CRíTICA cine
«La mujer del anarquista» Blanco y negro
Koldo LANDALUZE
La película “La mujer del anarquista” contaba con el aliciente de ser un filme sobre la guerra del 36 narrado desde una perspectiva diferente; la aportada por los alemanes Peter Sehr y Maria Noëlle. Una baza que, bien jugada, hubiera dotado de cierta luminosidad y frescura a un «subgénero» siempre falto de valentía y rigor.
Esta visión exterior del conflicto cuenta con dos precedentes muy recientes y que han sido saludados con desigual forma. Por un lado, nunca entenderé la extremada facilidad con la que se machacó la propuesta generosa y notable que hizo el británico Ken Loach con “Tierra y Libertad” y, sobre todo, merece una mención especial la magistral aportación del mexicano Guillermo del Toro, “El laberinto del fauno”.
Lamentablemente, el dúo Sehr-Noëlle se ha amparado en un discurso dialéctico muy encorsetado y una puesta en escena que descubre las carencias de un presupuesto demasiado exiguo para lo que se pretendía contar en la pantalla. Dos taras extensibles a la mayoría de las producciones del Estado que abordan la Guerra del 36. Por otro lado, la excusa argumental contaba con el aval de basarse en un caso real que, como tantos otros, han sido silenciados y ello tiende a otorgar al proyecto un plus mayor de sentimiento que nunca cumple sus expectativas porque la realización es plana y monocorde. El apartado interpretativo es una mera prolongación de propia irregularidad de la película: Juan Diego Botto vuelve a descubrirnos las desorientaciones que padece cuando está muy mal dirigido y Ivana Baquero se reafirma en su ascendente carrera.
Tal y como suele ocurrir en tantas ocasiones, “La mujer del anarquista” es la enésima perdida de una oportunidad para sacar a relucir los capítulos silenciados de una historia que debe ser contada y a pesar de que el público diga estar cansado de un conflicto que ha soportado demasiados intereses maniqueístas. El medio cinematográfico, una vez más, sigue estando en deuda con un episodio histórico que requiere de los artistas una mayor valentía y respeto.