Curling, esencia escocesa para barrer sobre hielo entre Donostia y Gasteiz
Cautivados por este juego de equipo en el que la compenetración y la estrategia son fundamentales, también en Euskal Herria han descubierto la faceta deportiva y social de una disciplina olímpica, cuya práctica resulta divertida, y no hace discriminaciones de edad, ni de sexo.
Miren SÁENZ
Tan lejos de Canadá, un lugar que otorga al curling la cobertura mediática de los deportes estrella, y algo más cerca de Escocia, en Euskal Herria también se practica ese invento ancestral que se remonta al siglo XVI cuando los escoceses deslizaban pesadas piedras sobre lagos helados.
Dos siglos después, a finales del XVIII, la actividad se popularizó en Norteamérica, donde usaban piedras redondeadas con asideros de metal. Ya en el XXI, cuando sus máximos exponentes siguen perteneciendo a Canadá -con un millón de licencias y un número considerable de pistas específicas-, el norte de Estados Unidos y el norte de Europa, existen hasta clubes vascos. Los alaveses de Iparpolo, por un lado, e Iceberg, por otro, o los guipuzcoanos del Txuri-Berri practican lo que aquí es un deporte muy minoritario.
Tanto que Iparpolo, el más veterano de los tres, es el más numeroso y no llega a la veintena de socios. Los gasteiztarras están cosechando buenos resultados, con medallas de todos los metales en el reciente Campeonato de España, disputado este mes en Madrid. Estrella Labrador y Alberto Vez se colgaron el oro en dobles mixtos. Imbatidos, se ganaban así la plaza para el mundial que en abril acogerá la ciudad italiana de Cortina D'Ampezzo. El otro equipo del club alavés, el formado por Iranzu García y Sergio Vez, obtuvo el bronce. Los cuatro compartían la plata en la modalidad de mixtos. Diez partidos en tres días para cada uno de ellos, que en su caso terminó con visita al podio.
Txuri-Berri, con una decena de fichas, también regresó satisfecho con un cuarto puesto en mixtos. Sorkunde Vez fue una de las fundadoras del club Iparpolo en 2003. Entonces sus hijos practicaban patinaje artístico en el antiguo palacio de hielo de Gasteiz, mientras los padres compartían espera en la cafetería. Todo empezó cuando uno de esos padres vio un partido en televisión. Tras buscar información y ponerse al día terminaron haciendo deporte en familia.
La presidenta, encargada exclusivamente de las labores de gestión, era reacia a jugar pero predicó con el ejemplo: «Nunca había practicado ningún deporte, hasta que me convencieron y en dos días me enganché». Como jugadora ha ganado el oro en algún Campeonato de España y ha participado en el Europeo. Como directiva sigue encargándose de los papeles. Instalados en la Ciudad Deportiva del Baskonia, explica que «si quieres resultados hay que entrenar mucho y nosotros hemos apostado por esto».
Su planificación enfocada al presente y al futuro incluye a los juniors, «para que los chavales hagan deporte y se alejen un poco de los ambientes habituales», matiza.
El curling es un deporte de precisión y estrategia que se practica en una pista de hielo de 45,5 metros de longitud y 4,75 metros de anchura. La vieja comparación con la petanca no convence a los curlers, es más la aborrecen: «El movimiento es muy diferente porque el hielo es un medio hostil y variable. La piedra va deslizándose, no la lanzas como en la petanca. Eso sí, a la hora de puntuar hay muchas similitudes». Y es que una vez concluidos los lanzamientos, los puntos se otorgan en función de la cercanía de las piedras a la diana marcada en el centro. Comparten, sin embargo, otras definiciones como la manida «ajedrez del hielo», «más acertada porque hay que pensar muchísimo», subraya Sorkunde.
Oficialmente en el programa olímpico desde los Juegos de Nagano'98, en donde se contemplan exclusivamente las categorías masculina y femenina, la creación de dobles mixtos -con una pareja de chico y chica- y de la categoría mixta -en la que participan dos chicos y dos chicas que deben de tirar alternativamente- ha dado otro impulso a la disciplina, aunque las nuevas fórmulas no estarán incluidas en Vancouver'2010, la próxima gran cita blanca. Una disciplina en la que hombres y mujeres compiten en igualdad de condiciones y sin límite de edad abre enormes posibilidades. «Las relaciones son fenomenales. Se establece la igualdad y el sexo no forma parte de la conversación. Alguna vez surgen piques, especialmente cuando hay lazos familiares», algo que atribuyen al exceso de confianza en un deporte con mezcla generacional. Y es que la presencia de padres, hijos, hermanas, tías y sobrinas compartiendo equipo o jugando en el contrario es habitual en las competiciones.
