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Fermin Gongeta Sociólogo

¿República? Sí, pero socialista

Por favor, que nadie intente explicarme la diferencia entre el neoliberalismo y el capitalismo. Los políticos y los medios de comunicación intentan diferenciar, no sin sarcasmo, las teorías del liberalismo frente al capitalismo real. Añaden sin el mínimo sonrojo el adjetivo «real» para justificar los destrozos que los súper agentes de la economía, las firmas multinacionales y los infinitos intermediarios financieros, han provocado a nivel mundial. Continúan manteniendo que esta crisis no es la del capitalismo, sino la de un sistema sin regulación alguna. Es preciso, afirman, volver al verdadero, al puro, al limpio, al capitalismo sano. Y lo hacen basándose en el paraguas intelectual de la necesidad de la mundialización.

El último gran terrorista financiero descubierto ha sido Bernard Madoff. Este gestor de fondos monetarios, neoyorquino de setenta años, ha utilizado para sus atracos el método más tonto y viejo, similar al del pelotazo, el de adquirir dinero prestado e irlo amortizando con sucesivas letras de cambio. En su caso tomaba dinero, cuyos altos intereses retribuía con las «inversiones» de los nuevos clientes. Madoff se beneficiaba de la vanidad y de la avaricia de sus clientes. A Liliana de Bettencourt, de 86 años, hija del fundador de L'Oreal, le ha tomado un pellizco de 500 millones de euros. ¡Una bagatela! El BBVA únicamente le prestó 300 millones, y el Santander más de dos mil. Las nóminas que los de a pie recibimos a través de los bancos, ellos, los poderosos, de manera impune, se las juegan, como a la ruleta rusa, colocándolas en los fondos de inversión «Optimal» que ofrecía Madoff.

¡Eh ahí el neoliberalismo, el capitalismo real que nos venden los políticos!

En Euskal Herria no le andan a la zaga. «La comisión de investigación sobre las irregularidades detectadas en el museo Guggenheim de Bilbao, acusa al director del museo, Juan Ignacio Vidarte y a la presidenta de sus consejos de administración, Miren Azkarate, de la situación que permitió el desfalco continuado de 557.000 euros de Roberto Ciarsolo y de la pérdida de 6 millones de euros en la compra de dólares» (GARA, 2008-12-12). La vida política añade al robo la impunidad y a los políticos la irresponsabilidad.

Finalizaba el mes de octubre, desatada y pública la crisis, cuando la portavoz del Gobierno vascongado exponía la bonanza económica promovida por el Gobierno y criticaba «los discurso tremendistas que no se ajustaban a los datos del empleo (...). Están pretendiendo generar una indeseable alarma social», dijo. Pero el Gobierno y su portavoz utilizaban datos ya desfasados del mes de agosto intentando justificar su inoperancia.

Son los Gobiernos de Gasteiz y de Iruñea, los comisionados del Gobierno del Reino, quienes deben autorizar los expedientes de regulación de empleo, la eutanasia empresarial. Mercedes, Cegasa, Esmaltaciones, Wolkswagen, TRW, Incasa, Kybse, Gamesa Eólica, Sidenor... El último mes y medio del año las regulaciones de empleo en Euskal Herria han cuadruplicado las de todo el resto del 2008. Los desempleados se convierten en números, de la miseria se hacen previsiones, del hambre y de las guerras sensacionalismo.

El sistema óptimo de erradicar la pobreza en el mundo parece ser el aniquilamiento de los pobres, con miseria, enfermedades y guerras. La frase no es más brutal que la de Lyndon Johnson, 37º presidente de EEUU: «Cinco dólares invertidos contra el crecimiento de la población son más eficaces que cien dólares invertidos en el crecimiento económico». «¡Combata la pobreza! ¡Mate a un mendigo!», garabateó un maestro del humor negro en La Paz (Eduardo Galeano, 1971).

Las acciones de la banca, así como de las multinacionales y grandes empresas, no se resumen en una sucesión de errores o de fechorías. Todas ellas provienen de una visión teorizada, estructurada, conceptualizada, que se enseña sabiamente en las universidades. Son las teorías que destilan centenas de libros que tratan de la economía del desarrollo. Y cuando los hechos desmienten la teoría, los políticos encubren o disimulan los hechos. Necesitan proteger su dogma, el capitalismo neoliberal.

