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Martin Garitano Periodista

En busca de El Dorado

Corría el año 1530 cuando Gonzálo Jiménez de Quesada se dio de bruces con los indios Muiscas (no hacía falta descubrirlos, ellos ya sabían que estaban allí) en lo que ahora se conoce como el Altiplano Cundiboyacense, o sea, Colombia. Allí nació el mito de El Dorado, el reino donde abundaba el oro hasta el punto de pavimentar con él las calles y calzadas. El mito se fue al garete después de sucesivas expediciones comandadas por enfebrecidos como Francisco de Orellana, Gonzalo Pizarro, Sebastián de Belalcázar, Nicolás de Federmann, Felipe de Utre y Walter Raleigh, todas en el siglo XVI y que terminaron como el rosario de la aurora.

La fiebre del oro ha llegado, sin embargo, hasta nuestros días y tengo constancia de dos nuevas expediciones en 1987 y 1990. Tampoco encontraron el mítico lugar. Otro chasco.

Y, sin embargo, tengo la impresión de que ahora mismo, la conjunción de los intereses de unos y otros, la fiebre represiva de alguno y el delirio de los dibujantes de indescifrables hojas de ruta puede conducirnos a descubrir el verdadero emplazamiento de El Dorado.

No hace falta ir lejos. Dicen que ya no es un reino, pero que lo fue en su día, también en el siglo XVI, también hasta que llegaron los soldados de los Reyes Católicos (tal vez ahí esté el error de los que lo situaban al otro lado del océano) y aplicaron el tormento, la inquisición, los tribunales inmisericordes, arrasaron con todo lo que allí había: vidas, haciendas, cultura, lengua, tradiciones, instituciones...

Dicen que también en esa tierra conquistada trataron de imponer sus usos y costumbres, su religión, sus leyes y sus reyes y que, como en tierras de América, desde Ushuaia hasta el Río Colorado, los nativos se enfrentaron con denuedo a los invasores. Y que hoy en día quedan resistentes que no se resignan a la desaparición por asimilación.

Las dificultades, entonces y hoy, son evidentes. La fuerza está de un lado y a tamaña brutalidad sólo se puede enfrentar la astucia, el conocimiento del terreno, la capacidad de propuesta ante la población. En ello andan.

Será por eso que tengo el convencimiento de haber descubierto dónde está El Dorado. Sólo falta esperar a que el domingo que viene forren las urnas con votos de oro.

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