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La caída de la audiencia obliga a Hollybood a reinventar los Óscar

Esta madrugada se reparten las estatuillas más preciadas del séptimo arte. Pero los organizadores parecen estar más pendientes de los índices de audiencia que de los propios artistas. Todo vale: desde presentadores guapos hasta consejos para los discursos.

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Rob WOOLLARD | Tangi QUEMENER | Fernando MEXÍA

La Academia de Hollywood ha apostado por revitalizar la ceremonia de entrega de los Óscar y sorprender a la desencantada audiencia con un espectáculo más teatral y dinámico cuyo contenido se mantiene en secreto. La progresiva disminución anual de espectadores ¯en 2008 se registró el índice de televidentes más bajo de la historia de los premios¯ llevó a la organización a apostar por dar un giro a una gala que se ha acomodado en un formato cada vez menos atractivo. El presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Sid Ganis, fue el primero que anticipó cambios «atrevidos y arriesgados» en el programa, secundado por el director ejecutivo de la entidad, Bruce Davis. «Se va renovar el aspecto del auditorio y se presentarán los premios de interpretación de una forma que nunca se ha hecho hasta ahora», indicó Davis. Unos mensajes dirigidos a generar expectativa en el público, que tendrá que esperar a la emisión de la ceremonia para conocer si la regeneración de este espectáculo merece tanto secretismo.

Lo que sí se dio a conocer fue el nombre del presentador, el actor australiano Hugh Jackman, un conductor atípico para unos Óscar que durante los últimos años habían encargado a un humorista la responsabilidad de llevar el ritmo del evento. Jackman, de 40 años, considerado el hombre más sexy del mundo por la revista People y premiado con un Emmy en 2005 por su trabajo como presentador de los Tony (galardones de teatro en EEUU), adelantó a la revista Entertainment Weekly que habrá «canciones y bailes» en la ceremonia. «El hecho de que me hayan contratado a mí es un signo de que están tomando un camino distinto», aseguró el intérprete.

No cabe duda de que el australiano tiene ante sí una misión complicada, de la que pocos han salido bien parados. Desde Douglas Fairbanks a Chris Rock, pasando por Fred Astaire, Frank Sinatra, Jack Lemmon o Steve Martin, la Academia de Hollywood ha confiado casi siempre esta misión a miembros de la propia industria. La primera ceremonia, celebrada en 1929, fue presentada por Fairbanks, el considerado «rey de Hollywood», pero los nombres que parecen llevar pegada la etiqueta de presentador de los Óscar son los de Bob Hope ¯18 galas entre las décadas de 1940 y 1970¯, Billy Crystal ¯ocho ocasiones¯, Johnny Carson ¯cinco veces¯, Whoopi Goldberg ¯cuatro¯ o Jerry Lewis ¯tres-.

Cómo (no) pronunciar un discurso

Los largos y extensos discursos de agradecimiento suelen ser en muchas ocasiones los que impulsan a los espectadores a cambiar de canal. Para evitar que esto ocurra, Sid Ganis, en un almuerzo que reunía a todos los nominados a principios de este mes, lanzó una serie de recomendaciones: «Hay que hacerlo corto, memorable y no hacer el ridículo delante de centenares de millones de telespectadores». Y es que, pronunciar un discurso de agradecimiento en los Óscar, es un ejercicio de alta acrobacia. «Sean breves, sean personales y sean sinceros. Tienen 45 segundos», recordó Ganis.

Pocos han sido, en este espectáculo compuesto como si de una partitura musical se tratase, los momentos espontáneos que por su gracia o emotividad hayan pasado a la historia. Otros, en cambio, han pasado sin pena ni gloria. La actriz Sally Field quedó ridícula y fue parodiada por sus exclamaciones: «Esta vez, lo siento de verdad (...) ¡Vosotros me queréis, siento que me queréis!», después de recibir su segundo Óscar en 1985.

