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Julen Lizaso Aldalur | Colaborador social

«Una verdad incómoda»

Reinventar el capitalismo con las mismas fórmulas y mentalidad con que hemos llegado a los angustiosos signos de la época en que entramos sería agudizar el ocaso

Existe un tiempo para cada verdad. Así cobra actualidad el artículo del «Correo del Sol» de abril de 1988 en el cual su autor, en breve reseña, destaca cómo se refleja en las novelas de Hermann Hesse (1877-1962) la aventura de su viaje interior: «y lleva a los protagonistas de sus novelas a lanzarse a la búsqueda de sí mismos; a atreverse a seguir su propio camino, en vez de imitar a otros o amoldarse a las modas y exigencias de una sociedad sin vida y sin alma».

De la novela «El juego de los abalorios», que le valió un Premio Nobel en 1946, extrae el episodio en el que «una supuesta comunidad se dedica a sintetizar todas las producciones del espíritu humano a lo largo de la historia. Su narrador recuerda cómo era la vida durante el siglo XX al que se denomina `edad folletinesca' por la enorme importancia que en él alcanzaron los periódicos, revistas y medios de comunicación en general».

Y sigue así: «El anónimo narrador que desde el futuro nos contempla, no cesa de sorprenderse ante la extraña y masificada vida de este tiempo, en el que la sobredosis de conocimientos triviales oculta las verdades útiles y profundas. Los espectadores de la época saben detectar el escapismo que hay detrás del consumo de crucigramas y cultura en masa, pero las circunstancias le impiden que conozca el más grandioso medio de evasión: la televisión».

Termina: «Ahora bien -se pregunta el narrador- ¿por qué hay en el siglo XX esta necesidad de cerrar los ojos, de querer escaparse de la realidad? Concluye: Sólo a través de la noche se llega al amanecer... Y así la decadencia de esta civilización permitió el surgimiento de otra; el difícil parto de una nueva cultura coincidía con el ocaso y agonía final de la cultura anterior».

Reinventar el capitalismo con las mismas fórmulas y mentalidad con que hemos llegado a los angustiosos signos de la época en que entramos: la árida mecanización de la vida, la grave decadencia de la moral, el descreimiento de los pueblos y la inautenticidad del verdadero arte de vivir, como ya anunciaba para este tiempo el narrador en la novela de Hess, sería agudizar el ocaso.

El contrapeso natural del liberalismo capitalista es el socialismo: marxista en lo material y cristiano en lo humano. El primero lo han satanizado y reprimido con crueldad, especialmente en Sudamérica, y ambos han sido desacreditados y silenciados por incómodos desde la propia Iglesia y los medios de comunicación.

Justo 60 años más tarde, otro Premio Nobel agradecía con estas palabras el honor a tal galardón: «La pobreza no es culpa de los pobres. Nos corresponde crear el mundo que queremos y no el que unos pocos han decidido».

No viaja en avioneta privada y pagaría por hablarnos un poco y convencer mucho por sus hechos: Muhamad Yunus, banquero de los pobres y Nobel de la Paz. En 1976 comenzó su andadura con dos empleados. Hoy con 20.000 tiene un imperio capaz de crear la mayor riqueza conocida sobre el planeta: rescatar a los pobres... y devolverles su herencia original: la dignidad humana.

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