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Entre el agradecimiento y la decepción con Díaz de Zerio

Joseba ITURRIA

Iñigo Díaz de Zerio declaró el lunes que «son pocas las posibilidades de que renueve. El viernes me reuní con este Consejo y la oferta, más allá de lo económico, me decepcionó. Hablaron de cómo podía quedar tras mi recuperación, y eso me dolió porque si apuestas por una persona no le preguntas eso. Desde que llegué a la Real ha habido detalles que han ido formando una bola grande que no me deja satisfecho. Ha habido interés de más de un club, independientemente de cómo me voy a quedar, y la sensación que me queda es que la confianza de fuera es mayor. Me he ganado recibir una oferta sin preguntar cómo me voy a quedar».

A Iñigo todo realista debe agradecerle que apenas ha cobrado una pequeña parte del año pasado, ha accedido a rebajarse el sueldo como la gran mayoría de los realistas y tiene la tibia rota por exponer su pierna cuando acaba contrato y eso complica su futuro deportivo y contractual. Es de agradecer que ha sido uno de los que más se ha implicado en lo que debían hacer los jugadores para dar la vuelta a la crítica situación de la Real. Darlo todo, incluido su pierna, para intentar ganar todos los partidos independientemente de quién fuera el presidente y en privado lanzar un SOS para que pasara lo que pasó el 20 de diciembre. Flaco favor hace a los que recogieron su llamamiento si se va y, sobre todo, con esas declaraciones. El Consejo se equivocó al hablarle así, pero eso no es tan importante.

Por eso uno se siente decepcionado con Iñigo porque sus declaraciones suenan a excusa. En la situación de la Real, que los jugadores conocen de primera mano, es lógico que el Consejo intente asumir el menor riesgo en cada contrato y plantee opciones para no hipotecar su futuro. A partir de ahí se negocia y el Consejo garantizaría los cuatro años si el fijo fuera menor y la cifra aumentara en función de que la Real esté en Primera y él juegue un número determinado de partidos y meta goles. Él es el primero que debe confiar en su rendimiento tras la lesión.

Recordar ahora que gente que no está en la Real ha confiado más en otros jugadores sobra porque si el Consejo pudiera transmitir la oferta del Athletic quizás no pondría a prueba su memoria. Tampoco se puede esgrimir la mejora deportiva. Sólo hay seis equipos en la Liga española que ofrecen unas perspectivas diferentes y ninguno lo fichará. Los demás tienen el objetivo de estar en Primera, como la Real. Si el problema es que quiere jugar en Primera y la Real no se lo puede garantizar, él también puede guardarse una opción de rescindir su contrato por un millón de euros como Aranzabal. Trasmite que no se siente valorado, pero si analizamos cómo estaban él y la Real cuando llegó a Zubieta y cómo están ahora, quizás él no valore el esfuerzo del club para que los chavales guipuzcoanos puedan llegar a ser de Primera. Y cuando llegan es un drama que cualquiera de ellos se vaya, pero si encima se marcha gratis es un desastre.

El problema es que la Real, y ahora menos que nunca, no puede acercarse a lo que paga el Athletic. Y aquí entra la clave. Si Iñigo quiere jugar en la Real o firmar su mejor contrato. Si antepone lo primero hay que pedir al Consejo que haga el máximo esfuerzo. Siempre será escaso, pero el fijo que se le garantice en cuatro años superará lo que el 90% de los guipuzcoanos cobrará en 45 años de vida laboral. Y si quiere firmar su mejor contrato, está en su derecho, pero es mejor evitar excusas que decepcionan a los que le valoramos y le queremos ver en la Real.

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