«Hágalo corto, por piedad, discursos cortos, sobre todo, si usted no es una cara conocida. Y no llore, es patético. Se trata de una recompensa», se burlaba en los Emmy 2008 el comediante británico Ricky Gervais. Pero, muchas veces resulta difícil mantener el tipo. Sacudida por sollozos, Halle Berry pronunció en 2002 un discurso de más de 2 minutos y 30 segundos, cinco veces el límite autorizado, después de haber obtenido el Óscar por «Monster´s ball». Tuvo agradecimientos para todo el mundo, incluido su abogado.

Parecida fue la crisis de llanto de Gwyneth Paltrow en 1999. «¡Tengo la impresión de que no merezco esto si me comparo con todos vosotros!», exclamó la británica. Cuatro años más tarde, fue el turno de Nicole Kidman: «¡Russell Crowe me advirtió: No llores si tienes que subir aquí, y estoy llorando!».

Emitidos en directo, la ceremonia de los Óscar debe ser un espectáculo para toda la familia y no un mitin político, como lo comprobó por experiencia propia el polémico Michael Moore, que en 2003 fue recompensado con un Óscar por «Bowling for Columbine» pero abucheado por la sala después de haber criticado la política de George W. Bush y la guerra de Irak. Veinte años antes, Marlon Brando fue mucho más lejos. Para recoger su Óscar por «El Padrino» envió a una joven india para protestar contra el tratamiento de Hollywood hacia los nativos americanos.

A pesar de todo, hay que admitir que hay veces en las que la inspiración viene a los vencedores y el discurso pasa a la posteridad. «¡Cuando era pequeña vivía en una caravana y esto me parecía un sueño!», dijo Hilary Swank al obtener su segundo Óscar como actriz en 2005. El mismo año, Jamie Foxx, vencedor por «Ray», pronunció un discurso que a menudo ha sido citado como referente por los oraganizadores. Recordándose de su abuela fallecida, contó cómo le había enseñado ha comportarse bien, incluso azotándolo a veces, «y después de haberme azotado, me hablaba y me explicaba por qué lo había hecho, diciéndome que quería que fuera un buen hombre, y aún hoy, me habla cada vez que sueño. Hoy tengo prisa por dormirme, porque hay muchas cosas de las que debemos hablar».

«Seamos honrados, no es que no tenemos tiempo de escuchar discursos largos, es que no tenemos tiempo de escuchar discursos pelmazos. Si usted no tiene nada interesante que decir, no tiene por qué inventárselo», aconsejó la animadora de la ceremonia en 2007, Ellen DeGeneres, y concluyó: «¡Pero bueno, no se estrese por esto, porque probablemente usted no ganará!».

El año de los anti-sistema

La carrera hacia los premios está llegando a su fin y parece que esta edición número 81 podría convertirse en el año de las películas «anti-sistema». El pasado viernes se publicaba en internet un documento con los posibles ganadores de los Óscar, supuestamente firmado por el presidente de la Academia de Hollywood, cosa que fue tachada como «completo fraude» por esta entidad. Sea verdad o no, la lista publicada nombraba a «Slumdog Millionaire» y su director Danny Boyle como los galardonados con Mejor Película y Mejor Director. En el terreno interpretativo, mencionaba a Mickey Rourke, Mejor Actor; Kate Winslet, Mejor Actriz; Heath Ledger, Mejor Actor Secundario; y Amy Adams, Mejor Actriz Secundaria.

«El documento es un completo fraude», dijo al canal de televisión E! la portavoz de la Academia, Leslie Unger, quien explicó que los votos aún están siendo recontados por la compañía PricewaterhouseCoopers (PwC). «Sólo hay dos personas que sabrán la lista completa de ganadores antes de que se abran los sobres durante la ceremonia», agregó Unger. «Al presidente de la Academia no se le informa del resultado antes ni tampoco se crea una lista al respecto», concluyó. Esas dos personas a las que se refiere Unger son los empleados de PwC Brad Oltmanss y Rick Rosas, quienes explicaron recientemente que, un año más, cumplirán con el ritual de memorizar el nombre de los galardonados.

