Elecciones del 1 de marzo
Las encuestas, encuestas son
La izquierda abertzale tiene que hacer ver a su base social que el mantenimiento de voto servirá para engrasar la estrategia eficaz por la que abogó Arnaldo Otegi. Una estrategia, en sus palabras, para alcanzar un escenario democrático López juega con las diferentes bazas, mientras difunde la idea de desalojar a Ibarretxe. Puede contar con el apoyo del PP, pero sabe que su posición será de fuerza ante un PNV que no tiene con quién formar una mayoría estable
Análisis | Iñaki ALTUNA
Las últimas encuestas sobre intención de voto y reparto de escaños han centrado buena parte de la atención de los candidatos. La sombra de los pactos o acuerdos a realizar tras las elecciones, en un Parlamento en el que lograr mayorías no se presenta como tarea fácil, ha aparecido en campaña con más fuerza, y con una idea principal: que el PSE tiene la sartén por el mango. Eso sí, de lo que se han olvidado los sondeos de opinión es de las papeletas de Demokrazia Hiru Milioi (D3M). Un olvido, sin duda, más que reseñable.
Fin de semana de encuestas, las últimas antes de la cita del próximo domingo, por lo que los discursos de los líderes políticos las han tenido como referencia para dar la última ciaboga y encarar la semana de fin de campaña. Por eso, este tipo de estudios sociológicos no dejan de estar bajo sospecha. Su intencionalidad inicial, su «cocina» posterior y la presentación final hacen temer a todos que detrás de cada una de ellas esté el interés de la línea editorial de cada medio de comunicación.
La adulteración de las encuestas llega a tal punto que en la práctica totalidad se borra de un plumazo a los miles de ciudadanos que van a acudir a las urnas para depositar las papeletas de D3M y que serán contadas como nulas por arte y gracia de la legislación española sin que el resto de fuerzas les concedan ya ni el mínimo de atención, salvo, como en el caso de Ibarretxe, para quejarse de que la ilegalización podría hacerle daño en la ulterior configuración del Parlamento en beneficio del Patxi López. La masiva conculcación de derechos, ni la nombra.
Sin embargo, la actividad de D3M es una realidad palpable, evidente en pueblos y barrios, digan lo que digan las encuestas. La campaña por el «voto de oro» también se enfrenta a su última semana, con valores ya demostrados, como el trabajo militante y la denuncia de la injusticia, pero también con riesgos, como el denominado voto útil al que apelan otras fuerzas para pescar en estos caladeros.
Para reafirmar sus valores y combatir sus riesgos, las bazas con las que puede contar la izquierda abertzale se resumen en hacer ver a su amplia base social que el mantenimiento de ese voto servirá para engrasar la estrategia eficaz por la que, en su primera entrevista tras salir de prisión, allá por el mes de noviembre, abogó Arnaldo Otegi. Una estrategia, en sus palabras, para alcanzar un escenario democrático. Son las cuestiones de comer las que están en juego en está cita electoral y en el escenario de después del 1 de marzo, y hacer ver esa realidad será el mejor modo con el que el movimiento independentista pueda aguantar el presente pulso, por encima de ilegalizadores y de quienes intentan hacer rapiña.
Las encuestas de este fin de semana han situado al PSE como la fuerza determinante en la configuración de acuerdos pos-electorales. Por una parte, porque a la ya extinta fórmula del tripartito no le dan los números y, por otra, porque el apoyo del PP le daría la mayoría absoluta. Ésas son las cifras, siempre, claro está, atendiendo a las citadas prospecciones sociológicas.
Del final de la fórmula tripartita, con o sin el apoyo de Aralar, se podría decir que Urkullu tenía razón cuando le vaticinó fecha de caducidad, y que Ibarretxe se engañaba a sí mismo y a todos los demás cuando la definía como «carril central». Sobre la mayoría absoluta que podrían conformar los votos del PSE y el PP sólo se puede decir que hay otra fórmula a dos que, matemáticamente, superaría ese número de escaños: PNV y PSE.
La observación no resulta baladí, pues el mensaje electoral jeltzale puede llevar a equívoco. Con las encuestas en la mano, Ibarretxe y los suyos alertan de una posible entente PSE-PP con el objetivo de atraer voto. Pero, según esas mismas encuestas, aunque logren seducir a muchos electores, no tendrán cómo conformar mayorías estables con las fuerzas «que tienen aquí su centro de decisión, y no en Madrid». Si el PNV constituyera gobierno, del modelo que fuera -incluso en minoría-, le haría falta el apoyo de aquellos mismos que ahora presenta como la encarnación de todos los males, de aquellos mismos que le respaldaron la legislatura pasada desde la oposición. Se trata, pues, de un ejercicio de funambulismo electoral.
Patxi López prefiere permanecer callado sobre la cuestión de pactos. Sabe que juega con las diferentes bazas, mientras adorna su discurso con la idea de desalojar a Ibarretxe de Ajuria Enea. Es consciente de que, para ese menester, puede contar con el apoyo del PP, pero conoce igualmente que su posición será de fuerza ante un PNV que no tiene con quién aliarse para lograr mayorías tan estables.
Tras un PP a la baja, tendencia que ya arrastraba desde antes y que se agudiza por los escándalos que agitan al partido en el Estado, el resto de fuerzas parece que contará con una representación no muy significativa. En algunos casos, ello debiera llevar a medir declaraciones tan grandilocuentes. Por ejemplo, no se entienden ciertas afirmaciones de Aralar e IU que identifican sus formaciones con el futuro de la izquierda abertzale y de la izquierda en general, respectivamente. Si eso fuese así, a tenor siempre de las encuestas, el españolismo y la derecha tendrían que estar brincando de alegría.
La apuesta de acudir en solitario por parte de EA merece un comentario más específico. Podía haberse entendido como un primer paso para, en el futuro, formar con otros -léase izquierda abertzale- ese polo soberanista que sirva de garantía para la buena orientación del cambio político que necesita el país. Sin embargo, el vértigo que ha existido para dar cuerpo en esta cita electoral a esa opción -de cuya existencia, aunque de forma velada, se tuvo noticia en los medios en diciembre- puede costarle caro a Ziarreta. Las oportunidades hay que cogerlas cuando se presentan, aunque no siempre sea en las condiciones más deseables. El haberse quedado a medias y unos resultados no muy buenos animarán a quienes dentro de casa están esperando con la escopeta cargada, y no precisamente para apoyar ese polo soberanista.