El modelo teórico de los economistas y dirigentes del Banco Mundial, con influencia práctica en todos los países, es de clara inspiración neoliberal. Los economistas inventan supuestas leyes del desarrollo económico, para confirmar los éxitos políticos y justificar a posteriori las tropelías de los acaudalados. De sus influencias nefastas resaltaría, entre otras, dos grandes aberraciones generalizadas en nuestro entorno.

Ya en los años setenta se aseguraba que Euskal Herria era un país desarrollado: «El sector agrícola ha descendido, y el sector industrial supone ya un treinta por ciento del Producto Interior». Era la teoría de Hollis Chenery: «La continuidad en el crecimiento-desarrollo de un país viene indicado por el incremento en la renta de sus habitantes y un desplazamiento constante de los sectores agrícola e industrial hacia el sector servicios». En base a este criterio, los políticos de todo Occidente promovieron la destrucción de los sectores agrícola e industrial en beneficio del sector servicios. Con ello consiguieron empobrecer los tres sectores. Los dos primeros por destrucción, y el sector servicios por falta de clientela interna, y por haberlo sometido al turismo y a los grandes capitales.

Según las conclusiones de la ponencia en el 15 aniversario de LKS, la empresa asesora de la Cooperativas de Mondragón, «La competitividad de Euskadi, [equivale] a deslocalización, reestructuración o si se prefiere deslocalización silenciosa». Dicho en claro: si los obreros ganan mucho en Euskal Herria, nos vamos a otros países donde los salarios son más bajos. Allí la explotación es menos contestada.

Los ERE de 1976 afectaron en Bizkaia, Gipuzkoa y Gasteiz a 702 empresas con más de 19.000 trabajadores. ¿Y el 2009? ¿Permitiremos que empresarios y Gobierno vascongado continúe incrementando el número de parados?

El segundo desvarío social y despilfarro económico es la subcontratación tanto en el sector público como en el privado. Es la ley económica neoliberal según la cual «debe ser cedido al sector privado todo aquello que lleve consecuentemente un beneficio» mientras que «las infraestructuras necesarias deben continuar siendo competencia del sector público». Se trata de socializar los costes para acudir en ayuda del sector privado. ¿No lo está realizando el Gobierno vascongado con Sanidad? ¿No es Osatek, Sociedad Anónima, quien utiliza los edificios del Hospital de Galdakao para realizar las resonancias? ¿Cuántos servicios sociales de los ayuntamientos están privatizados, entregados al control de empresas mercantiles? Una cosa es delegar, sin abandonar el control. Otra cosa distinta es negligencia, desidia, abandono, abdicación, claudicación a cambio de dinero y de prebendas, que es lo que sucede.

En el área privada, la subcontratación es la estrategia iniciada por el sector de automoción y extendida a todos los demás sectores. Es la forma de no asumir la responsabilidad de contratación de personal. Ceden parte de su producción aún a mayor costo, a empresas capaces de reducir drásticamente los salarios. El nombre de todo ello es irresponsabilidad y robo. El sistema capitalista es injusto. Lo acaba de decir nada menos que el director general de la Organización Mundial del Comercio, a pesar de que Sarkozy acabe de mantener lo contrario.

El capitalismo utiliza cruelmente la «alienación política», la pasividad social ante los mecanismos de dominación: la coerción, el control social, la represión, la tortura impune, la cadena perpetua. Estas «democracias» presentan como inmodificable y eterna la división entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos, y pretenden así mostrar como natural y humano el dominio eterno de las clases dominantes. «El hiper-terrorismo, el hiper-endeudamiento, la hiper-inflación, la hiper-impunidad, la hiper-exclusión, el hiper-saqueo se han hecho compatibles como elementos constitutivos del sistema de opresión, y esto hace que, lejos de achicarse nuestro campo de acción, él mismo se ha ensanchado y complejizado de manera impensada» (Norberto Olivares, Argenpress).

En este periodo de crisis se vuelve a hablar de la necesidad de reforzar la intervención pública en el sector privado. Pero sin atreverse a pronunciar la palabra socialismo, que en Europa suena a caduco siglo XIX. Hoy, con el socialismo a construir, no se trata de reforzar el poder del estado. Éste constituye una unidad inseparable del mercado, insolidario con la marginación, la pobreza y la contestación. Se precisa otra construcción política, más allá de un estado que abdica de sus obligaciones; edificar una democracia participativa y de intervención, que admita el poder de los ciudadanos a participar en las decisiones. Más allá de esta sociedad de competitividad exacerbada, se trata de avanzar hacia una sociedad de reparto de poderes, de medios financieros, de objetivos sociales y de creatividad.

¿Independencia? ¡Evidente! ¡Independencia republicana y socialista!

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