CRÍTICA cine
«RocknRolla»
Koldo LANDALUZE
En un intento por dar por finalizada su larga travesía creativa por el desierto, Guy Ritchie se ha decantado por una vuelta oportuna a sus esperanzadores inicios. A la espera de visionar su anterior “Revólver” y descubrir lo que nos deparará su visión particular de Sherlock Holmes, llega a nuestras pantallas este explosivo cóctel de balas y palabras en el cual el cineasta británico retoma la línea iniciada con “Lock and Stock” y que prolongó con la referencial “Snatch: Cerdos y diamantes”.
Ritchie no ha querido jugársela en este filme que, si bien no alcanza el alto grado de hilaridad que desplegó en la citada “Snatch”, respeta las normas básicas de un thriller muy bien construido técnica y narrativamente. Siguiendo la fórmula coral que tan buenos resultados le reportó en el pasado, el autor de aquel suicidio cinematográfico titulado “Barridos por la marea” apuesta por un montaje rápido y contundente en su retorno a los bajos fondos londinenses y nos muestra las rocambolescas situaciones que protagoniza un variopinto grupo de delincuentes perfectamente enmarcados en un submundo reconocible y habitado por gángters de nuevo y viejo cuño. El pasado delictivo, representado en un temible Tom Wilkinson que acapara nuestro interés en cada una de sus apariciones, contrasta con el estilo impuesto por los nuevos mafiosos llegados del Este y que han descubierto en el ladrillo la depuradora apropiada para limpiar su dinero. En este sentido, cabe destacar la genial idea de tomar al magnate ruso Roman Abramovich como modelo inspirador para el villano que surgió del frío.
En mitad de este fuego cruzado, se erige un Gerard Butler que sacrifica su aspecto rudo en beneficio de un personaje condenado a padecer un buen número de accidentadas situaciones y que tienen su gran eclosión en la disparatada persecución que sufrirá a manos de dos matones inagotables que harían palidecer al hilarante “Ruso esquivabalas” que Rade Serbedzija encarnó en “Snacht. Cerdos y diamantes”.