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La historia de un hombre y un balón ovalado que consiguieron unir «al país más dividido del mundo»

El deporte, como muchas otras cosas, es capaz de sacar lo peor y lo mejor de las personas. El escritor inglés John Carlin cuenta en su libro «El factor humano» cómo Nelson Mandela logró unir a los sudafricanos en torno a una camiseta y un balón ovalado. Corría el año 1995.

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Javier GIRALDO

El factor humano», del periodista inglés John Carlin, repasa la figura de Nelson Mandela y su capacidad para unir, a través de un Campeonato Mundial de rugby, a la Sudáfrica posterior al régimen del apartheid y consolidar la democracia en «el país más dividido del mundo».

La de «El factor humano» (Seix Barral en castellano y La Campana en catalán), libro presentado el pasado martes en Barcelona, es la historia abreviada de Mandela, «el genio político que logró seducir incluso a sus enemigos», en opinión de Carlin. El Mundial de rugby de Sudáfrica en 1995 es sólo una excusa, el hilo conductor que usó el político africano para reunir voluntades y superar rencores muy sedimentados en la agitada historia de su país.

Apenas un año después de ser elegido presidente, Nelson Mandela logró reciclar la percepción que la población negra sudafricana tenía del rugby, deporte que simbolizaba el poder blanco, para lograr algo nunca visto en Sudáfrica: «Que todos, blancos y negros, pelearan por un objetivo común», explica Carlin.

Efectivamente, Sudáfrica ganó el Mundial de 1995 en una final épica, en la prórroga, ante la todopoderosa Nueva Zelanda. «Fue el día más feliz en la vida de Mandela. Más incluso que cuando fue liberado de la cárcel», asegura el autor. Corresponsal del diario inglés «The Independent» durante la transición sudafricana, Carlin entabló una cierta amistad con Mandela.

Fascinado por el personaje, emprendió la aventura de trazar la figura del «genio político, un enorme seductor que se ganó incluso los corazones de sus enemigos utilizando, básicamente, el respeto. Mucha gente en todo el mundo sabe que Mandela fue grande. Pero quizá pocos sepan por qué fue tan grande. Este libro intenta ayudar a explicarlo», apunta Carlin.

Una fotografía para la historia

La escena final, con Mandela aclamado en el Ellis Park de Johannesburgo mientras el capitán de Sudáfrica, François Pienaar, alza la copa que se entrega a los campeones «es como si Yasir Arafat hubiese entrado en un campo de rugby de Tel Aviv y todo el público corease su nombre», compara el autor. «El jefe de los servicios secretos del apartheid, políticos de extrema derecha, los propios jugadores, todos acabaron seducidos por Mandela», recuerda.

El arriesgado paralelismo entre Mandela y la emergente figura del presidente de EEUU, Barack Obama, salió a relucir durante la presentación del libro: «En cierto modo Obama también es un unificador. Quizá sea una cualidad puramente africana. Sospecho que Obama ha estudiado a Mandela, al menos, en su intento de negociar sin arrogancia».

El poder narrativo y emocional de la historia de Mandela llegará en 2010 a las pantallas de cine, porque la productora del actor estadounidense Morgan Freeman ha comprado los derechos de «El factor humano». El propio Freeman interpretará a Nelson Mandela en un largometraje que será dirigido por Clint Eastwood.

Durante la presentación del libro, Carlin estuvo acompañado por el escritor Eduardo Mendoza, quien apuntó que «sería la mejor novela del año si no fuera porque lo que cuenta es verdad. Sudáfrica siempre ha sido algo muy lejano para nosotros. Se sabía que existía el apartheid, pero no sabíamos hasta qué punto la situación era brutal y sangrienta. Tenía todos los ingredientes para acabar en una guerra civil, pero acabó al revés porque un señor, un buen día, dijo, `¿por qué no lo arreglamos?'».

Mendoza destacó que, contrariamente al método de la mayoría de políticos, «que suelen ir a destruir al contrario, Mandela buscó amigos en el bando enemigo. No para derrotarles, sino para todo lo contrario. Fue un Maquiavelo al revés».

«Un viejo zorro, un político muy astuto que supo ver que el Mundial de rugby de 1995 iba a ser una oportunidad única para unir al país más dividido del mundo. Supo convertir el rugby, un factor de división racial tan importante como la vieja bandera, en un símbolo de unión», remacha Carlin.

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