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En la exposición del condestable no reencontramos la vieja Iruñea

«Pamplona reencontrada-Iruñea berriz aurkitua» es el título de la exposición que durante este mes se puede visitar en el recién restaurado Palacio del Condestable de Iruñea. Tras las polémicas obras del Ayuntamiento para utilizar el subsuelo de la ciudad cuando ésta conserva miles de años de historia, el equipo de gobierno que ha protagonizado esos episodios quiere presentar su sensibilidad por la «rica historia» de la ciudad.

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Jasone MITXELTORENA

El título de la exposición sugiere que alguna vez ha sido perdida. La alcaldesa Yolanda Barcina explicó en su inauguración que, «aunque siempre ha estado ahí, hasta ahora ha permanecido oculta». El edificio que la alberga, que ahora presentan como uno de los más emblemáticos de la ciudad, ha permanecido durante años abandonado, en pleno centro histórico. Y no es menos importante que los restos arqueológicos, que ahora se exponen como el más rico legado de la historia, hayan sido retirados de su ubicación original en oscuras maniobras para ser almacenados o enterrados. ¿Cuál es el verdadero significado de ese «reencuentro»? La exposición se abrió al público el 2 de diciembre, y el Ayuntamiento la presentó como «una recopilación explicativa de los hallazgos realizados en la última década de excavaciones arqueológicas y que abarca desde la época romana hasta la Edad contemporánea». Cabría aclarar la prioridad de las obras acometidas sobre el hallazgo de los restos arqueológicos: Sólo se ha excavado lo estrictamente necesario para las obras, y la retirada o no de lo hallado también ha respondido a esas necesidades.

Así, durante la visita guiada de la exposición se aprecia la inconclusión de algunas excavaciones. Es el caso de las termas romanas de la Plaza del Castillo. Se reconoce que sólo se ha destapado lo necesario para las obras del aparcamiento que hoy ocupa el lugar de los yacimientos. Se muestra parte de un mosaico de las termas y, mediante paneles informativos, se expone lo que pudieron ser. Peio Iraizoz, vecino de Iruñea que estudia de cerca los restos históricos de la ciudad, indica un error en este punto. Donde se señala como «palestra» o lugar donde se realizaban los calentamientos previos al baño, Iraizoz asegura que se trata de un depósito de agua. Es crítico también con la presentación ya que, en su opinión, algunas piezas que se exponen son de inmenso valor, como las herramientas de cirujano u objetos de oro hallados en la Plaza del Castillo, y que en las vitrinas del Condestable no se resalta su valor.

Esa sección, dedicada a la época romana, es la primera de la muestra. Se exponen estelas (o réplicas) halladas en las calles Merced y Dormitalería; se explica que se hallaron partes de un muro defensivo en esas mismas calles, y se recrea su construcción mediante pilotes -se introducían palos de madera en la tierra hasta encontrar suelo firme, y sobre ellos se asentaban las piedras de los muros-; se señala el hallazgo de mosaicos de las termas de la calle Curia y se reconstruye mediante una maqueta el asentamiento romano en lo que hoy es la plaza de Aldapa.

Todos estos hallazgos han sido realizados por los arqueológos de Trama, y ahora que por primera vez se expone una muestra de lo extraído, estos arqueólogos se han desmarcado de la exposición. Antes de que fuera inagurada hicieron público su malestar por «la falta de rigurosidad» de lo expuesto.

La exposición no ha incluido los hallazgos más antiguos de la ciudad, descubiertos este mismo año en el Zacatín del Mercado de Santo Domingo. Se trata de restos de cerámica correspondientes a la II Edad de Hierro (siglos IV-V a. C), y con los que desde el Ayuntamiento corroboraron la existencia de una población vascona anterior a la llegada de los romanos. Sus restos se podrían encontrar por toda la colina de Aldapa.

La Plaza del Castillo fue otra mina arqueológica. Se inventariaron 700.000 fragmentos de cerámica y 2.700 de material óseo; se restauraron 2.000 piezas de bronce, cobre, oro, plata, hierro, vidrio o hueso y 600 restos de material de construcción; sólo un mosaico romano -expuesto en el Condestable- y bloques de la muralla medieval se han librado de ser sepultados bajo la nueva urbanización de Soto Lezkairu.

