Osasuna usó su calidad y abusó de su momento dulce para liquidar al Numancia en un partido engañoso. Parece mentira que un equipo que era colista destacado al final de la primera vuelta pueda aparecer ahora como el segundo que mejores dígitos presenta en la segunda (tres victorias en casa y dos empates fuera). Pero parece mentira, sobre todo, porque en honor a la verdad no ha habido un cambio sustancial en su juego. Sí han dado la vuelta factores externos como el estado de ánimo, el acierto, los arbitrajes, los postes o la fortuna en momentos claves. Algo de todo ello se juntó ayer para ponerle el campo cuesta abajo y facilitar la victoria más cómoda de toda la temporada.

El modo en que los rojillos se deshicieron del Numancia fue similar al modo en que se le ha visto caer muchas veces en el Bernabéu o en el Camp Nou. Los sorianos podrán volver a casa diciendo que controlaron el juego, que tutearon al rival, que hicieron ocasiones y que siempre tuvieron a tiro la opción de engancharse al partido. Cierto. Sin embargo, el marcador final deja un 2-0 que suena contundente, resuelto además en la primera parte, y los resúmenes de televisión incluirán más ocasiones claras locales que visitantes. Cuestión de calidad, en la que el Numancia no está sobrado.

Le falta, por ejemplo, la capacidad de triangulación que exhibieron Masoud, Pandiani y Plasil cuando el reloj ni siquiera había consumido dos minutos. Al Numancia le sobran ganas y solidaridad en el campo, pero añora jugadores como el iraní o Juanfran, capaces de crear algo de la nada. El modo en que buscaron a Barkero durante toda la primera parte delató sus carencias ofensivas. El de Aretxabaleta tuvo un trato casi de estrella rutilante por parte de sus compañeros. Y también lo dice todo que un jugador tan baqueteado como Aranda sea su estilete y Gorka Brit aparezca como primer recambio. En la comparación con ambos, un jugador tan discreto fuera del área como Walter Pandiani salió ayer muy favorecido.

A latigazos

Con el marcador abierto desaparecía el primer temor: que la lata se resistiera. Pero quedaba el segundo: el exceso de confianza. En Iruñea, al Numancia se le había recibido casi como si fuera un Osasuna Veteranos, y no era de extrañar teniendo en cuenta el tiempo pasado desde que se fueron de aquí César Palacios, Txomin Nagore o Felipe Guréndez. La sensación general contagió al equipo en la primera parte, en la que el trivote formado por Palacios-Nagore-Dimas superó con cierta claridad a Puñal y Nekounam.

El balón era soriano, pero los latigazos locales daban más sensación de peligro. Y uno de ellos volvió a romper el equilibrio en el minuto 35, con una internada de Juanfran iniciada con un reverso en medio campo que dejó el gol en bandeja a Masoud.

En el descanso, tanto el debutante Pacheta como Camacho tomaron decisiones. Probablemente ninguno de los dos estaba conforme con lo que veía, el primero en el marcador y el segundo en el campo. El visitante rompió el trivote para tratar de buscar más profundidad con Quero y Brit, sin lograr más que empeorar las prestaciones del equipo, y el local ordenó evitar alegrías innecesarias y dormir el balón. Las dos cosas confluyeron para que el partido discurriera entre bostezos.

Los 45 minutos sólo valieron para que Osasuna volviera a destilar algunas gotas de calidad: Plasil tuvo el 3-0 en una combinación chispeante de nuevo con Masoud y Pandiani. El iraní se atragantó solo con sus regates en un par de opciones en el área pequeña. Y Antonio Hidalgo no hizo honor a la fama sobre su buen disparo con un tiro blandito desde el punto de penalti. Pero también el Numancia, aunque sin el control de la primera mitad, pudo acercarse en una internada de Guayre que se fue al palo y en otra de Aranda que paró Roberto.

La segunda parte sirvió para que Osasuna engordara unas estadísticas para quitarse el hipo. Encadena la tercera victoria consecutiva en casa. Lleva once puntos en cinco partidos. Sumna cuatro encuentros sin encajar un solo gol. Es el quinto equipo menos batido. Sin embargo, los datos son engañosos, tanto como lo era la sucesión de desgracias de la primera parte de la Liga. Contra Mallorca y Valencia los de Camacho no merecieron más de un punto. En A Coruña debieron perder. Y ayer la calidad les bastó ante un equipo que pone mucho en el campo, pero le falta todo para seguir en Primera. El empujón clasificatorio, eso sí, debe ser un bálsamo para mejorar el juego.