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Antonio Álvarez-Solís periodista

La destrucción del derecho

 

Durante años insistí modestamente en la corrupción que se había hecho del Derecho respecto a las hipotecas. Habrá que insistir en ello y no para perseguir vanagloria alguna sino para denunciar a tanto experto a la violeta y tanto político venal que atajaban nuestras intervenciones acusándonos de rigor extremista  y desconocimiento total de la ciencia jurídica.
Sosteníamos en cuanto a las hipotecas que los titulares de este crédito se verían enredados mortalmente en la red del derecho prostituído. La hipoteca siempre fue un derecho real, es decir, que comprometía la cosa hipotecada y no afectaba personalmente al que la suscribía. Pero los parlamentarios, siempre comprometidos con los poderes fácticos, en primer lugar la Banca, permitieron que ese derecho real fuera devorado por la figura de una obligación personal con garantía hipotecaria, lo que equivale a facilitar un tratamiento para la gripe que la convierta en un cáncer. Mezclar los derechos reales con los personales constituye una corrupción gravísima del Derecho. Son dos tipos de derecho que se excluyen entre si al acomodarlos en una misma figura. Las llamadas de atención de algunos de nosotros fueron menospreciadas en prensa, radio y TV por quienes se postran ante los expertos a la violeta. Y ahora ahí tienen el resultado. No vale ya, cuando se agota la posibilidad de abonar el préstamo hipotecario, con devolver el bien hipotecado, sino que el comprometido por el impago se ve sin casa y, además, trabado en sus bienes personales e incluso invadido en su nómina de subsistencia. ¿Y ahora qué dicen los expertos al servicio de la banca y los gobiernos entregados al poder financiero? ¿Algún ministro, profesor, banquero, magistrado o habitante de la misma tribu ha alzado la voz ante ese artificio jurídico que torna el hecho hipotecario en una figura monstruosa que menosprecia la cosa, que es lo suyo, y  devora impunemente a la persona?
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