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Análisis | Nueva consulta en el aniversario de la revolución

Febrero, «un mes de rebelión» para los venezolanos

 En términos internacionales, Venezuela se ha erigido como un actor relevante en la arena mundial, además de motor de la integración latinoamericana. A pesar de los innegables avances de la década, persisten una serie de resistencias que ralentizan, cuando no bloquean, el proceso de cambio.

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Luismi UHARTE Sociólogo

Venezuela afronta una nueva consulta constitucional cuando se cumple el décimo aniversario de la Revolución Bolivariana. Febrero no es un mes cualquiera, ya que fue un 27 de febrero de 1989 cuando los venezolanos salieron a la calle en contra del Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Fue en febrero también cuando militares liderados por Hugo Chávez se levantaron en contra de aquel sistema.

Febrero no es un mes cualquiera en el calendario de la historia venezolana más reciente. Febrero es, desde hace casi un cuarto de siglo, un «mes de rebelión», como lo llegó a definir el presidente Chávez hace poco. Fue un 27 de febrero de 1989 cuando el pueblo venezolano salió a las calles a protestar de manera violenta contra las primeras medidas de ajuste que el presidente Carlos Andrés Pérez había ordenado, en el mítico «Caracazo». Fue también un mes de febrero, en este caso el día 4 del año 1992, cuando un grupo de militares comandado por Hugo Chávez se levantó en armas contra el Gobierno neoliberal de Pérez.

En la historia más cercana, un 2 de febrero de 1999 Chávez asumía la Presidencia del país y ponía en marcha la denominada «Revolución Bolivariana»; y a principios de febrero de 2003 era derrotado el paro patronal y el sabotaje petrolero que la burguesía criolla había activado para derrocar al Gobierno venezolano. En este febrero de 2009, el clima político vuelve a tensionarse, cuando se festeja el décimo aniversario de la Revolución, y a puertas de celebrarse un referéndum para reformar la Constitución.

En vísperas de un nuevo acto electoral, y en el marco de los diez primeros años del proceso de cambio, es un buen momento para realizar un balance de todo este periodo, de sus fortalezas y debilidades, y de las perspectivas de cara al referéndum.

Crisis mundial. A pesar del impacto global de la crisis mundial y de la recesión económica en los grandes países capitalistas, las consecuencias en Venezuela no han sido muy severas, como sí ha ocurrido en otros países del Sur (México, Perú...). Después de casi un lustro creciendo a tasas «chinas», es decir, alrededor del 10% del PIB, las proyecciones para este año se reducen a menos de la mitad, pero siguen siendo comparativamente mucho mejores, teniendo en cuenta el decrecimiento que van a padecer muchos países de la región y del Norte.

De cualquier manera, el factor clave para la economía nacional es el precio del barril de petróleo, que después de las cotas históricas que logró en 2008, superando los 150 dólares por barril, ha descendido dramáticamente por debajo de los 40 dólares, impactando inevitablemente en la estructura económica. El presupuesto de 2009 estaba calculado con un barril a 60 dólares, lo que supone un déficit fiscal mientras el barril continúe en márgenes cercanos a los 40 dólares. Sin embargo, el alto volumen de reservas internacionales (más de 40.000 millones de dólares) y los fondos bilaterales con países aliados como China, Rusia e Irán, permitirán a la Revolución superar 2009 sin necesidad de endeudarse a nivel internacional, a la vez de preservar el elevado gasto social.

Logros y fortalezas. Tras 10 años de Revolución, se pueden identificar una serie de logros y fortalezas que jamás se vieron en los 200 años de historia republicana, y que además constituyen un ejemplo para la América Latina del siglo XXI. Los índices socioeconómicos son un dato significativo de los avances en materia de protección social: Reducción sustancial de la pobreza y la pobreza extrema (esta última por debajo del 9%, cuando llegó al 35% en 1996); disminución notable del desempleo abierto de más de un 15% a un 7%; convertirse en uno de los países menos desiguales de América Latina y con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) puntero en la región; implantación del salario mínimo más alto del entorno, además de realizar un gasto social en educación y salud tan elevado como el de los países más desarrollados.

En el plano económico, ha revertido el modelo neoliberal, rescatando para el sector público áreas clave como el petróleo, la electricidad, las telecomunicaciones, la siderurgia, además de plantear un proyecto global de inspiración socialista, con pretensión de trascender el capitalismo. En el terreno político, el nacimiento de los Consejos Comunales, como herramienta fundamental para materializar «el poder popular», se ha convertido en un avance histórico.

Finalmente, en términos internacionales, Venezuela se ha erigido como un actor relevante en la arena mundial, además de motor de la integración latinoamericana, con proyectos de la trascendencia del ALBA, Petrocaribe, Unasur, Telesur y el Banco del Sur.

Debilidades y asignaturas pendientes. A pesar de los innegables avances de la década, persisten una serie de resistencias que ralentizan, cuando no bloquean, el proceso de cambio. En el ámbito político, el Estado hiperburocratizado y la corrupción estructural se han convertido en dos cánceres que desgastan la transformación revolucio- naria y que si no se extirpan, tarde o temprano traerán consecuencias muy graves. En cuanto a las estructuras de organización de masas (Consejos Comunales y Partido Socialista Unido de Venezuela), las deficiencias son notables.

