Más de un año después de que iniciara las operaciones transfronterizas en suelo oficialmente iraquí, Turquía insiste en su decisión de «limpiar» Kurdistán Sur de los guerrilleros del PKK.

«El norte de Irak no volverá a ser un santuario para los terroristas», aseguró el portavoz del Ejército turco, general Metin Gürak, quien añadió que la guerrilla habría sufrido «numerosas pérdidas» y que la cifra de «rebeldes que huyen de sus bases ha aumentado».

Mientras el general llegaba a hablar de «disensiones» en el seno de la guerrilla, una fuente gubernamental protegida por el anonimato era más cauta, al reconocer que «es imposible acabar con todos ellos pero no hay duda de que estas operaciones les desmoralizan».

El primer ministro del Irak ocupado, Nuri al-Maliki, viajó el pasado miércoles a Ankara, donde reiteró su compromiso para ayudar a luchar contra la rebelión kurda. La tarea no resulta fácil, habida cuenta de las reservas del Gobierno Autónomo de Kurdistán Sur, al que Ankara se ha visto obligado a reconocer su condición de interlocutor ineludible en esta cuestión.

La realidad diaria desmiente asimismo los anuncios turcos. «Creéis que podéis exterminar al PKK con bombardeos. Y los combates duran desde hace treinta años», recuerda el dipitado kurdo Sirri Sakik, quien aboga por una «solución pacífica y democrática para que los rebeldes dejen las armas».