permite llegar a fin de mes, porque el paro les amenaza, porque no tienen papeles para trabajar con seguridad legal o porque están en la cárcel? ¿Acaso no fue así el mensaje liberador de Jesús de Nazaret para los oprimidos por cualquier sistema de poder? Entre todas, entre todos, podemos hacer un sitio para que nazca esa humanidad que nos deseamos mutuamente en el nuevo año.
Muchos montañeros y montañeras ascienden a las cumbres simbólicas de nuestros territorios para saludar al nuevo año, saludando la estela luminosa de la mítica Mari que recorre las cimas de nuestras tierras, envueltos en la luz que amanece y anuncia tiempos que muchos desean diferentes. En los valles oscuros, durante la noche del último día del año, se reitera en varios pueblos el rito del puyerre o ipurdi-erre con el que se quiere quemar todo lo que el pasado año ha dejado de negativo. Por la mañana el nuevo año nace también en el agua nueva que desciende de las frías montañas nevadas y brota en los manantiales ocultos: ur goiena, ur barrena... (agua cimera, agua profunda) cantan en muchos pueblos de Euskal Herria y se preguntan : urte berri, zer dakarrazu berri? (año nuevo ¿qué traes de nuevo?). El agua de arriba y el agua de abajo se refiere a la concepción cosmogónica del hombre primitivo vasco. Del agua que brota en los manantiales, que viene de arriba, nace la vida que se deposita en las aguas profundas de abajo. Agua que regenera, que purifica, que rejuvenece, que es germen de vida. Por eso el primer mes del año es urtarrilla (mes de las aguas), al que seguirá el mes de los fríos: otzaila.
Después de un 2008 pasado entre graves y dolorosas dificultades, donde muchas promesas parecen haber quedado rotas y sepultadas, comenzamos un nuevo año 2009 con el acostumbrado saludo de Urte berri on. Sin embargo, bajo ese deseo se esconden temores de un próximo futuro donde se anuncian graves incertidumbres económicas de una crisis y de conflictos políticos que todavía no han tocado fondo.
Sin embargo creo que en muchos ciudadanos y ciudadanas, en el mundo, en Euskal Herria, queremos alentar la esperanza de un año diferente que no sea un sueño o una mágica ilusión. Donde encontremos caminos que puedan hacer realidad las aspiraciones y motivaciones de un pueblo para superar todos los conflictos y violencias y decidir su destino con libertad, donde todos, mujeres y hombres, vivamos con dignidad y nadie se sienta extraño, marginado ni violentado social, económica o políticamente. Menos aún, privado de sus derechos más elementales como persona, en la calle o en la cárcel. Con el convencimiento de que la escucha y el diálogo son la única manera de llegar a propuestas comúnmente aceptables para llegar a un consenso final de decisiones. Es preciso que todas las instancias civiles, sociales, populares, políticas, culturales, religiosas asuman la exigencia ética de la esperanza de un pueblo que quiere y busca por los caminos de la democracia su plena libertad, soberanía y solidaridad. Que sea realidad y no un simple deseo el mito del agua nueva y del nuevo año expresado con los versos de uno de nuestros poetas (Blas de Otero):
«...Que se levanten al rayar el día
y vayan al más próximo arroyuelo.
Laven allí sus manos y su boca,
se quiten los gusanos de las uñas,
sequen su corazón que le dé el aire,
expurguen sus cabellos de serpientes
y apaguen la codicia de sus ojos.
Después que vengan a nacer conmigo.
Haremos entre todos cuenta nueva.
Quiero vivir. Lo exijo por derecho.
Pido la paz y entrego la esperanza».