Por un lado, se percibe una tendencia sólida a institucionalizar una relación de subordinación entre los Consejos Comunales y el Estado, lo cual es antagónico con la filosofía del Poder Popular, además de fortalecer lógicas de clientelismo.

Por otro, la herramienta política del proceso, el PSUV, necesita fomentar un debate ideológico abierto y sin censura, en una coyuntura donde la construcción del «Socialismo del Siglo XXI» es el objetivo estratégico de la Revolución.

En el plano económico, el sector privado sigue teniendo un peso excesivo, lo que le permite seguir desestabilizando el país a través del acaparamiento y la especulación, y provocando una inflación elevadísima, que está golpeando cada vez con más virulencia el poder adquisitivo de la mayoría de la ciudadanía.

Frente a esto, no se percibe una voluntad política por parte del Gobierno para enfrentar con determinación y eficacia (expropiaciones selectivas...) estas agresiones.

En lo relativo a la gestión municipal, el malestar ciudadano es creciente, sobre todo en las grandes ciudades, donde problemas tan básicos como la basura, el transporte público y la seguridad ciudadana son señalados sistemáticamente en todas las encuestas de opinión.

Salto cualitativo o estancamiento. Todos los procesos de cambio social están constituidos por diversas fases, con unos tiempos determinados que cuando se agotan exigen dar un salto cualitativo para iniciar la fase siguiente. La Revolución Bolivariana vivió su primera fase desde la asunción del poder ejecutivo en 1999 hasta la derrota del paro patronal en 2003. Aquel año, con el nacimiento de las misiones se dio un salto cualitativo que permitió la transición a una nueva fase. Una política social neoliberal, signada por la focalización, la desinversión y la mercantilización, era sustituida por una nueva política social masificada, de gasto expansivo y de filosofía pública. Las misiones educativas (alfabetización, universidades para los pobres), de salud (médicos cubanos) y de alimentación (Mercal) enfrentaron con eficacia la deuda social acumulada, a la vez que insuflaron a los sectores populares dignidad, ilusión y optimismo, para apoyar con determinación a aquel que consideraban «su gobierno»: El gobierno bolivariano encabezado por Chávez. Las victorias contundentes en el referéndum revocatorio de 2004 y en la reelección presidencial de 2006 no se pueden comprender sin tener en cuenta este factor trascendental.

Sin embargo, a inicios de 2009 y en el décimo año de la Revolución, el proceso bolivariano se encuentra en una situación de impasse, donde la fase iniciada en 2003 se ha agotado y para poder avanzar se requiere un nuevo salto cualitativo que abra la puerta a una fase superior.

En términos teóricos, el salto cualitativo se dio con la asunción por parte del Gobierno del Nuevo Proyecto Histórico, «el Socialismo del Siglo XXI». Pero en el terreno práctico, es evidente una situación de estancamiento. Dos problemas estructurales certifican esta realidad. Por un lado, la política social actual reproduce una lógica clasista radicalmente contradictoria con el objetivo estratégico de la igualdad social generalizada, ya que las misiones se han convertido en los programas para los pobres (universidad bolivariana, hospital público y mercal), mientras el resto de la población adquiere los servicios sociales en instituciones generalmente privadas (liceos, universidades, clínicas privadas y supermercados privados).

Por otro, el enorme peso de los propietarios privados en sectores estratégicos (producción agroganadera, distribución y comercialización de alimentos, comercio exterior, salud, educación, vivienda), les está permitiendo sabotear la economía, generando una inflación galopante, que está provocando un malestar creciente en la población. Mientras esto ocurre, los cierres parciales de empresas y las multas se revelan ineficaces, a la vez que los sectores más conservadores del Gobierno bloquean cualquier tipo de medida más drástica pero más eficaz, como expropiaciones selectivas que sirvan como ejemplo o el encarcelamiento de saboteadores.

Las claves del referéndum. En este complejo contexto, mañana el pueblo está convocado a las urnas para aprobar o rechazar la enmienda constitucional, que abre la posibilidad de que un cargo electo pueda presentarse como candidato de manera ininterrumpida, como ocurre por ejemplo en la mayoría de los países europeos occidentales, donde un presidente o primer ministro puede optar de nuevo al cargo en cada periodo electoral. Sin embargo, los medios nacionales e internacionales, están manipulando groseramente la realidad, difundiendo la falacia de que el referéndum es para decidir si «Chávez se perpetúa en el poder».

En las semanas previas a la votación, el clima político se ha calentado, principalmente porque la derecha ha vuelto a recurrir al denominado «movimiento estudiantil burgués», que sigue fungiendo de «carne de cañón» para beneficio de la burguesía criolla.

Resulta complicado hacer previsiones serias respecto a los posibles resultados, ya que las pocas encuestadoras respetables en términos profesionales, se equivocaron en las pasadas elecciones regionales y municipales. La mayoría de éstas otorgan un triunfo al «sí» por un margen que fluctúa entre el 5% y el 10%. Un inesperado triunfo del «no» generaría una espiral de desestabilización imprevisible, que podría desembocar en unas presidenciales anticipadas.

Una victoria del «sí» permitirá consolidar el liderazgo del proceso en la figura de Chávez, pero no solucionará per se el dilema fundamental: Salto cualitativo o estancamiento.

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