CRíTICA cine
«Nick & Norah: Una noche de música y amor»
Mikel INSAUSTI
Algo muy devastador tuvo que ser el 11-S, porque da la impresión de que la población de Nueva York no se ha recuperado todavía del impacto de los atentados, sobre todo la juvenil, que arrastra como un terrible trauma de infancia. La escena neoyorquina de grupos de rock conoció su apogeo hace treinta años, con la explosión de la llamada new wave, sin que desde entonces haya surgido otro movimiento capaz de hacer olvidar a Los Ramones, Lou Reed, Patti Smith o Blondie. “Nick & Norah: Una noche de música y amor” trata de convencernos de que quedan restos de vida inteligente y creativa en los ambientes nocturnos de la Gran Manzana, pero consigue justo el efecto contrario, dejando en el espectador una sensación de podredumbre y decadencia.
Acepto de buen grado que “Nick & Norah: Una noche de música y amor” es ante todo una comedia romántica adolescente, pero eso no le da derecho a ser mortalmente aburrida. Las únicas gracias que hay en la hora y media que dura son escatológicas, lo que demuestra un infantilismo no superado. No funciona como variante rejuvenecida del clásico de Martin Scorsese “After Hours” (¡Jo, qué noche!), al no incluir anécdotas reseñables durante lo que se supone que es una salida para ligar y divertirse a tope, con la búsqueda del local donde da una actuación sorpresa una de las bandas del momento como excusa argumental. La emoción nunca llega a surgir, por culpa de una pareja protagónica carente de química, y es que Michael Cera está más soso que de costumbre, acompañado de una Kat Dennings que tampoco es la alegría de la huerta. Los secundarios y característicos, tan importantes en estos casos, no disponen del carisma suficiente para compensar la falta de encanto de ese chico y esa chica poco o nada estimulantes. Debe ser el efecto iPod y el aislamiento que provocan los auriculares, impidiendo que la música pueda ser compartida y disfrutada como cuando los discos se escuchaban enteros y no en politonos o descargas aleatorias.