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CRíTICA cine

«El juego del ahorcado»

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Koldo LANDALUZE

El amor perjudica seriamente la salud”, “Salsa rosa” o “Boca a boca”, forman parte de la filmografía de un cineasta –Manuel Gómez Pereira- asociado a la comedia. Un género difícil donde los haya y a través del cual Pereira ha plasmado –sirviéndose de un discurso acomodado y carente de riesgos– muy distintas crónicas cotidianas habitadas por urbanitas con la brújula emocional averiada. Este autor madrileño besó la lona con el caótico gallinero de tenores que cobró forma en “Desafinado”, un proyecto que dañó seriamente su crédito y descubrió el evidente agotamiento de un discurso que requería de nuevos bríos. En un intento por evadirse de la comedia, Pereira optó por dar un giro completo a su estilo con aquel coqueteo decepcionante que supuso “Entre las piernas”; un thriller de fuerte carga sexual y que, a pesar del cara a cara entre Victoria Abril y Javier Bardem, descubría las dudas de un autor más  acostumbrado a la risa que al jadeo. Con “El juego del ahorcado”, Pereira reincide en su intento por descubrir nuevas vías genéricas que le reporten mayores satisfacciones creativas. Es una lástima que el autor de “Reinas” no haya querido apostar mucho por el riesgo y se decante por lo evidente a la hora de explorar los miedos y conductas que mueven a los protagonistas de este drama juvenil ambientado a finales de los 80 y comienzos de los 90. Basado en la novela homónima de Inma Turbau, la película nace de la relación pura e infantil que comparten dos chavales. Una relación que, a resultas de una secuencia trágica, variará por completo y bifurcará el destino de ambos protagonistas. A pesar de los denodados esfuerzos empleados para mantener la tensión que legó  este prometedor arranque, Pereira no consigue dar con los resortes adecuados de la intriga hacia la que deriva este drama que muestra sus cartas demasiado pronto y que tiene en el encanto de Clara Lago su aliciente principal.

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