Lo que un año más se ha puesto en duda es si los Óscar valoran verdaderamente el trabajo y la ejecución de una película o si, al contrario, se inclinan hacia películas por su temática. Ciertos observadores se preguntan si los estudios hollywoodienses apuestan por describir los horrores de la Segunda Guerra Mundial para aumentar sus posibilidades de recibir una estatuilla. La verdad es que un número inusual de obras que tratan la barbarie nazi fueron estrenadas en las pantallas norteamericanas en otoño, precisamente la temporada favorita para las películas candidatas. Andrew Wallenstein, redactor jefe del periódico The Hollywood Trasladar, llegó hasta a acusar a los estudios de «explotar una tragedia como el holocausto para obtener el éxito cinematográfico», en una tertulia de la radio pública NPR. «Hay que decirlo: La razón por la cuál hay tantas películas como estas es que son cebos para obtener recompensas», añadió.

En la ceremonia de 1994, «La lista de Schindler» obtuvo siete Óscars. Nueve años más tarde, «El pianista» recibió tres. En 2008, el trofeo de la película extranjera volvió a los «Falsarios», una película austríaca que se situaba en un campo nazi, nueve años después de haber galardonado «La vida es bella» de Roberto Benigni.

Aunque la incógnita no se despejará hasta esta madrugada, la lista de nominados puede llevar a esperar que en la alfombra roja del teatro Kodak este año reinarán los outsiders o «fuera del sistema». «Slumdog Millionaire», por ejemplo, parte como favorita para la Mejor Película y está batiendo récords de taquilla en todo el mundo, pese a que fue rodada con un presupuesto de 15 millones de dólares, diez veces menos que su principal rival «El curioso caso de Benjamin Button». El estudio Warner, que debía distribuir la película en Estados Unidos, echó el cierre el pasado año y su «casa-madre», la Warner Bros, llegó a pensar en difundir la película directamente en DVD, antes de que llegase finalmente a un acuerdo con su rival, la Fox.

El resultado pertenece ya a la historia: La película de Danny Boyle ha conseguido llevarse todos los premios de la temporada y ha alcanzado unos resultados en taquilla, sólo en Estados Unidos, de 100 millones de dólares. Boyle está convencido de que esta película tiene un destino, como su héroe.

Mientras que Danny Boyle y su «Slumdog Millionaire» pueden soñar con la victoria, la actriz Melissa Leo simplemente está encantada de participar. Seleccionada por «Frozen River», una película independiente con un presupuesto minúsculo, esta norteamericana de 48 años compite con grandes estrellas como Meryl Streep, Kate Winslet, Angelina Jolie y Anne Hathaway. Melissa Leo ha reconocido que durante el rodaje, que narra la historia del paso de inmigrantes clandestinos por las aguas heladas de Saint-Laurent, nada le hacía pensar que pudiera llegar a pasearse por la alfombra roja ante cientos de millones de espectadores. Ella y sus colegas trabajaron en temperaturas bajo cero. «No teníamos una caravana y usábamos un coche como almacén, nos cambiábamos la ropa en garajes, oficinas y las habitaciones de personas generosas», narra la actriz.

El mismo sentimiento de extrañez lo tiene Richard Jenkins, quien se enfrenta a Brad Pitt, Mickey Rourke y Sean Penn por el Óscar al Mejor Actor. Él que, antes de «The visitor», nunca había tenido un papel de protagonista. «Fue una locura, locura en el buen sentido, y una de las cosas más extraordinarias que me pasó es que empecé a oir hablar de gente que no me hacía caso desde hacía mucho tiempo», explicó el actor de 61 años.

Viola David, nominada en la categoría de Mejor Actriz Secundaria por «La duda», confiesa que todavía no se lo cree. «El 95 por ciento de quienes trabajan en el sector está en el paro, y eso me pasa a mí», exclamó. «He vivido en apartamentos infectados de cucarachas. He pesado 40 kilos menos de los que tengo actualmente y la gente me miraba sin verme. He actuado en campos de baloncesto... he visto de todo».

Otra de las incógnitas de la noche es si la biografía del héroe gay Harvey Milk, interpretado por Sean Penn, podrá llevarse alguna estatuilla, tres años más tarde a que no lo hiciera «Brokeback mountain», ante un jurado tachado de conservador.

 
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