Primer día de... ¿una nueva era?
El cambio tiene que venir de abajo
David BROOKS (La Jornada)
Se escuchaban olas de sonido a lo largo del Mall, desde el obelisco del monumento a Washington hasta las escalinatas del Capitolio: «Obama, Obama, Obama». Un mar de humanidad brillaba en el frío sol, con alegría, con lágrimas, con miles de «no lo puedo creer», con memorias de luchas, golpes, encarcelamientos, asesinatos y la ira digna que hizo esto posible. Veteranos del movimiento de derechos civiles recordaban todo ello. Hablaban de una redención. «Sí se pudo», corearon tras escuchar el juramento y el discurso del presidente Barack Hussein Obama. Él les habló de tiempos difíciles y de la fortaleza, millones expresaron su hambre por un cambio, y le regalaron sus esperanzas. Había estrellas por todas partes, y voces heroicas desde el extranjero que elogian el cambio, como la de Mandela: «Esto nos recuerda la excitación y entusiasmo en el tiempo de nuestra transición». Sobre todo fue un día con un significado monumental para los afroestadounidenses y, aunque el debate sobre si esto representa un paso hacia una sociedad post racial o no sigue abierto, sí ha cambiado la conversación nacional.
Por su parte, progresistas como Howard Zinn y Amy Goodman hablaban de que el cambio tiene que provenir desde abajo, de los movimientos sociales, no de una elección, aunque sea tan histórica como ésta. Y es que no todo depende de Obama, sino de que las fuerzas que lo eligieron logren que cumpla con su promesa de «cambio». Cuando Roosevelt se reunió con líderes reformistas tras tomar posesión, le presentaron lo que deseaban que promoviera, y el nuevo presidente les respondió: «Estoy de acuerdo con ustedes. Yo lo quiero hacer. Ahora, oblíguenme a hacerlo».