En las últimas décadas se han multiplicado los espacios culturales y los museos en Euskal Herria y este pequeño pueblo ha ido entrando poco a poco en la ruta del arte internacional. Guggenheim, Bellas Artes, Artium, Uharte, Carre Bonat, Tabakalera... espacios en los que exponen desde artistas consagrados hasta jóvenes promesas. Un arte que en general puede calificarse de elitista, pero que, aun sin ocultar esa condición, en esos museos abre sus puertas a todo aquel que quiera visitarlo.

La agenda cultural que GARA recoge hoy en sus páginas de Kultura invita a disfrutar de ese arte, a visitar exposiciones, a acudir a performances, a descubrir nuevos artistas o a deleitarse con viejos conocidos. La oferta es, sin lugar a dudas, variada tanto en disciplinas como en artistas o formatos.

Sin embargo, esta agenda artística no podrá hacer olvidar la otra agenda, la oculta, aquella que este año salió a la luz pública. La agenda en la que los gestores nombrados a dedo por los políticos a cargo de la administración de algunos de esos centros -entre los que destacan el propio Guggenheim y la Fundación Balenciaga- anotaban sus dobles contabilidades, sus regalos, su lista de amigos, sus deudas... Otra agenda para otro arte demasiado extendido en «lo público»: la corrupción y el nepotismo.