No es de ahora la fobia al euskara de los más furibundos del españoleo cañí. Ayer en «El Mundo», el habitual Enrique Aguirrezábal volvía a la carga ¡contra las autonomías! Y para ello embestía contra el euskara.

Según el columnista de Pedro J. Ramírez, «no es de extrañar que Rosa Díez, de UPD, no pierda ripio a la hora de reclamar la retrocesión al Estado de la competencia en materia educativa». Ya empieza a apuntar maneras. Ennumera Aguirrezábal los desastres de la descentralización autonómica para recalar en el puerto al que quería llegar: «del conjunto de desatinos, el más vitando, el más deleznable es aquel que con la excusa del plurilingüismo nos cuela de rondón un nazismo idiomático que me cuesta creer que todavía no haya intervenido de oficio el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y la Corte Penal Internacional de La Haya». Claro, y ya puestos que al presidente de Euskaltzaindia lo juzguen como «criminal de guerra».

No se lo pierdan. Va más lejos el pájaro: «Lo del vascuence en la escuela ha superado todos los límites infranqueables de la razón y, en lo concernido a su incrustación a macha martillo en la enseñanza de los infantes, ha arribado a unas cotas de indecencia en lo político, en lo moral y en lo educativo que debiera compeler a los ciudadanos vascos a los ciudadanos vascos a actuar de tal guisa que pongan coto a tanto político indocto, charlatán y vocinglero en asunto tan importante».

Es enternecedor comprobar cómo se preocupan algunos por la libertad de elección de los niños. ¿A que sí? Pues no se confíen porque al final se desnuda el personaje: «La única lengua que los españoles tienen la obligación de aprender, comprender y usar es el español porque así lo dice la Constitución».

Servidora, como no es española, tan tranquila, pero le recomiendo al tal Aguirrezábal que se lea su adorada Constitución porque donde él dice «el deber de usar el español», la Constitución Española de 1978 reza: «El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla». Artículo 3.1. ¡Si es que se ciegan por el odio!