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Mensajes disfrazados para ocultar la grave realidad del conflicto político

Cuando quedan siete días para la cita con las urnas en tres de los territorios históricos de Euskal Herria es conveniente aprovechar el tiempo para reflexionar sobre lo que realmente se decidirá el próximo domingo. En primer lugar, no hay que perder de vista que más allá del reparto de escaños existe la realidad política, porque la «polis» no la conforman un grupo de parlamentarios -la mayoría disfrazados de «políticos profesionales»-, sino el conjunto de la ciudadanía. Paradójicamente, es en estas fechas previas a la jornada electoral cuando realmente esos políticos se esfuerzan por conocer qué es lo que opina la ciudadanía, aunque la mayoría de las veces sólo prestan atención a la proyección de escaños que, una vez interpretados al gusto de cada cual, ofrecen esos completos cuestionarios.

Después de abrir las urnas ya no tendrán en cuenta si la mayoría de los electores prefiere este tipo de gobierno o el otro, se les olvidará que la mayoría prefiere un reparto justo de la riqueza, que desea que el conflicto político y armado se resuelva a través del diálogo, que no quiere que se excluya a ninguna opción política... Y, además, una vez que se hayan repartido las credenciales pretenderán hacer creer a la ciudadanía que actuarán siempre como sus «representantes», cuando en realidad no se atreverán a dejar en manos del electorado ninguna cuestión clave. El ejemplo de ello que ha dado el PNV, con el propio Juan José Ibarretxe a la cabeza, durante la pasada legislatura es simplemente demoledor.

Por otro lado, no hay que permanecer con la mirada anclada en el pasado, pero tampoco hay que dejar de echarle un vistazo de vez en cuando para repasar las lecciones que nos ha dejado. Como recuerda hoy GARA en su análisis electoral, lo que vaya a suceder en la Cámara de Gasteiz puede parecerse mucho a lo que ya viene sucediendo en el Parlamento de Iruñea desde hace seis años: que la voz de gran parte de la ciudadanía no traspase sus muros y que los debates sobre asuntos fundamentales desaparezcan de las actas de sesiones.

Ése es el peligro real que se cierne sobre el Parlamento de la CAV si quienes a partir del 1 de marzo se repartan los escaños pretendieran mantener la farsa de que la izquierda abertzale no existe porque no existe ningún conflicto político entre Euskal Herria y el Estado español, como ha dictado desde Madrid el PSOE-PP con el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba como escribano mayor. Y si no fuera porque en nuestro país la mayoría de los políticos profesionales acatan con sumisión todas las imposiciones españolas, no se entendería que se intente trasladar una imagen de normalidad -incluso de normalidad carnavalesca- cuando decenas de ciudadanas y ciudadanos están siendo detenidos por la Ertzaintza porque el último inquilino de Lakua es incapaz de mover un dedo para que todas las opciones políticas estén presentes en el nuevo Parlamento. Arrestos que se suman a los practicados por la Policía española y con los que, unos y otros, no tienen reparos en criminalizar a personas cuyo único delito es presentar su candidatura ante el electorado. Por eso suena a auténtico cinismo que quienes asisten pasivamente a ese ataque a la democracia tachen de «fascistas» a quienes atacan sus sedes, otra expresión de la anormalidad en la que se están desarrollando estos comicios, a no ser que PNV y PSOE den por normal que se produzcan estos hechos y los hayan incluido en sus previsiones electorales.

Los hechos pesan más que las palabras

Entrar a analizar las encuestas publicadas en los últimos días no es un pasatiempo baladí, pero es preferible que el 2-M se repasen con lupa los datos que cada medio o institución ha ido aportando al debate electoral. No obstante, todos los sondeos ofrecen el mismo resultado: un hemiciclo desvirtuado, donde se va a consagrar -como antes se ha hecho en ayuntamientos, en Juntas Generales y en el Parlamento de Iruñea- el apartheid como liturgia «democrática». Y mientras tanto, la izquierda abertzale se mantiene en campaña, ofreciendo su apoyo a las alternativas que caminen hacia la resolución del conflicto, alternativas que tienen que basarse en compromisos serios, no en vaivenes dialécticos que lo mismo permiten a algunas formaciones situarse a un lado que a otro de la indudable barrera que separa a quienes defienden los derechos de Euskal Herria de quienes defienden la capacidad del Estado español para decidir el futuro de este país por encima de lo que decidan las ciudadanas y ciudadanos vascos.

Serán los hechos los que -esperemos que suceda más temprano que tarde- inclinen la balanza hacia la soberanía de Euskal Herria. Hasta el momento, si observamos con detenimiento y sin nostalgia los hechos más significativos vividos en el Parlamento de Gasteiz desde 1980 comprobaremos que esa balanza ha estado casi siempre inclinada hacia Madrid, aunque las paredes de Ajuria Enea parecieran inclinarse hacia Sabin Etxea porque las sombras que proyecta el PNV son siempre muy escurridizas. Y por los departamentos de Lakua ya han pasado, siempre en compañía de los jeltzales, el PSOE, EA y EB sin que hayan cambiado el rumbo político.

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