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Floren Aoiz www.elomendia.com

Reflexiones sobre ciclos que terminan

Esta vuelta a los modos franquistas está condenada al fracaso político. No dudo de sus efectos demoledores contra los derechos de miles de personas ni de la crueldad de la que son capaces. Pero, en términos políticos, este enroque es un nuevo error

Durante mucho tiempo la obsesión del Estado español y de todos los partidos, sindicatos y demás agentes defensores del marco constitucional español era integrar a la izquierda abertzale. Estaban tan empeñados en hacerla participar de la vida institucional que inventaron sanciones específicas para castigar su línea de actuación.

Desde entonces ha pasado algún tiempo y todo ha cambiado. Ahora ya no pretenden integrar a la izquierda abertzale en las instituciones, sino sacarla de todas ellas, impidiendo que nadie que tenga relación alguna con ella pueda acudir a las elecciones.

¿Cómo entender este cambio? ¿A qué obedece? ¿Qué persigue?

En mi opinión, tras un intervalo «integrador» identificado con la reforma (ellos la llaman transición), hemos vuelto al ciclo franquista. No es que haya resucitado el dictador. No era necesario; dejó heredero y todo bien atado. Lo que ha vuelto es la manera franquista de enfocar el «problema vasco». En resumen: dar leña.

Por supuesto, no pueden plantearlo en estos términos, porque sería aceptar un doble fracaso: no han logrado su gran objetivo de integrar al independentismo vasco y, como no tienen alternativa, sólo se les ocurre volver al modelo del franquismo.

Ellos dicen que la izquierda abertzale se ha echado al monte, que se niega a buscar una salida. No es posible negociar con alguien así, la «democracia» ha sido generosa, se ha intentado en varias ocasiones y ahora no queda otra solución que su derrota. Además, esto está más cerca que nunca porque la sociedad vasca bla bla bla, y la división interna ble ble ble, y los halcones por arriba y las palomas por debajo y no tienen apoyo internacional y cada vez son más jóvenes e inexpertos y carecen de valores éticos y, en resumen, son malos y Dios los castigará como se merecen.

Tras toda esta palabrería hay un fracaso descomunal. La reforma-transición ha fallado. No se hizo para tener 34 años después de la muerte de Franco este panorama, con el modelo de estado en permanente cuestionamiento y el frente norte en plena ebullición. 34 años para disolver a la izquierda abertzale como un azucarillo, y aunque la criminalizan y encarcelen a sus representantes y no le dejen presentarse a las elecciones, sus propuestas gozan de un notable apoyo social y marcan las pautas de la discusión política no sólo en Euskal Herria, sino también en lo que al modelo de estado se refiere. Todo, desde la negociación hasta el Plan Ibarretxe, pasando por Lizarra-Garazi y el debate sobre el Estatuto de Catalunya, todo está marcado por el horizonte de un cambio en el modelo de estado en base al reconocimiento de la existencia de sujetos de derechos nacionales como Euskal Herria.

Se pueden empeñar en decir lo contrario, pero esta vuelta a los modos franquistas está condenada al fracaso político. No dudo de sus efectos demoledores contra los derechos de miles de personas ni de la crueldad de la que son capaces. Pero, en términos políticos, este enroque es un nuevo error. De este embrollo sólo se sale haciendo una verdadera transición, y lo saben. La transición que no quisieron hacer en 1975.

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