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Elecciones del 1 de marzo

Los partidos siguen reprochándose supuestos pactos ocultos sin desvelar sus preferencias postelectorales

La exclusión de la izquierda abertzale no sólo deja fuera sus reivindicaciones, sino que mueve el centro de gravedad de la Cámara. Así surge una nueva corrección política y cambian los temas tabúes.El día en que todo esto se corrija, en los libros de historia se hablará de apartheid y en los de leyes habrá que cambiar muchas decisiones anómalas. Será mejor, por tanto, que Gasteiz no copie la senda de Iruñea.

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Análisis | Ramón SOLA

Cien kilómetros al este de Gasteiz, el Parlamento navarro lleva seis años dando la medida de los efectos de la ilegalización. En los 90, allí se daba impulso a la investigación sobre el «caso Urralburu» o se escuchaba a torturados. Hoy ni siquiera se implica en un escándalo tan flagrante como el de Cintruénigo. Mucha vida se ha quedado puertas afuera. Y, pese a todo, el independentismo nunca ha renunciado a estar.

Un sindicalista de larga trayectoria explicaba recientemente la desoladora sensación que había sentido un sábado de diciembre. Miles de trabajadores de empresas afectadas por ERE habían subido desde el Polígono Landaben hasta el Paseo de Sarasate de Iruñea para trasladar sus demandas al Parlamento de Nafarroa. Pero al llegar allí se encontraron con la sede cerrada a cal y canto, desde la puerta de acceso hasta las ventanas.

Basta reparar en los informativos televisivos para comprobar que cada vez son más las imágenes de protestas realizadas en el exterior del Parlamento navarro y cada vez son menos las noticias generadas en su interior. Por si alguien lo pone en duda, citemos algunos ejemplos ilustrativos:

-1994: El Parlamento decide abrir una comisión de investigación ante las sospechas de que la constructora Huarte ha abonado comisiones por obras públicas. Aquel trabajo alimentó la instrucción judicial sobre el «caso Urralburu». Habría más comisiones de investigación, como la creada sobre la autovía de Sakana. Quince años después, la Cámara ha despreciado olímpicamente cualquier opción de investigar un caso confeso como es el de las irregularidades financieras en el Ayuntamiento de Cintruénigo, en las que se implica, entre otros, al parlamentario de UPN y ex alcalde Faustino León. Lo ha hecho, además, con prepotencia: «El dinero no se ha ido a Suiza», afirma Miguel Sanz con sorna.

-1995: El Parlamento escucha a varios ciudadanos navarros que han denunciado torturas en comisaría. Es la época en que en Nafarroa se producen múltiples redadas encadenadas, en una situación que ha sido equiparada con la actual. En 2009, en cambio, nadie espera que se aborden siquiera casos tan notorios como el de los lesakarras Igor Portu y Mattin Sarasola.

-1999-2000: En vísperas de que caduque el periodo de uso del polígono de las Bardenas, el Parlamento aborda la cuestión en múltiples ocasiones, se posiciona reiteradamente y fuerza fórmulas como una comisión mixta con el Gobierno y la Junta de Bardenas, obligando así a UPN a mostrar sus contradicciones. Pero en 2008, tras concluir el siguiente convenio, el conflicto pasa mucho más diluido por la Cámara y UPN y PSN no tienen dificultades para imponer la continuidad del polígono.

-2001: El príncipe español, Felipe de Borbón, visita el Parlamento y recibe de manos de Pernando Barrena las propuestas de solución al conflicto de la izquierda abertzale. El Parlamento ya había abordado, en una sesión de 1995, la Alternativa Democrática presentada por ETA. Cuando aflora otro proceso de negociación en 2006, por contra, las únicas iniciativas del Parlamento navarro al respecto se formulan en sentido contrario, es decir, para exigir su paralización con excusas como un confuso sabotaje en Barañain.

Son sólo cuatro ejemplos, pero se podrían aportar cientos. La exclusión de un sector social como la izquierda abertzale no sólo tiene el efecto directo de silenciar sus reivindicaciones. Supone además que las agendas cambian (¿quién recuerda que el tema de la política carcelaria sí era frecuente en aquellos parlamentos?). Supone que la correlación de fuerzas se falsifica (UPN y CDN tuvieron mayoría absoluta entre 2003 y 2007 por la ilegalización de AuB). Y supone, en suma, que el centro de gravedad político del Parlamento se «mueve» artificialmente. Los imperativos de la correlación de fuerzas y de las nuevas agendas provocados por la ilegalización de la izquierda abertzale hacen que todo corra hacia la derecha y en dirección contraria al resto de Euskal Herria.

Así llegan situaciones ciertamente esperpénticas, como que IUN se oponga a una propuesta de Nafarroa Bai para que una representación del Parlamento navarro visite el Parlamento de Gasteiz. ¿Era tan largo el viaje? ¿Tan caro? ¿Se llevan mal acaso con sus compañeros de EB? Nada de eso. Probablemente sólo pensaron que no era una iniciativa políticamente correcta.

Cuando cambia tanto el centro de gravedad de un parlamento ocurren estas cosas: se modifica la clave de bóveda de la corrección política y de los temas tabúes. Y así hemos visto que el mundo abertzale desaparece de un plumazo de unas recientes jornadas parlamentarias sobre la represión en 1936 y que en ellas sólo se cita como víctimas a socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos. Y hemos visto, dando la vuelta a la moneda, que la nueva corrección política sí permite recibir con los parabienes generales en un acto protocolario a Javier Otano, liquidado políticamente tras descubrirse que tuvo a su nombre cuentas en Suiza. El mismo Otano al que los parlamentarios de la izquierda abertzale abroncaron en su despedida con alusiones a la corrupción y al GAL volvió una década después para recibir rehabilitadores apretones de manos.

Todo esto también puede ocurrir, sin duda, en el Parlamento de Gasteiz a partir del próximo domingo. De modo que son muchos los sectores sociales que deben sentirse preocupados.

Hay otra gran enseñanza que extraer de los seis años de apartheid en Nafarroa. Su parlamento le ha cerrado las puertas a la izquierda abertzale, pero ésta no ha respondido del mismo modo. Tanto en 2003 como en 2007 ha intentado por todos los medios estar ahí, como ahora en Gasteiz, aunque muchos pudieran pensar que le era más cómodo no medirse con Aralar o con Nafarroa Bai en situaciones tan desiguales. Lo ha hecho por la responsabilidad de saber que con su exclusión se quedan fuera muchas reivindicaciones sociales. Y, sobre todo, porque sabe que un parlamento sin su presencia es un parlamento que renuncia a tener un papel en la gran cuestión pendiente de la resolución del conflicto político.

Resulta sorprendente la naturalidad con que todos quienes concurren a estas elecciones del 1 de marzo asumen que van a crear un parlamento que será irrelevante en ese terreno. Una de las candidatas del PSE afirmaba esta semana, sin inmutarse, que la izquierda abertzale ya retornará «con todos sus derechos» cuando la situación política se normalice.

Ese día en los libros de historia se escribirá que hubo una negra época -especialmente larga en Nafarroa- en que en dos parlamentos impusieron un apartheid en toda regla. Y en los libros de leyes habrá que corregir muchas decisiones anómalas tomadas en ese impresentable letargo. Sería mejor, por eso, que Gasteiz no copie a Iruñea.

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