La exposición ha «reencontrado» a romanos, a visigodos, a musulmanes, a francos que formaron los burgos de San Cernin y San Nicolás... pero no así a los vascones de los que hablaron los cronistas latinos para referirse a los habitantes de la colina de Nabarreria que entonces era la ciudad. Hebillas de cinturón hallados en los enterramientos bajo el mismo Palacio son presentados como «de la época visigoda», cuando otras idénticas a éstas han sido identificadas como «vasconas» en los yacimientos de nuevo Buzaga, en Elortzibar. Los enterramientos responden a la etapa entre los siglos VI-IX, según cuenta la exposición, «la coincidente con la presencia de visigodos y musulmanes». De estos últimos se exponen restos de los enterramientos de la Plaza del Castillo, que corresponden a los siglos VIII y IX. En los yacimientos del Condestable los cadáveres aparecen con vasijas de cerámica, anillos, collares y armas. Ello hace pensar que se trataba de personas de alto rango. Las armas descartan que fueran visigodos, pero la exposición no aclara quiénes eran los que ocupaban las sepulturas en lo que hoy es el Palacio y alrededores. Con las obras se hallaron 153 enterramientos, pero se calcula que pudieron ser muchos más, ya que rebasaban los límites del edificio. Parece que han desaparecido con las sucesivas remodelaciones pero, según Iraizoz, en la plaza del Rincón de Pellejería puede ser que se conserven.

Las tumbas fueron retiradas al poco de hacerse pública su aparición en el año 2005 y el suelo fue cubierto, por lo que no se puede conocer el yacimiento. Uno de los cadáveres se expone en la muestra, junto con otro hallado en la Plaza del Castillo, y esa sección se limita a contraponer «el rito cristiano» del enterramiento con el «rito musulmán», según los términos en los que se refiere la exposición. Algunos de los ajuares se exponen en las vitrinas y, de entre ellos, Iraizoz destaca un collar que apareció junto con un cadáver que poseía hasta cinco anillos, así como una vasija de cerámica de gran peculiaridad, además de las hebillas vasconas arriba señaladas. Al contrario de lo que ocurre con otras vasijas que, según Iraizoz, podrían pertenecer a cualquier lugar y época pero que se señalan como «visigodas», en estos materiales no se señala la identidad de sus portadores.

El tratamiento dado al yacimiento vascón difiere del de la restauración del Palacio. Se ha mantenido el sistema estructural a base de muros de carga, constituídos mayormente por piedra de sillería y forjados de madera, dotándolo de infraestructuras e instalaciones convencionales. Las paredes evocadas con mortero de cemento dan un aspecto rústico a golpe de llana, aunque otros revestimientos se hubieran acercado más al mortero de cal original. Se han respetado las alturas de las estancias, descubriéndose el artesanado de madera. No se puede acceder a la totalidad del edificio, por lo que no se aprecia la sala con arcos ojivales o la galería de arquillos de la planta tercera. El patio interior ha sido restaurado y se han recuperado ocho de las columnas originales. En él se puede observar un pozo de agua.

El Palacio del condestable, emblemático edificio

En sí misma reúne grandes retazos de la historia de Iruñea. El cementerio del inicio de la Edad Media nos habla de nobles señores enterrados con joyas y armas, antecesores de las familias que luego formarían el Reino de Iruñea, como han apuntado algunas voces. Hoy, el empecinamiento del Ayuntamiento en sugerir su identidad visigoda nos habla de los intentos de esconder lo que ha sido la ciudad.

El Palacio que hoy conocemos no se construyó hasta el siglo XVI. Es de los únicos testimonios de esa época renacentista, como han resaltado los arquitectos que lo han restaurado. Y es que, tras la conquista de 1512 por parte de Castilla, sólo un personaje como Luis de Beaumont, Conde de Lerín y aliado de los castellanos, pudo erigirse como «Condestable de Navarra». Adquirió cuatro casas colindantes a la suya, en la esquina de la calle Mayor, y después se le anexionó el edificio contiguo de Jarauta, que da al patio del rincón de Pellejería. Pasó por manos de la Casa Alba, fue sede episcopal y albergó el Ayuntamiento a partir de 1752 durante ocho años. Lo compró Juan Seminario y lo reestructuró para dar paso a tiendas, almacenes, talleres y viviendas. En 1997 fue declarado Bien de Interés Cultural, y un año después, en ruinas. Lo adquirió el Ayuntamiento, y en 2005 inició su restauración mediante el Plan Urban. Comptos denunció irregularidades en la obra, y los vecinos reclaman su uso, como exige el Plan Urban. J.M.

Ficha

Horario de visita: De martes a sábado, de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00. Los domingos, de 11.00 a 14.00.

Se prevé que durará hasta el verano de 2009.

Visitas guiadas: Del 2 de diciembre al 4 de enero, a las 11.00, 12.00, 13.00, 18.00 y 19.00. Los sábados a las 18.00 visita en euskara.

Coste de la exposición: 150.000 euros

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