TVE no quería otra sorpresa como el Chikilicuatre y ha colocado todos los trámites preventivos posibles para que el producto que ocupe tres minutos de ese singular concurso de canciones del paraguas televisivo con denominación europea, tenga, al menos estéticamente, una connotación más identificable. En estos días están ofreciendo las galas finales para que se pueda elegir al representante y han tenido la infeliz idea de contratar a Alaska como la presentadora y conductora de estos espectáculos participativos que tanto se parecen a una versión almibarada de OT.

Lo cierto es que la inmensa mayoría de los que optan a participar lo hacen con las extravagancias más inverosímiles. Algunos saben que lo raro tiene su gancho entre los posibles votantes por los medios electrónicos, y que en muchas ocasiones, cuanto más freak se sea, más posibilidades existen de que un número considerable de votantes opten por ellos con la simple intención de divertirse, de quitarle pompa a ese cúmulo de lentejuelas y sonidos de mercado que es Eurovisión.

La cadena estatal está manteniendo el liderazgo en los últimos meses y lo está haciendo con un retorno a la caspa y estas galas se enmarcan perfectamente en este concepto y en este estilo, con desmedidas subidas de egocentrismo, con una calidad ínfima en las canciones, con algunos productos elaborados de manera clara para intentar acceder a la última etapa o incluso al premio, y con un sistema de votaciones y eliminaciones para ir aumentando la intriga y sosteniendo en el tiempo las audiencias.

Indudablemente Alaska es un icono de la horterada con cierto glamour, y la contratan precisamente para que marque esa cuota de insustancialidad en toda la gala. El resto le viene por añadidura, está dentro del plan, y ahora solamente hay una gran duda, que puede convertirse en un debate, ¿una canción movida de baile o una balada? La decisión es importante. Después que nadie se rasgue las vestiduras. Las posibilidades de alcanzar un buen puesto es algo secundario, al parecer fuera del alcance de las fuerzas diplomáticas reales y como es bien sabido, si se pierde es siempre por culpa de las conspiraciones.