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Fermín Gongeta sociólogo

Del invento religioso al genocidio

Israel bombardea en Gaza un hospital, una sede de la ONU y un centro de prensa. Un hospital bombardeado con 500 personas dentro. La ayuda humanitaria suspendida tras un nuevo ataque contra la ONU. Estados Unidos dispuesto a actuar con Israel» (Gara 2009-1-16). El 27 de enero Israel celebra en todo el mundo la Jornada internacional dedicada a la memoria de sus víctimas del Holocausto y el día 28 volvía a bombardear Gaza. Sería espantoso describir las masacres del mundo palestino, por parte de Israel.

Sin embargo, nada de esto es nuevo. Los palestinos fueron masacrados por los israelitas en el año 1948, hace más de sesenta años. Fue el inicio de la expulsión y limpieza étnica de palestinos para la instauración del Estado de Israel, mientras los sionistas proclamaban a los cuatro vientos, de manera hipócrita y falaz, que estaban amenazados por un segundo holocausto. Así fue cómo de los 900.000 palestinos que vivían, únicamente permanecieron 100.000 en la zona asignada al nuevo estado de Israel por Naciones Unidas.

El gran historiador Arnold Toynbee afirmó entonces: «Las innumerables masacres de palestinos en una tierra desolada hacen que los sionistas sean en todos los puntos, semejantes a los nazis».

Desde entonces, ha sido preciso el transcurso de sesenta años, sin detener su genocidio el Estado de Israel, para que nuevos historiadores, prófugos salidos de sus propias filas, iniciaran investigaciones con un mínimo de rigor científico. Ellos han ido destruyendo las supuestas bases históricas, autojustificantes de las masacres israelitas.

Ilian Pappé ha publicado «La limpieza étnica de Palestina» (Ed. Fayard-Paris). Según él, la limpieza étnica fue planificada, organizada y puesta en práctica con el fin de extender el Estado de Israel y de judaizarlo. El territorio previsto para su asentamiento era demasiado pequeño para los millones de emigrantes que los dirigentes sionistas esperaban acoger.

Fueron las autoridades israelitas quienes obligaron a la limpieza, al exterminio, al éxodo palestino, al que llamaban «transferencia» y «cesión», recurriendo al chantaje, a la amenaza, al temor, a la brutalidad de las armas para expulsarlos de sus tierras (http://ilanpappe.com).

«La judeidad no es un fenómeno basado en la religión (...) la judeidad es cuestión de exclusivismos y de privilegios. Mantiene el historiador Israël Shamir (http://www.israel shamir.net).

La creación del estado de Israel se realizó a base de la catástrofe (Nakba) del pueblo palestino, con el apoyo de EEUU, la ONU, y la aquiescencia y beneplácito de Europa.

Zeeb Jabotinsky, padre de la derecha ultra nacionalista, afirmaba que se debía renunciar a negociar un acuerdo de paz antes de haber colonizado Palestina, puesto que los árabes no conocen más que la lógica de la fuerza.

David Bengurión, primer ministro de Israel y padre del Estado judío, escribía en su diario: «Destruiremos Transjordania, bombardearemos su capital, destruiremos su ejército. (...) Pondremos de rodillas a Siria. Nuestra aviación atacará Port-Saïd, Alejandría y El Cairo, y esto por vengar a nuestros antepasados, oprimidos por los egipcios y asirios en la época bíblica».

El sionista Gobierno de Israel justifica sus acciones destructoras contra Palestina, basándose en dos principios. El primero es el Genocidio nazi contra los judíos, la Shoah, el Holocausto que, según ellos, se perpetúa. Avraham Burg, en su obra «Vencer a Hitler», (Le Monde Diplomatique, mayo de 2008) reprocha a los dirigentes sionistas el haberse apropiado del término Shoah (catástrofe) que califica al genocidio hitleriano dándole un carácter único, incomparable a los genocidios sufridos por otros pueblos no judíos del este de Europa, siendo así que el genocidio nazi implicó a toda la humanidad. El mal del totalitarismo y del genocidio es un mal endémico y mundial, es el cáncer del racismo.

