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Imanol Intziarte Periodista

Personas que merecen la pena

Hay personas que te hacen recordar lo inconveniente e injusto de los estereotipos. Es fácil denostar a un colectivo, a una institución... hasta que te recuerdan que no es exactamente así, que en todas partes hay gente que merece la pena.

Sucedió hace unos días, en un funeral. Al otro lado del altar, un sacerdote que no habló de resurreción, de almas y de sentarse a la derecha o a la izquierda del Padre. Dijo que lo difícil no es morir, que cientos de personas fallecen en el mundo en este mismo instante, y que lo verdaderamente meritorio es vivir. Que quienes nos dejan seguirán con nosotros mientras permanezcan en nuestro corazón y en nuestra memoria. Que los «don nadie» -como ese hombre bueno para cuyo adiós nos habíamos reunido en la parroquia- son importantes, muchas veces más que los que son «alguien». El sacerdote habló de ser humildes y compasivos, pero sin humillarse ante los poderosos ni resignarse ante las injusticias. La vida es así, pero no tiene por qué serlo. Añadió que Jesús, el de Nazareth, predicó que el pan debe llegar a todos, no sólo a los banqueros. Y denunció a esos dirigentes políticos y/o económicos causantes de las desigualdades sociales, puesto que son generadores de violencia.

Nunca llegará a ser Papa, ni cardenal, ni obispo, ni siquiera titular de una iglesia «importante». Lo escribo entre comillas porque estoy convencido de que, para él, todas son importantes, desde la más imponente catedral hasta el más miserable chamizo. No tendrá cargos en la jerarquía católica, supongo que tampoco es su ambición. Seguirá siendo un cura de barrio que, me consta, no sólo predica. Además da trigo.

Podría terminar diciendo que, desde el Cielo, mi aitona sonreía al escucharle. No lo haré. Es un bello y clásico final, pero no todos tenemos su fe, y su responso se merece como mínimo el mismo grado de sinceridad. Pero sí puedo asegurar que, si hubiera podido escucharle, mi aitona habría sonreído, habría asentido con la cabeza y le habría invitado a un txikito. Muchas gracias, Javier.

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