En contraste con otros deportes, el curling no exige unas condiciones físicas portentosas. Aunque se dejen la piel barriendo, y lleguen a sudar, pese a las bajas temperaturas en los recintos, hay ratos de descanso para unos partidos de dos horas de duración. Incluso los incapacitados para agacharse pueden recurrir a cierto artilugio para acceder a la piedra sin doblarse, por eso han compartido encuentros con jugadores que superaban los 90 años «e imposible ganarles, cuantos más años mejor», menciona la presidenta de Iparpolo reconociendo el valor de la experiencia. Ella debutó precisamente en la cuna del curling frente a un equipo de septuagenarios escoceses ante los que se las prometía felices: «Uno con la rodilla metálica, el otro con la cadera para allá. Yo pensé, aquí está mi primera victoria internacional. Me ganaron por no sé sabe cuanto...», recuerda risueña la alavesa.
A parecidas conclusiones han llegado las hermanas Otaegi, aunque por un camino distinto. Al contrario que Sorkunde, las jugadoras del Txuri-Berri, de 31 años, le dieron a casi todo antes de emprender la senda del hielo. Oihane y Leire comparten lazos de sangre, parecido físico -son gemelas- e interés por el deporte desde su infancia. Once años haciendo gimnasia rítmica, además de sacar tiempo para practicar equitación, esquí, snowboard, surf, vela o piragüismo da una idea de porque se decidieron a estudiar Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Oihane, licenciada en Madrid donde también le dio al cross como miembro de un club de atletismo, y Leire, en Gasteiz, se tomaron tan en serio el asunto del curling que han realizado en Alemania cursos de entrenador y de juez organizados por la Internacional. Oihane es en la actualidad preparadora física del equipo de patinaje artístico del Txuri, mientras Leire imparte clases de natación, gimnasia en el agua, natación para embarazadas y pilates en el C.D. Fortuna.
500 euros la piedra
En 2005 crearon la sección de curling, dentro del Txuri-Berri de patinaje, junto algunos de los padres de las otras especialidades sobre hielo. Oihane, capitana del equipo donostiarra, recuerda que todo empezó con las piedras de la Federación Internacional. Cada «ficha» puede llegar a costar unos 500 euros. Realizadas con dos tipos de granito, con material extraido de una única cantera de Escocia, se realizan de forma artesanal y pesan 20 kilos. El organismo federativo otorga facilidades para optar a ellas. Envió a cada uno de los clubes vascos un par de juegos -32 moles en total- y durante cinco años pueden utilizarlas gratis. A partir de ese momento, si deciden continuar, empiezan a pagarlas a plazos. Conservadas en arcones frigoríficos a bajas temperaturas para que puedan deslizarse por el hielo y evitar desgastes por el contraste calor-frío, jamás han visto romperse ninguna.
Otros de los instrumentos al uso también son de importación, aunque no tan exclusivos. Escobas, las hay de madera -más baratas y pesadas- o de fibra de vidrio; zapatillas con suelas de teflón u otros enseres sin mercado ni calidad como la canadiense. Con ellas se deslizan por unas pistas compartidas con patinadores y jugadores de hockey. Oihane Otaegi protesta sin perder la calma: «Y esto estropea el hielo. La gente patina por las esquinas así que se quedan desniveladas. Luego apuntas a un sitio y la piedra va al lado contrario». Lo ideal para los curlers sería contar con alguna pista específica, sin surcos, sin grietas y totalmente nivelada.
De Finlandia a Suiza, pasando por Dinamarca, Alemania, Letonia o la misma Escocia, además de la competición oficial con sus campeonatos internacionales, abundan los torneos y por tanto los viajes. Los buenos resultados contribuyen a sufragar parte de los gastos pero según indica Oihane, sin patrocinadores, en la mayor parte de los casos hay que rascarse el bolsillo.
Los torneos contribuyen a la multiculturalidad y «a jugar con gente del máximo nivel cosa que en otros deportes es difícil. Puedes concidir con medallistas olímpicos y mundialistas y también compartir un partido con una rusa, un alemán...», a ella como a otros compañeros le ha pasado y es que practican un deporte muy social.
Sorkunde Bez, presidenta y jugadora de Iparpolo, mantiene que el curling es una buena práctica para «la gente con temple». La tranquilidad se considera una buena cualidad para conseguir buenos resultados en esta especialidad con abundancia de denominaciones y sobrenombres calificada también como «deporte de caballeros» por la actitud amistosa mantenida por sus contendientes. En la mayoría de los encuentros se prescinde de los árbitros, vamos «que el juez está por ahí pululando y sólo se le llama si hay dudas», aclara Oihane Otaegi. La capitana del Txuri-Berri reconoce, sin embargo, que a la hora de la verdad también hay quien se aprovecha pero admite que hay que seguir unas normas de protocolo que se suelen cumplir. Nada de tacos, ni de insultos, ni de gestos ofensivos. El incumplimiento puede acarrear una sanción seria. Se impone la cordialidad y la educación, así que antes de iniciar el partido y al final del mismo, todos los jugadores deben estrecharse la mano. «Buenas piedras» es la frase típica para desearse suerte en los prolegómenos, al estilo del «mucha mierda» entre los actores. Concluida la contienda se aplica el tercer tiempo, momento en el que se acercan juntos al bar de turno y el equipo ganador invita a los perdedores a lo que deseen tomar. La cerveza es la bebida estrella.