Soberanía, independencia e integridad a todo trapo
La rojigualda ya ondea en el Parlamento de Gasteiz, tal y como ordenó el Tribunal Supremo. En su sentencia, el Tribunal establecía la obligatoriedad de colocar la enseña estatal en sede parlamentaria de manera permanente, «como símbolo de que son lugares donde se ejerce la soberanía, independencia e integridad del Estado español». Toda una declaración política. Ninguna referencia, por lo tanto, a la cosoberanía, la transversalidad o al concierto político. Tampoco al lema de «no imponer, no impedir». Más bien todo lo contrario. Sin embargo, el PNV intenta hace creer a la ciudadanía que esos son los parámetros en los que hay que leer la realidad actual, el mundo que se avecina.
En los códigos internacionales la bandera blanca ofrece rendición y la pirata aún señala rebelión. Para los abertzales y para muchos vascos, a la fuerza, la ikurriña sigue significando dignidad o libertad y la española, imposición. En este contexto, si un abertzale iza la española, es entendido como acto de sumisión. Esos son los conceptos que la ciudadanía vasca entiende. También, está claro, los que entienden las autoridades españolas. No parece que Izaskun Bilbao comparta esa perspectiva, vista la diligencia con la que ha ejecutado la orden. Tanta premura que ha privado a su partido de uno de los previsibles lemas que habría usado en campaña: «Con Patxi López la bandera española ondeará en Gasteiz».