Aunque viera a un Athletic mejor que la semana pasada, a Joaquín Caparrós no le quedó otra que repetir tópico y felicitarse con el punto salvado. Efectivamente, el equipo no ofreció una imagen tan pobre como lo hiciera frente al Recreativo, pero su partido en Getafe tampoco fue mucho más allá de lo discreto y, pese a todo, pudo volver a arañar un empate.

Y el fútbol es tan raro que los rojiblancos, pese a ser inferiores en el cómputo global del choque, incluso pudieron regresar con los tres puntos. Uno de los responsables de que no lo hicieran fue Ayza Gámez, que ofreció todo un recital. Sobre todo en el primer tiempo, en el que, en el lapso de apenas cinco minutos, cometió tres errores de bulto: primero permitió que el gol de Roberto Soldado subiese al marcador, pese a que Javi Martínez era objeto de falta en la misma acción; a continuación, anuló un gol legal de Andoni Iraola, al considerar que Xabi Etxeita había cometido falta sobre Jacobo, cuando lo cierto es que al guardameta se le había resbalado el balón de las manos de forma incomprensible; y casi de inmediato intentaba compensar, inventándose un penalti de Mario Cotelo sobre Fernando Llorente. Después se olvidaría de pitar alguno más evidente. Claro que la pataleta de los rojiblancos tampoco debería ser excesiva, teniendo en cuenta que su rival también tuvo motivos para quejarse en el segundo tiempo, con un inexistente fuera de juego de Gavilán cuando se disponía a entrar solo en el área, o un penalti de Gorka Iraizoz sobre Uche, que el colegiado saldó con falta sobre el portero.

En definitiva, que Ayza Gámez se lució, metiendo al partido casi tanta chispa como Athletic y Getafe. Más que los bilbainos desde luego, sobre todo en un primer tiempo en el que, salvando la recta final, el equipo de Joaquín Caparrós estuvo a merced de su rival.

Incapaz de mantener el balón, y menos aún de conducirlo hacia sus delanteros, el Athletic vio cómo los azulones se le echaban encima una y otra vez. El gol en la portería de Iraizoz se empezó a cantar desde el primer minuto y no tardó mucho más en llegar.

Poquito a poco

Tras los cinco minutos de gloria del árbitro y el penalti desperdiciado por el Athletic, el encuentro siguió sonriendo al equipo madrileño, pese a que cedió el balón para intentar matar a la contra -y estuvo a punto de conseguirlo en un par de ocasiones-. Pero su rival necesitó mucho tiempo para encontrar la manera de aprovecharlo.

Sólo en los minutos previos al descanso parecieron despertar los rojiblancos que, en un alarde de efectividad, pudieron restablecer la igualada. Lo lograban en el 41, con un balón en largo de Orbaiz, una perfecta dejada de Ion Vélez con el pecho y un gol «made in Llorente», recibiendo y anotando a la media vuelta.

El gol y el descanso le sentaron de maravilla al Athletic, que pasó a dominar el partido en el arranque del segundo tiempo. Y no fue una simple cuestión de posesión. El pivote pudo pensar en algo más que cortar balones, Markel Susaeta despertó y a los delanteros les empezaron a llegar balones en condiciones. Sobre todo por la izquierda, desde donde Susaeta envió un par de balones que Ion Vélez no pudo transformar en el 1-2. Orbaiz también se acercó, con un chupinazo desde la frontal que marchó por el lateral de la portería.

La opción más clara, con todo, la fabricó Gaizka Toquero, también desde la izquierda, y la falló Llorente. De forma incomprensible, porque el delantero llegó de manera impecable al remate y porque, como el primero, parecía uno de «sus» goles.

Pero esta vez no acertó. Y su equipo estuvo a punto de lamentarlo porque, conforme avanzó el cronómetro, el partido volvió a decantarse del lado del Getafe. Tanto, que el equipo bilbaíno acabó viviendo momentos de agobio en la recta final del partido, en la que los azulones, entre faltas en las inmediaciones del área y carreras por banda, rondó continuamente el área rojiblanca.

El sufrimiento no cesó hasta el último suspiro, con un cabezazo de Granero que se marchó fuera por poco y que, efectivamente, hizo bueno el tópico: cuando no se puede ganar, qué cosa tan buena es el empate.