CRíTICA cine
«La duda»
Mikel INSAUSTI
Sorprende que un texto teatral tan trasnochado como el de John Patrick Shanley haya sido merecedor en los EE.UU. de premios pujantes como el Pulitzer o el Tony, pese a su demagogia moralista de confesionario y a su rancia puesta en escena, por no hablar de unas interpretaciones llenas de tics a la medida estelar del rutilante reparto. “La duda” no es más que un sermón católico adaptado al formato dramático clásico del enfrentamiento personal entre las ideas obsoletas (fundamentalismo religioso) y las renovadoras (tolerancia pragmática). Una madre superiora anclada en los anacrónicos postulados de Monseñor Lefebvre se las ve con un curita influenciado por los vientos aperturistas del Concilio Vaticano II, dentro de una maniquea representación en la que la autoritaria monja es todo antipatía y el campechano sacerdote, un remanso de paz mundana. Un antagonismo que sirve de subterfugio para convertir en víctima al teórico verdugo, al ser acusado de pederastia sin pruebas fehacientes.
Al señor John Patrick Shanley la Iglesia Católica le debería tener en un altar por los servicios prestados, ya que nos viene con reparadoras dudas en sentido retroactivo, justo cuando llegan las condenas en firme a sacerdotes católicos norteamericanos por abusos a menores cometidos en el pasado, y que en todos los casos fueron ocultados por las autoridades eclesiásticas. La jerarquía siempre lo arregló con el oportuno traslado a tiempo, lo mismo que le sucede al protagonista de “La duda”, que es recompensado con un ascenso a párroco para acallar posibles rumores. Para eso el hombre se pega sus cenotes con el obispo, y ninguno de los dos van a dar crédito a los chismes o suposiciones de las monjas, las cuales al fin y al cabo son mujeres, por cuya condición de tales ocupan el último escalafón dentro de la mayor secta oficial. Es la ambigua y tramposa conclusión de una obra que juega a desvíar la atención, como quien sospecha de la mujer que denuncia maltratos en lugar de acusar al maltratador.