Aprovecharse de «su holocausto» como argumento permanente, justificativo de su genocidio palestino añade un atropello complementario. El propio sufrimiento del pasado jamás justifica nuevos genocidios. Menos aún bajo el pretexto de que el Estado de Israel está amenazado, porque no lo está, y menos aún por sus colonizados palestinos. El victimismo, como justificación de masacres es propio de estados totalitarios anacrónicos y esclerotizados.

Tras la II Guerra Mundial, el Tribunal de Nuremberg definió la exterminación llevada a cabo por los nazis como Genocidio. Inmediatamente, los autores judeo-americanos empezaron a llamarlo Holocausto. El objetivo era darle un contenido religioso, de sacrificio y ofrenda a Yahvé, y sacralizarlo. Porque lo «sagrado» justifica todo.

Exclusivizar el sufrimiento es y produce cinismo. Es el cinismo del título de antisemita cada vez que alguien ataca a Israel o defiende a los palestinos. Sesenta años después de su fundación, Israel rechaza concebirse como una república que existe para sus ciudadanos, sino que lo hace como el Estado de los judíos del mundo entero.

El segundo principio utilizado por Israel para sus masacres es el enunciado por David Bengurión: «Israel es el pueblo elegido, que debe volver a la patria de sus antepasados».

Todo israelita ha memorizado que el pueblo judío existe desde el momento en que recibió la Thorah (el Pentateuco, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) en el Sinaí, y que es su descendiente directo y exclusivo. Todo israelita ha memorizado que el pueblo judío, salido de Egipto, se instaló en la «tierra prometida», donde se edificó el glorioso reino de David y Salomón. Todo israelita ha memorizado que el pueblo judío conoció el exilio en dos ocasiones: tras la destrucción del primer templo en el siglo VI a. de C, y después, tras la destrucción del segundo templo en el año 70 d. de C.

Pero esto es una fantasía de la historia judía, obra de interesados constructores del pasado, y realizada a finales del siglo XIX a base de trozos de la memoria religiosa judía y cristiana. Un encadenamiento genealógico continuo y sin fisuras para el pueblo judío. (Le Monde Diplomatique, agosto de 2008. Resumen de Shlommo Sand, de su obra: «Cómo fue inventado el pueblo judío». Fayard, 2008).

Historiadores modernos como Isaak Markus o Leopoldo Zunz presentaron ya el Antiguo Testamento como un libro no histórico. En los años 80, los nuevos descubrimientos arqueológicos han reafirmado el carácter no histórico del Pentateuco. Estos hallazgos contradicen la mera posibilidad de la existencia del gran Éxodo del siglo XIII a. de C. Demuestran que Moisés no pudo hacer salir a los hebreos de Egipto a la «tierra prometida»; que no existen las más mínimas señales ni vestigios del suntuoso reino de David y Salomón; que el exilio del siglo VI a. de C. lo sufrieron únicamente las élites políticas e intelectuales de los pequeños reinos de Israel y Judea.

Tampoco tuvo lugar el exilio del año 70 d. de C. Los romanos no exilaron a pueblo alguno en el Mediterráneo Oriental. Los habitantes de Judea permanecieron en sus tierras tras la destrucción del segundo templo. Unos se convirtieron al cristianismo en el siglo IV, mientras que la gran mayoría se unió al Islam en la conquista árabe del siglo VII.

Lo histórico es que el monoteísmo judío nació del encuentro con la cultura persa. La realidad histórica muestra que entre los siglos II antes y después de Cristo, el judaísmo fue la primera religión proselitista. Que Flavio Josefo, así como Horacio, Séneca, Juvenal y Tácito, han testimoniado el carácter proselitista de los judíos. Que la victoria de la religión de Jesús, al principio del siglo IV, no puso fin a la expansión del judaísmo, y que la conversión en masa, la más significativa, se desarrolló en el siglo VIII entre el mar Negro y el Mar Caspio.

Los políticos sionistas conocen todo esto. Pero los conquistadores de la ciudad de David se tuvieron que proclamar descendientes directos de su reino mítico, y no pudieron admitir ser herederos de guerreros bereberes o de caballeros khazars turcos.

La mentira de la religión, la contra-historia, el afán de posesión y dominio, la esquizofrenia humana, lleva a los más atroces genocidios.

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