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Iñaki Lekuona periodista

En coma económico

 

Es una fría tarde de un jueves del pasado mes de noviembre. En un bar de un pequeño pueblo al norte del hexágono, cerca de la frontera belga, tres tipos se han tomado ya tres cervezas cada uno. El patrón está purgando el barril y se le ocurre ofrecerles una ronda de ginebra si uno de ellos se bebe la espuma que sale del cañero. Es una idiotez, pero uno de ellos acepta y se traga los restos del barril. Cuando termina, se ventila su copa de ginebra y propone beberse “cualquier cosa a cambio de otra ronda”. El gerente del bar le saca entonces un buen vaso de gin, Calvados y vodka, un combinado que el tipo se toma de un trago, a palo seco. Entre una y otra bravuconada, el patrón le sirve otro. Y adentro. Y luego otro. Y adentro también. Comienza a sentirse mal y le acompañan a su cama, donde aparece muerto al día siguiente por un coma etílico.
 
No sé cuantos años llevamos tragando casi sin pensar lo que nos sirve la economía de mercado. Este patrón del mundo ha venido incentivando el consumo de tal forma que ha acabado emborrachándonos y haciéndonos perder el juicio. Y tenemos la tasa de consumo en sangre tan alta que nuestros cuerpos, acosados por los créditos y las hipotecas, y amenazados por los despidos, han empezado a hacer crac.
Al gerente del bar le acaban de caer dos años por homicidio involuntario, pero en cambio a las multinacionales y a la banca les inyectan enormes flujos de dinero para que puedan regresar detrás de la barra y volver a incentivar el consumo en los cuerpos que todavía resisten a la destructora economía de mercado. Pero son listos; se guardarán de que entremos todos en coma. Sería su ruina, su propio coma económico.
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