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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Despejar a golpes la disidencia

El TAV es una muestra de cómo funcionan esos que se embolsan millones de euros al año mientras que muchos vemos que la participación ciudadana se encasilla en eso de que cada cuatro años sólo se les puede votar a ellos y sólo a ellos

Hay que reconocer la gracia que tienen los agresores uniformados para aparecer como víctimas y el unánime apoyo que se ofrece a quienes lejos de las palabras y de la participación optan por imponer sus proyectos destructivos.

Hemos pasado de querer vivir en cuevas y comer berzas a querer ser golpeados, detenidos y, si hay un poco de suerte, encarcelados por no sé qué a la autoridad.

No cabe duda de que el partido hegemónico y la opinión afín temen a la oposición real y a los que ponen en duda sus bárbaros proyectos, Porque cada vez es más evidente que lo único que han hecho es llenar el bolsillo los de siempre e hipotecar nuestro futuro en nombre del mal entendido progreso.

Claro, en todo esto no hace falta ir lejos y basta observar la cara de sorpresa de los acólitos del régimen cementero cuando les das la opinión personal y así darse cuenta de que las neuronas, una vez controladas, no sólo no piensan, sino que incluso son capaces de defender lo que les oprime y si hace falta servirles como borregos.

Las imágenes de lo sucedido en Urbina y lo leído en la prensa «oficialmente correcta» me llevan a pensar que la represión no solo está justificada, sino que incluso existe un proceso de criminalización de cualquier debate, participación ciudadana o disidencia. Ahí es nada para el actual régimen que se denomina democrático y para nada se equipara con estados dictatoriales o policiales, que es donde debería reflejarse.

La proporción de los medios entre los que defienden la reflexión y participación y los que sólo entienden el porrazo y la represión organizada, por más civilizada que sea, es tremenda, pero algo muy lógico en esta tierra que siempre ha visto con bastante sumisión que los proyectos nunca se debaten y, por supuesto, que se reprime cualquier manifestación ciudadana organizada de oposición a estas ideas.

Vamos, que si Darwin levantara la cabeza, lo de la evolución se lo pensaría en estas tierras.

Y no es ninguna broma ver caras destrozadas y que se haya jugado con la posibilidad de encarcelar a algunos de los participantes en Urbina. El mero hecho de plantearse que una persona puede ser maltratada así y privada de libertad por participar en una manifestación me causa repugnancia y tremendo malestar. No quiero opinar sobre los que continuamente piden condenas y gestos reprobatorios y callan ante semejante ataque a la libertad de expresión y de participación, porque lo de ellos es puro engaño y camelo. Al fin y al cabo, son los que están justificando las ideas y actuaciones impuestas día a día, lo saben.

Lo lamentable es que personas de a pie, una vez uniformadas, se trasforman en seres auténticamente salvajes y viles, que son capaces de aplicar órdenes sin ninguna reflexión. Es el juego de una democracia enferma y carente de ética, una democracia que pasará a la historia comparándose con épocas oscuras donde los jauntxos mandaban y a la población no le quedaba más remedio que acatar y pasar por el aro.

El TAV es una imposición, aunque lo maquillen en Disneylandia y le pongan todas las teorías unidas al desarrollo. El TAV es una muestra de cómo funcionan esos que se embolsan millones de euros al año mientras que muchos vemos que la participación ciudadana se encasilla en eso de que cada cuatro años sólo se les puede votar a ellos y sólo a ellos.

Patético proceder de los gobernantes, responsables de lo sucedido y los medios que han visto en los golpeados a los culpables y aplauden una vez más dolor y más dolor, cemento y más cemento, hipocresía y más hipocresía, pero el pueblo es inteligente y capaz de poner a cada cual en su lugar, es cuestión de tiempo pedirles responsabilidades.

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