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Elecciones del 1 de marzo

Aunque los números lo permitan, será difícil reeditar el tripartito

Iñigo Urkullu defiende en el libro de María Antonia Iglesias «que gobierne un partido nacionalista con votos no nacionalistas», después de reconocer que la situación actual es muy distinta de la del año 2001.EA apoyaría la elección de Ibarretxe pero se se quedaría fuera del gobierno, porque cree que otra alianza con el PNV es contradictoria a haberse marchado e incompatible con un futuro polo soberanista

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Análisis | Iñaki IRIONDO

Si al EBB no le gusta la fórmula, o al menos no le gusta más que otras experimentadas con anterioridad; si EA se ha ido a la arriesgada aventura en solitario porque se siente decepcionada con el rumbo que el PNV dio al Gobierno y al lehendakari; y si EB va diciendo que sus socios hacen políticas de derechas, aprueban EREs y bajan los impuestos, no parece lógico ni siquiera hacer la cuenta de si suman 38 escaños.

Muchas de las lecturas que se han hecho de las encuestas publicadas en los últimos días centran sus cuentas en ver si las sumas permiten una reedición del tripartito que gobierna en la actualidad aunque haya quizá que añadirle el apoyo de Aralar. Sin embargo, la cuestión radica en que aunque PNV, EA, EB y Aralar sumen más de 38 escaños -lo que, aunque incierto, es más probable de lo que los sondeos publicados apuntan- es muy difícil que pueda darse una coalición de todos ellos para volver a gobernar.

Para empezar, es preciso recordar que la fórmula del tripartito no es del gusto de la actual dirección del PNV. Basta hacer un poco de memoria. Fue hace once meses, el 23 de marzo de 2008, cuando el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, afirmó tajante, en la Fundación Sabino Arana, que el tripartito «está agotado. Ha cumplido su ciclo, como lo demuestran los datos de las últimas elecciones y por la deslealtad absoluta de EA y EB al PNV y al gobierno del que forman parte. Los yogures también caducan». A esto añadió su apuesta por un gran acuerdo de futuro que «no puede ser articulado más que por el mundo socialista y el mundo nacionalista democrático».

Al día siguiente, el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, preguntado sobre la cuestión, respondió que «por qué se escandaliza la opinión pública con estas palabras» si han sido EA y EB quienes han «cuestionado» la fórmula. Como sus palabras no hicieron sino acrecentar especulaciones, Urkullu salió un día después a matizar que «el actual tripartito tiene un programa de gobierno que finaliza en 2009 y que, por lo tanto, tiene plena vigencia y validez hasta esa fecha». Es decir, que la caducidad de este yogur está fijada en el 1 de marzo. Por conferencias y entrevistas posteriores conocemos que para Urkullu el tripartito es «una fórmula» como «cualquier otra que el PNV ha experimentado en el pasado». Es más, no la presenta como algo voluntario, sino a lo que se llegó porque el PSE se fue en 1998 del gobierno «construyéndose la política de trincheras».

Sabemos pues que al EBB no le gusta el tripartito. Pero lo que no dicen en campaña es cuál es la alternativa que propone para contrarrestar la invasión «alienígena-unionista» que «quiere tomar el control, mediante mando a distancia, de la galaxia vasca». Aunque disfrazados o no de Mr Spock desde el PNV estén tratando de agitar el recuerdo del tándem Mayor Oreja-Nicolás Redondo, Iñigo Urkullu sabe que está sobreactuando. En su entrevista con María Antonia Iglesias asegura que las circunstancias han cambiado mucho desde 2001.

En la misma entrevista confiesa cuál es el sentido de estas elecciones. Cree que si el PNV no está en el Gobierno «el autogobierno de Euskadi va a tener otras características, más livianas, más ligeras y más en relación con los intereses de lo que pueda ser el partido constitucionalista de turno, en este caso el PSOE». Por ello hace un planteamiento de que «somos los únicos que defendemos lo nuestro sin dependencia de ninguna otra directriz política, institucional o gubernamental. Además, lo hacemos en positivo, no planteando elementos como la consulta como un objetivo final; el objetivo tiene que ser el desarrollo y el bienestar de los ciudadanos vascos, saber atraer también cada vez mayor fortaleza para esta sociedad. En definitiva, que gobierne un partido nacionalista con votos no nacionalistas. Y no al revés».

Habrá que recordar nuevamente que Josu Jon Imaz ya dejó en su legado al partido la idea de que no está en cuestión la transversalidad, sino si la lidera el PNV o el PSE.

Pero una coalición no es sólo cosa de uno. ¿Qué piensan los socios? De EB se sabe que es de buen conformar y tiene abierto el abanico. En EA las cosas parecen distintas. Si Juan José Ibarretxe y Patxi López compiten por la investidura, el grupo parlamentario de EA, sea mayor o menor, votará en bloque a Ibarretxe. En eso no hay duda.

Pero resultaría contradictorio que fueran a integrarse de nuevo en una fórmula de Gobierno bajo la batuta de un líder que, según aseguran, les ha decepcionado. En la dirección de EA parece ganar de momento la idea de favorecer la elección de Ibarretxe si ésta es cuestionada, pero mantenerse después fuera del Ejecutivo. Este núcleo duro de la dirección considera además que la apuesta de futuro por un polo soberanista no sería compatible con una nueva alianza de gobierno con el PNV.

En todo caso, a nadie se le oculta que si PNV, EA, EB y Aralar suman más de 38 escaños, se producirán numerosas tensiones internas dentro de todos los partidos. En el PNV se viviría otra batalla entre quienes, como Ibarretxe, dicen que el tripartito es «el cauce central» y quienes como Urkullu dicen que «el cauce central es el partido». En EA, pese a la determinación actual de la dirección, también aflorarían las presiones de quienes consideran que mantener cotas de poder actuales es más rentable que hacer inversiones de riesgo para el futuro. En EB parecen haberse ido marchando todos cuantos cuestionaran la utilidad de estar en un gobierno. Y en Aralar cabe suponer que también habría tentaciones de tocar poder, como en la Diputación de Araba.

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