CRíTICA teatro
Retrato adolescente
Carlos GIL
Lo multidisciplinar convertido en argumento. Partiendo del Don Carlos clásico de Friedrich Schiller y de la ópera de Verdi, la versión se sustenta en fragmentos que van dibujando el retrato adolescente de una ambición, que deja regueros de una violencia instaurada como código ético, y que escénicamente se deja poseer por todos los reflejos genéricos pensables, pero siempre manteniendo una actitud mayestática, un ordenamiento espacial y una textura general que la sustraen de posibles abandonos tremendistas o borrones figurativos excesivamente trillados. Juegos de espejos, utilización de la música como ornamento y protagonista, como complemento directo o como sujeto, rompiendo y volviendo a construir la narración, contándola, cantándola o bailándola, colocando sin solución de continuidad los personajes, los actores, el movimiento o la palabra, como sabiendo que al final se solucionará el puzzle. Y es desde el punto de vista de un espectador interesado donde la inquietud artística se mantiene todavía viva, como testigo de un experimento quizás muy barroco, pero que apunta buenas maneras. José Manual Mora y sus colaboradores caminan hacia el futuro pisando sobre los restos de un pasado controvertido. Esta primera entrega aporta suficientes pistas para prestarles atención. Y nos deja la duda constructiva sobre la necesidad de ir tomando posiciones hacia un tiempo escénico sin dogmas.